Salud

¿Sientes ansiedad y no duermes? Hablemos sobre el café

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En 2020 las cuarentenas estrictas lo dislocaron todo. La principal medida alrededor del mundo para hacerle frente al coronavirus mientras la vacuna se desarrollaba nos dejó sin poder salir durante meses. Había que adaptar la vida y el trabajo a la virtualidad, y el exceso de información y la incertidumbre fueron dificultades añadidas. ¿Cómo sobrellevar ese peso del día a día? Muchos encontraron la respuesta en el café.

Durante el aislamiento obligatorio, el consumo de café en Colombia aumentó. Es claro. La Federación Nacional de Cafeteros informó que en marzo, abril y mayo de 2020, los primeros tres meses de cuarentena, los colombianos tomaron 30%, 24% y 26% más de café que en el mismo periodo de 2019. El café fue la tercera sustancia psicoactiva de mayor uso en esos meses según Échele Cabeza, una organización que informa sobre sustancias psicoactivas con el fin de fomentar prácticas de autocuidado en el consumo. Es más, fue la segunda sustancia de mayor experimentación, o sea que no se había probado hasta la cuarentena.

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Una pantalla de computador resumió lo que antes era una oficina. El trayecto diario pasó de ser de algunos kilómetros de la casa al lugar de trabajo a algunos metros de la cama al escritorio. Y la cafetera quedó al alcance de la mano. Suena como si todo se hubiera vuelto más simple, pero fue al contrario. Tuvimos que aprender a cumplir con múltiples tareas en simultáneo; los deberes de distintas facetas de nuestra vida se condensaron en un solo espacio y en un solo tiempo eternos. Como lo indica la psicóloga Diana Agudelo —cuyas consultas aumentaron porque la gente no se aguantaba a sí misma en este periodo—, vivir en cuarentena en tiempos de coronavirus requiere niveles de atención elevados, a los que normalmente no estamos acostumbrados. Y ahí entra el café a la cancha: “Para poder mantenerse atentos y alerta y atender estas demandas, muchas personas encuentran en el café una respuesta, dado su carácter estimulante”, explica.

¿Recuerdas ese cansancio que sentías al final de un día de cuarentena en el que tenías que trabajar, limpiar la casa, cocinar, estar pendiente de tu familia y cumplir con más obligaciones? Agudelo lo identifica como el resultado de un gasto cognitivo importante, que puede agotar tanto como salir a correr o esforzarse físicamente. La mayoría de las personas no estaba habituada a la  combinación de roles y tareas, como ayudar a los hijos con el colegio y fungir como maestros y a la vez cumplir en sus trabajos. La atención y la concentración para poder hacerlo todo bien se convirtieron en retos. Eso explica, según Agudelo, por qué el café sería visto como un buen remedio.

Lo que plantea Agudelo lo confirman algunos usuarios de Twitter que respondieron a la pregunta de cómo había cambiado su relación con el café durante la cuarentena.  Alejandra, publicista, dice que la cuarentena y el teletrabajo dificultaron su concentración, por lo que el café surgió como solución para combatir la certeza de que podía pararse, dar dos pasos y echarse a dormir de nuevo. De tomar café ocasionalmente pasó a utilizarlo como fuerza para trabajar. Lo que empezó como una medida frente a los retos de la cuarentena rápidamente se convirtió en un cambio total de hábitos: el café se erigió como la fórmula para rendir al ritmo que la nueva vida exigía. Para María Fernanda, periodista, cuando el límite entre el trabajo y la casa se desdibujó, el número de tazas diarias aumentó progresivamente de cinco a diez. “Fue súper inconsciente: sabía que estaba cansada y tomaba. Me dio mucha ansiedad al principio, pero yo creí que era efecto de la misma cuarentena. La idea este año es bajarle y relajarme, empezar a llevar el trabajo de otra forma y cargarme menos”.

Si no duermes tomas café. Y luego por eso no duermes y tomas café.

Si queremos entender por qué empezamos a tomar más café durante el aislamiento, demos un paso atrás y divisemos el panorama completo, más allá de las tareas añadidas y el gasto cognitivo elevado. Hay una respuesta sencilla y contundente: estábamos durmiendo peor. Investigaciones científicas como las de Salehinejad, Barrea y Scotta muestran que la calidad del sueño, en general, disminuyó para todos durante la cuarentena, y esto lleva  a una disfunción cotidiana.

