Satanás me dio su protección en Catemaco, Veracruz

Iglesia satánica de Enrique Marthen, brujo de Catemaco conocido como El Ahijado del Diablo. Todas las fotos por Luis Cobelo.


Espera nuestro documental, parte de nuestra serie Miscelánea Mexicana, sobre los brujos de Catemaco, Veracruz, la próxima semana en VICE.com.

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Nervioso y con el estómago revuelto, apreté con fuerza el pescuezo de la gallina mientras Enrique Marthén, brujo de Catemaco conocido como El Ahijado del Diablo, cortó de tajo la cabeza del indefenso animal.

“Mando desaparecer a todo causador de daño que pudiera desearnos la maldad, señor Satanás, a ti te entrego el cuerpo de este animal”, dijo El Ahijado y sacudió a la gallina degollada que, aun sin cabeza, aleteaba escurriendo sangre. “Así sea y así será”, finalizó.

El autor durante la misa negra.

Catemaco es un lugar donde la religión católica, la brujería, la santería y el culto a la Santa Muerte y a Satanás conviven. Aquí todos son aceptados. A pesar de que la santa patrona de este pueblo veracruzano es la Virgen del Carmen, quien —según la leyenda— se le apareció a un pescador en una gruta de la Laguna de Catemaco, la brujería es el principal atractivo turístico, y ha llegado a ser tan importante, que incluso recibe apoyo del gobierno y atrae a personas de todo el mundo, incluyendo artistas, músicos y políticos como Vicente Fox, Carlos Salinas de Gortari y Diego Fernández de Cevallos.

Las raíces de la brujería en Catemaco se remontan a la conquista. Después de los Olmecas —que fue la primera civilización en llegar a la región de los Tuxtlas, en Veracruz— y de los Mexicas, la invasión española trajo consigo esclavos africanos, cubanos y haitianos. Con esto se creó una mezcla entre el curanderismo mexica, la santería cubana, la religión católica y el vudú haitiano. Por supuesto, todo esto ha evolucionado con el paso del tiempo, dándole un lugar a la Santa Muerte y a Satanás.

Viajamos en una camioneta por caminos oscuros de terracería ubicados a las afueras del pueblo. “Este lugar es conocido porque aquí viven sicarios del Cártel de los Zetas”, dijo nuestro acompañante, un periodista local. Después de manejar confiando simplemente en su memoria, llegamos a una casa con fachada blanca. “Les dije que sabía dónde estaba”, comentó.

La guerra contra el narcotráfico, iniciada en 2006 durante la presidencia de Felipe Calderón Hinojosa, afectó a todo el país, incluyendo el estado de Veracruz, que se vio envuelto en una lucha entre cárteles por el control del narcotráfico en la zona. Aunque nuestro chofer aseguró que todo estaba más tranquilo y que ya casi no había Zetas en el estado, nos contó que una semana antes de que llegáramos habían encontrado crucificado a un hombre que robó artículos de oro de una iglesia local.

Enrique Marthén El Ahijado del Diablo en su oficina.

Eran cerca de las 11 de la noche y en la puerta de la casa nos esperaba El Ahijado del Diablo, nacido en Catemaco y descendiente de un linaje de brujos, vestido con una túnica roja y un sombrero con un animal disecado. Caminamos por su casa, ubicada en un terreno grande rodeado de fauna, mientras me platicaba que él ayuda a la gente con mala suerte en el amor, con problemas económicos y familiares, y con enfermedades raras o difíciles de curar. Visítenos y resolvemos sus problemas, dice su tarjeta de presentación, donde se alcanza a leer su correo: Elahijado11@hotmail.com.

De acuerdo con lo que Enrique nos contó, en la historia de Catemaco sólo ha habido seis brujos mayores, título que reciben después de años de trabajo y buenos resultados. “Esos títulos sólo se lo dan a personas de 70 años o más, pero me lo dieron a mí y es un honor recibirlo a mis 52 años”, dijo Enrique.

Gracias a la popularidad que ha ganado la brujería en la región, no es difícil caer con un charlatán. Según lo que nos dijeron algunos brujos del pueblo, ha comenzado a haber farsantes que sólo buscan el bien económico. Una limpia la cobran en $500 pesos, más o menos, pero depende del cliente que caiga con ellos, pueden llegar a sacarle desde 5 mil, hasta 50 mil pesos.

Productos para evitar malas vibras y atraer el amor que pueden encontrarse a la venta en el mercado de Catemaco.

La gente que viene en busca de ayuda de los brujos muchas veces llega desesperada por alguna cuestión relacionada con el amor, venganza o porque les está yendo mal económicamente, entre otras cosas. Estos farsantes, o nuevos brujos, se aprovechan de eso y los extorsionan diciéndole a sus clientes que necesitan más dinero para seguir trabajando, que Satanás pide más cosas como ofrenda o que ahora son ellos los que tienen un embrujo y necesitan terminarlo. De poco en poco hay personas a las que les quitan todo el dinero y no solucionan el mal.

