Identidad

John Lennon era un maltratador que golpeaba a mujeres y niños

En su álbum Imagine, John Lennon canta con suavidad a la paz mundial y a la armonía sin fronteras. Descrito por la revista Rolling Stone como “el mayor regalo musical de Lennon al mundo”, la canción que le da título fantasea con la idea de una humanidad sin cualidades que conducen a la maldad y el sufrimiento como la posesión, la codicia, el hambre y la guerra. Quizá un sueño algo menos ambicioso sería el de vivir en el mundo en el que la gente no fuera tan monstruosa como lo fue John Lennon.

Resulta difícil condensar la variedad y el alcance de la perversidad de Lennon en un breve artículo, especialmente cuando tienes la letra del mayor regalo musical que este mujeriego abusador hizo al mundo machacándote el cerebro. Empezando por su primer matrimonio con Cynthia Powell, a quien dejó embarazada mientras ella vivía de alquiler en la habitación de la infancia de Lennon en Liverpool durante los años que los Beatles pasaron en Hamburgo, el artista hizo muchas cosas que tan solo pueden clasificarse como típicamente malvadas. Según explica el ama de llaves de Lennon, Dorothy Jartlett, en una carta que fue escrita hace 50 años y descubierta recientemente, durante los años posteriores al nacimiento de su hijo Julian, Lennon fue un padre ausente que criticaba e incluso abofeteaba al sensible Julian por cosas como no tener modales en la mesa (de hecho, según Jartlett, “Los modales de Julian en la mesa eran mejores que los de cualquier persona media”). A lo largo de todo el matrimonio, Lennon se acostaba con otras mujeres y dejaba drogas “tiradas por cualquier lugar de la casa”. La gota que colmó el vaso fue la ocasión en que, en medio de una borrachera, contó a Cynthia que estaba teniendo una aventura con la artista japonesa Yoko Ono. Poco después de que Ono revelara que estaba embarazada, el divorcio de Lennon se materializó a finales de 1968.

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Aunque Ono sufrió un aborto natural, su relación con Lennon floreció cuando protestaron contra la Guerra de Vietnam y, según indicó ella en una entrevista concedida en 2012 al Telegraph, “arruinó” la carrera de ambos. A pesar de que Ono sufrió burlas y desprecio por haber destruido supuestamente la camaradería que reinaba entre los miembros de los Beatles, era en realidad Lennon quien la obligaba a acompañarle a todas partes, a los ensayos e incluso al lavabo (quizá Ono esté actualmente resarciéndose de este doble estándar sexista gracias a su imagen pública de sabia mujer feminista de avanzada edad que ha tenido que luchar en la vida). Lennon tuvo otra famosa aventura durante su matrimonio con Ono, con la asistente personal de la pareja, May Pang, pero Ono afirma que aquel affaire que duró 18 meses fue un muy necesario descanso para su intensa relación y que “no fue nada doloroso”.

El que Lennon padeciera un intenso sufrimiento mental es algo innegable; en la entrevista que concedió a Playboy en 1980 —que se publicó dos días antes de que Lennon recibiera un disparo y fuera asesinado frente al edificio de apartamentos donde vivía, en el Upper West Side de Manhattan— describe el “período de gordura a lo Elvis” que atravesó en 1965, durante el cual se sentía “gordo y deprimido” y durante el que escribió la canción “Help!” a modo, efectivamente, de grito de ayuda. Él y los demás Beatles “fumaban marihuana para desayunar” y periódicamente Lennon sufría “profundas depresiones durante las cuales deseaba saltar por la ventana”. Admite que golpeaba a las mujeres —”a cualquier mujer”— y explica: “Por eso siempre estoy hablando sobre la paz, ¿sabes? La gente más violenta es la que siempre busca la paz y el amor”. Más tarde, en esa misma entrevista, utiliza la dieta macrobiótica como excusa para su hábito de fumar: “Los macrobióticos no creemos en la gran C y, tanto si te parece racional como si no, los macrobióticos no creemos que fumar sea malo para la salud”. Este hábito no era necesariamente malo para nadie excepto para él mismo, pero es una evidencia del Complejo de Dios que sufría Lennon, así como de su gilipollez autocomplaciente.

“Encamada por la paz” de Lennon y Ono en 1969. Foto vía Wikimedia Commons

Entre las posibles explicaciones psicoanalíticas de los problemas de Lennon se incluye la tumultuosa relación que mantuvo con sus padres. El padre de Lennon le abandonó —y él jamás le perdonó por ello, a pesar del arrepentimiento de su padre— y, en una confesión en audio que data de 1979, Lennon reveló que cuando era adolescente albergaba deseos sexuales hacia su madre. Más tarde se lamentó de no haber intentado ningún avance hacia ella diciendo “Seguramente habría accedido”. También han corrido rumores de que Lennon tuvo aventuras homosexuales con Paul McCartney y con el manager de los Beatles, Brian Epstein, que podrían haber creado tensiones entre los miembros de la banda y hacia Lennon, pero por supuesto estos no son ejemplos de la maldad del Beatle, excepto por el hecho de que probablemente ocurrieron durante sus años de matrimonio.

Toda esta información está abiertamente disponible y gran parte de ella procede de las propias palabras de Lennon, aunque nuestra fascinación cultural —cercana al martirio— por este hombre sigue intacta. Me duele haber sido cómplice de esta actitud complaciente, ya que entre los 12 y los 15 años aproximadamente fui poseedora orgullosa de una versión de la famosa camiseta con la imagen de John Lennon llevando una camiseta de Nueva York con una actitud muy cool en color azul cielo. El hecho de que la comprara en un outlet a precio de fábrica y que probablemente no contribuyera a generar beneficios no me sirve de ayuda para calmar mi culpa, pero trato de consolarme con el hecho de que al menos jamás puse el White Album durante mis años como barista. A mí me gustan los hombres británicos de nariz aguileña con gafas molonas como a cualquier otra mujer de la Generación X, pero ¡venga ya!