Para Agudelo, hay tres dinámicas, entre otras, que hacen que durmamos mal en el contexto del confinamiento. La primera es la deprivación de estímulos: si somos seres sociales y estamos acostumbrados a salir de casa y súbitamente nos encerramos y los días parecen iguales porque pasa lo mismo y nada cambia, el impacto en el cerebro se siente en forma de insomnio. La segunda es que se alteraron los ritmos y se modificaron los horarios: estar en casa permite hacer siestas que, si se extienden demasiado, dificultan conciliar el sueño en la noche. Y la tercera es que se elevaron los niveles de ansiedad, por la incertidumbre y la pérdida de control: ¿cuánto va a durar la cuarentena?, ¿me va a dar Covid?, ¿qué va a pasar con la vida? Frente a todos los desafíos nuevos y la sensación de que no se puede con tanto, la ansiedad crece y el sueño disminuye.

Si cuando te acuestas las preocupaciones dan vueltas en tu cabeza como carros de Fórmula 1 en Mónaco pues es difícil que te duermas. Más aún si cogiste tu celular minutos antes y revisaste Twitter y las noticias y cuántos contagios y muertos hubo ese día. Al otro día, cansado y con sueño, compensarás tomando café. El ciclo continúa y se retroalimenta. Y quizás parezca que todo avanza bien, que encontraste la forma de rendir bien sin consecuencias adversas. Pero cuidado: “El consumo parece tranquilo porque el café genera tolerancia. Entonces tienes que ir elevando la dosis. Esa es la razón por la cual suele haber un consumo incremental: porque para lograr el mismo efecto antes te tomabas un espresso, pero luego tienes que hacerte un doble”, advierte Agudelo. Por eso se dispararon las cifras de consumo de una sustancia que es legal y normal. Nadie te mirará mal por tomarte un café a las 11 am, a diferencia de si te das un pase de cocaína. Pero para Agudelo es claro: la combinación de ansiedad, consumo de cafeína y deprivación del sueño deriva en problemas de salud mental.

Café cargado con ansiedad y falta de sueño: un combo nocivo para tu salud mental

 A Laura el aislamiento la encontró en medio de una intensa práctica de periodismo en un noticiero que le exigía jornadas de trabajo larguísimas que se intensificaron con el teletrabajo. Para poder cumplir con todo, trabajaba de diez de la mañana a tres de la madrugada. Empezó a necesitar más y más café, hasta que se volvió costumbre. Un día, luego de mucha cafeína y trabajo y una llamada tensa con su jefe, sucumbió. “Ya venía con mucha presión. Empecé a temblar terrible, a llorar sin parar, ahogada mal. Estaba respirando súper agitada y no podía parar, me temblaban las manos. Me demoré un rato en calmarme”. Concluyó que el café era un gran factor en ese colapso, como ya se lo habían sugerido sus piernas, que solían temblar tras la tercera taza mientras ella estaba sentada. Dejó la cafeína y pasó al café descafeinado. En su nuevo trabajo ha probado el café, pero ha descubierto que ahora la marea y le deja un vacío entre la boca del estómago y la garganta.

Detengámonos en la ansiedad por un momento, pues es un factor común a la experiencia de cuarentena, y examinemos su relación con el café. Agudelo explica que cuando estás ansioso hay una híper activación del sistema nervioso simpático, una parte del sistema nervioso autónomo que regula la respuesta autonómica, como la sudoración, la taquicardia y las respuestas de defensa. “Esa misma respuesta autonómica es la que se activa con la cafeína. Si tenemos una respuesta autónoma elevada por cuenta de la ansiedad y consumimos café, lo que hacemos es potenciar la respuesta autonómica. Eso eleva la ansiedad”, afirma. ¿Así quién se duerme? Para poder dormir necesitas que se desactive el sistema nervioso simpático y que se active el parasimpático, que es el regula la respuesta de reposo. Por eso, así como hubo un gran aumento del consumo de café en cuarentena, también hubo personas que dejaron de tomar café porque, afirma Agudelo, su respuesta autónoma estaba ya demasiado elevada por la ansiedad.