Llegamos a la parte trasera de su terreno, una zona en las faldas de un pequeño cerro, con una construcción en obra negra al fondo. Ahí conocí a algunos de sus asistentes, entre los que se encontraba un chico menor de edad, aprendiz de las ciencias ocultas, una mujer morena de ojos negros que lo ayuda en las ceremonias, una joven vestida completamente de negro y una señora mayor, quien me confesó que está sola en el mundo porque su familia se apartó de ella debido a sus creencias. “Bueno, no estoy sola, tengo a mi madrecita la Santa Muerte y a mi Señor Luzbel”, corrigió.

Enrique se ofreció a realizar una misa negra de protección para mí. Esto significa realizar una ceremonia en la que le pedimos a Satanás que me cuide a cambio de un sacrificio. Dependiendo de lo que se le pida, los sacrificios pueden llegar a ser desde una gallina negra, un chivo, gatos, hasta oro o sangre humana.

Caminamos hacia la parte trasera del terreno, donde se encuentra la construcción en obra negra que, de acuerdo a lo que nos contó Enrique, será un museo de brujería que recibirá visitas de creyentes y turistas. Llegamos a unas escaleras angostas, iluminadas sólo por un par de focos rojos, que descendían hacia una especie de sótano. El humo que desprendía el copal que llevaba una de las asistentes comenzó a revolverme el estómago. Los 40 grados y el sótano sin ventilación aumentaron mi malestar, dejando ver gotas de sudor en mi frente. Bajamos hasta el inicio de la escalera, donde pude ver a través de una reja de metal una estatua de Satanás al fondo del cuarto. Enrique pidió permiso para entrar y lo hicimos. “Hoy en este día me postro ante ti inclinando mi frente para pedirte permiso de entrar a tu hogar”, dijo.

“Aquí en este lugar nos encontramos en presencia de este varón de nombre Alex”, dijo Enrique en voz alta, dando inicio a la misa negra. Conmigo de pie frente una estatua de Satanás de dos metros de altura, Enrique levantó a la gallina, mostrándosela a Luzbel, como también le llaman y continuó.

La santera acercó los labios a un caracol y sopló fuertemente. Después prendió un puro y comenzó a darle caladas. Se acercó a mí, rodeándome y soplándome el humo por todo el cuerpo, desde la punta de mis tenis hasta la cabeza. Todos los asistentes estaban alrededor de mí observando, mientras yo mantenía la mirada fija en Satanás y Enrique continuaba con la misa sin dejar que nada lo interrumpiera.

Estaba nervioso, después de todo me encontraba invocando a Satanás en un altar subterráneo en medio de la nada y frente a la estatua de un diablo con una erección dolorosa. Enrique tomó a la gallina por las patas y comenzó a golpearme levemente con ella. Primero los pies, después fue subiendo hasta que llegó a mi cara y después a mi cabeza.

“Este ser vivo limpiará y extraerá todo lo negativo que pudiera quedar en su cuerpo y su alrededor. Erradicamos lo que no le sirva, lo que no le produzca provecho a este ser. Rompemos aquello que no sirva para el progreso y el avance de este hombre y pueda irse limpio de cuerpo, mente, alma y espíritu”, dijo Enrique.

El Ahijado del Diablo acercó la gallina hacia mí y me pidió que la tomara del pescuezo. “No”, contesté, “no me siento cómodo con esto”. Insistió y me explicó: “Es tu mala energia, tú tienes que liberarla”, dijo. Tomé y apreté el pescuezo del animal mientras Enrique, con una navaja, la decapitó. La cabeza se quedó en mi mano e inmediatamente la solté, dejándola caer al piso. Enrique tomó el cuerpo de la gallina y comenzó a destrozarlo, pidiéndole a Satanás que hiciera lo mismo con cualquiera que pueda ser mi enemigo: destruirlo. Le ofreció el animal y lo dejó sobre un plato que se encontraba a los pies de la estatua. La santera se acercó a mí y me pidió que vertiera miel sobre el cuerpo de la gallina. Después llevó sus dedos al pescuezo del animal, los llenó de sangre y me pidió que los lamiera. Lo hice con desagrado. Hicieron un círculo de fuego a mi alrededor para terminar de limpiarme de cualquier energía negativa o envidias que pudiera tener. “Levanta los brazos y espera a que las llamas se apaguen”, pidió.

Una vez que no hubo llamas a mi alrededor, Enrique agradeció a Satanás y pidió permiso para retirarnos. Por alguna razón me encontraba exhausto y con ganas de vomitar, protegido por el diablo, pero cansado. Enrique nos pidió que saliéramos caminando hacia atrás para no darle la espalda a Satanás, ya que se considera irrespetuoso.

Salimos del altar subterráneo y agradecí el viento en cuanto golpeó mi cara. “Ahora tenemos que cerrar las puertas que abrimos”, dijo Enrique. Esto se hace simbólicamente prendiéndole fuego a un pentagrama, ya que la estrella de cinco picos es asociada con Satanás. “Nosotros invocamos fuerzas del inframundo. Ahora tenemos que hacer que regresen a donde pertenecen para que no se queden en este plano”, dijo mientras prendió la estructura metálica que tiene en la parte trasera de su casa.

“Oh, Satanás, así como esas llamas suenan, que sea el sonido de la alegría que de hoy en adelante inundara nuestros corazones y nuestro ser entero”, dijo con las manos hacia arriba. “Así sea”.

“Y así será”, contestaron sus asistentes.

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