A Juan Diego, estudiante de Ciencia Política, el café —cada vez más negro—lo ayudó a mantenerse funcional en 2020. La suya fue una decisión consciente: la cuarentena lo había destruido emocionalmente y no se quería ni parar de la cama. Las semanas pasaban, sus deberes se atrasaban y la desazón lo invadía. El café lo ayudó a madrugar y trasnochar, y así pudo levantarse y ponerse al día. Pero el ritmo acelerado al que llegó rápidamente se volvió insostenible. Ha ido bajando del pico de ocho tazas diarias hasta llegar a dos, en parte gracias a la funcionalidad sostenible que ha logrado desde que va a terapia. Valeria, comunicadora social,  también dejó de tomar tanto café luego de sufrir un ataque de nervios y taquicardia. La cuarentena la había desesperado y el café la desahogaba. Ella sentía que suprimía su ansiedad. Ante los bajones de ánimo, acudía al café desesperadamente. Pero el remedio fue peor que la enfermedad: “Empecé a tener problemas para dormir, me despertaba en mitad de la noche pensando en cosas del trabajo y me comí las uñas hasta que me salió sangre”. Desde entonces ha regulado su consumo, aunque siente que le está perdiendo el gusto.

El encierro, entonces, abrió espacios para repensar la relación con el café. A María antes la ayudaba a levantarse a hacer ejercicio, pero se volvió lo que agudizaba las crisis de ansiedad que llegaron con la cuarentena. Tras meses de ajustar y hacer cambios, ya puede funcionar sin cafeína, aunque no le ha perdido el gusto. Diana logró reducir su ritmo a dos tazas al día, integradas con sus quehaceres en la casa. Por su lado, Alfonso pasó de tomar cerca de quince vasos de café instantáneo de la máquina de su empresa a cuatro endulzados con panela a dos mañaneros y un té negro si la noche se lo exige. Su meta es tomar solo un café al día.

Un ritmo más sano en 2021

El fatídico 2020 quedó atrás, pero no la pandemia, que sigue viva en este 2021. Quizás tampoco el aislamiento, el teletrabajo y la virtualidad, por la posible nueva cepa de Covid-19 junto con los segundos picos en distintos países. Y ni entremos en cuándo llegará por fin la vacuna. Así, la perspectiva de pasar más tiempo confinados en la casa todo el día puede ser estresante y paralizante. En este contexto todavía no se ha tomado lo suficientemente en serio la salud mental. El café ha demostrado ser un aliado interesante a la hora de salir de la cama y cumplir con las obligaciones que aguardan inclementes. Pero es momento de hacer un alto en el camino para reflexionar sobre el teletrabajo, la borrosa división entre trabajo y casa, el peso de la cuarentena en la salud mental, las sustancias para hacerle frente a todo esto y cómo todos esos factores revueltos pueden ser devastadores si el equilibrio falla.

Ser más consciente de cada taza es un paso importante para que el café no se vuelva un reflejo que crece como la corriente de un río en invierno, porque sino luego vienen la inundación y sus destrozos. Andrea resignificó su relación con el café para que se volviera el complemento de las pausas durante su jornada laboral. Se para del computador y sale al balcón a descansar y relajarse, acompañada de un café. Lo ancló a la pausa, no a la necesidad de productividad. Santiago también lo resignificó y, sin tomar más ni menos, comenzó a utilizar diferentes técnicas de extracción. Como tenía más tiempo, podía quitarle la variable “prisa” a la ecuación y demorarse un poco más preparando su bebida. Estas pausas también pueden ir ligadas a reflexionar sobre el ritmo que imponen el teletrabajo y la virtualidad. No temas decir “pausa” y concentrarte en ti si sientes que todos estos factores te ahogan. No sirve de nada ser productivo si te estás haciendo daño en el camino. Es más, cuestiona esa misma noción de “productividad”.

Para Agudelo, a la hora de mantenerse activo en los días de teletrabajo y virtualidad que puedan venir este año, es importante conservar una rutina: despertarse y acostarse a horas determinadas, bañarse y vestirse como si fueras al trabajo (y no quedarte con el pantalón de pijama), hacer un horario para las distintas tareas. Es decir, es clave crear la noción de que estás en un escenario de trabajo. Es recomendable, dentro de lo posible, separar espacios dentro de la casa para que se sienta la separación entre el trabajo y el descanso. También te sentirás mejor si cuidas tu alimentación. Come más vegetales verdes, frutas y semillas, pues al ser ricos en triptófano promueven la síntesis de serotonina y melatonina, sustancias que estimulan el sueño. Y haz ejercicio, holgazán: sal darle una vuelta a la manzana o busca una rutina de cardio en YouTube. Finalmente, enfatiza Agudelo, cuidado con la infodemia: recuerda que es bueno estar informado, pero no todo el tiempo ni justo antes de dormir. Así que cuando acabes este texto, deja el celular a un lado y estírate. Descansa. Sobre todo, piénsalo dos veces: ¿de verdad necesitas esa otra taza de café?