Llueva o nieve, haya crisis o abundancia, el trabajo sexual nunca se detiene. Está presente en todas partes, desde los hoteles más lujosos con suelo radiante y una gran variedad de postres hasta los callejones de mala muerte llenos de colillas y condones usados. Y ocurre a todas horas, aunque nosotros —como sociedad— no hablemos mucho del tema.
Sin embargo, cuando sí tocamos el tema, generalmente hablamos sobre las trabajadoras mismas, ya sea porque las descubrieron en una redada y las mandaron a centros de detención para inmigrantes o porque algún empresario con un vago conocimiento de la ley quiere abrir una cafetería en la que puedas pedir un cafécon felación incluida . Pero nunca hablamos sobre lo que mantiene vivo el negocio de las trabajadoras sexuales: los clientes.
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Para saber un poco más sobre esa parte del negocio, le pedí a Sarah , trabajadora y bloguera de 22 años de edad, que me hablara de los distintos clientes con los que ha estado.
El cliente poderoso
El tipo de cliente bien posicionado socialmente; están muy seguros de sí mismos y normalmente tienen un trabajo de directivo. Abogados, celebridades y banqueros, por ejemplo. Gente a la que le gusta mucho hablar del enorme poder que posee.
Lo que buscan de la experiencia es que les suban o les destruyan el ego. Normalmente estos clientes quieren que los dominen. Son personas con un estilo de vida influyente y el poder de controlar a los demás. Por eso, a puerta cerrada, quieren que les den una reprimenda y los insulten, porque es lo contrario a cómo todos lo tratan en su vida diaria. Por ejemplo, a muchos de estos clientes les gusta que les den por el culo. O quieren que me aproveche de ellos económicamente y que les pida regalos caros. Tengo muchos zapatos caros que ni siquiera me gustan pero son regalos de mis clientes a los que les pone el fetiche de los pies.
El cliente fiestero
Descubrí que los clientes normalmente desean lo opuesto de lo que viven en lo que respecta al sexo. El cliente fiestero, por ejemplo, es la antítesis del cliente poderoso. Estos hombres quieren sentirse dueños de una persona durante un rato. El cliente poderoso tiene automáticamente el dominio en un entorno social real, mientras que el cliente fiestero lo anhela.
Normalmente es muy alborotador y le encanta ir de fiesta: le encanta la coca, la bebida y en apariencia rebosa seguridad en sí mismo, aunque en realidad es de lo que más carece. Es decir, sí tiene confianza, pero solo sale a flote con la ayuda del alcohol o de las drogas. Después de unas rayas, sale del baño como un hombre nuevo, una fusión entre una estrella porno de los años 80 y un miembro del reparto de Gandía Shore.
Siempre te pregunta con qué te sientes cómoda para forzarte a ir más allá. Es casi como si esa lista de cosas que has dejado claro que no estás dispuesta a hacer fuera un reto para ellos. “Seguro que si yo lo hago te va a gustar”, dice. Mmm, pues no. “¿Y si te pago más? ¿O si te dejo una reseña mejor?”. La respuesta sigue siendo no.
El que se siente culpable
Las otras eran las dos categorías principales. Pero hay tipos más raros que llegan de vez en cuando, como el que tiene un ataque repentino de culpabilidad en pleno acto. El último que tuve fue un cliente, de unos 35 años, que llegó con un sombrero enorme puesto. Ya dentro, revisó dos veces que la puerta estuviera bien cerrada. Era la definición perfecta de un paranoico. Luego, mientras se la estaba chupando, gritó, “¡ESPERA! No puedo”. Le pregunté si tenía algo que ver conmigo y dijo, “No, tengo esposa; no puedo dejar de pensar en ella”.
La próxima vez que quieras un chute de adrenalina, vete a jugar a paintball.
El que se cree Richard Gere en Pretty Woman
Estos hombres tienen la fantasía de sacar a una mujer del mundo de la noche y darle una mejor vida porque, por lo visto, les pone cachondos pensar que puedo ser una buena chica solo para ellos. El último de esta especie me dijo que me iba a introducir en el negocio inmobiliario para que no tuviera que seguir “haciendo esto”.
Lo gracioso es que preferiría ahogarme con mi propia saliva a tener que conducir un Smart todo el día, intentando convencer a la gente de que inviertan todo lo que tienen en apartamentos que no les gustan.
El que se casa al día siguiente
Este cliente reserva una habitación de hotel para terminar su despedida de soltero. Normalmente hace dos reservas y llega con su padrino de boda. Los dos confiesan que es su despedida de soltero y a veces me enseñan las fotos de sus futuras esposas en el móvil. Algunos son muy atractivos.
El tío al que no se le levanta y quiere que le devuelva el dinero
Contratar a una trabajadora sexual puede ser algo abrumador para algunos hombres —nosotras tenemos mucha experiencia, ellos tal vez no— y eso puede afectar a su desempeño. Algunos se ríen de la anécdota y se van, pero los hay que intentan que les devuelva el dinero. Obviamente, esto no va así. No somos de esos abogados que, si no ganan el caso, no cobran.
El que no se come un rosco
Tal vez su pareja falleció hace poco o acaba de salir de una relación muy larga y todavía no se ha adaptado a las nuevas formas de ligar. O tal vez está satisfecho con todos los aspectos de su matrimonio o relación a excepción del sexo. Hay muchos hombres que dicen: “Estoy muy enamorado de mi mujer y quiero estar con ella hasta que la muerte nos separe, pero no quiero acostarme con ella”.
De hecho, he oído eso tantas veces que la idea del matrimonio ya no me llama la atención.
El virgen
Si un hombre cumple 20 años sin perder la virginidad, empezará a sentir el peso de la presión social. De vez en cuando llegan tíos con amigos y me pagan para que los desflore. Todas las prostitutas han vivido algo así. A veces me pregunto cuántos hombres han perdido así su virginidad.
El cliente sentimental
Tenía un cliente frecuente de 50 y pico años. La primera vez que lo vi, creí que iba a querer sexo, pero dijo, “Solo quiero tumbarme y abrazarte, ¿se puede? Y quizá hablar de cómo nos ha ido el día”. Era un viudo que extrañaba esa conexión, ese contacto piel con piel. O ese momento en el que los dos nos sentimos igual y solo queremos estar tumbados, juntos. Este tipo de cliente es de los más difíciles porque quieres satisfacer esa necesidad pero al mismo tiempo quieres encontrar algo así para ti en el mundo real.
El cliente oscuro
Estas personas tienen lo que yo considero tendencias sexuales perversas. Confesar sus fantasías sería como un suicidio social. Son hombres que disfrutan haciéndolo con chicas mayores de edad vestidas como niñas. También quieren que la habitación parezca el cuarto de una niña. La mayoría de las trabajadoras sexuales no suelen aceptar trabajos así, pero es más común de lo que crees.
El tipo cuya esposa llega en mitad del asunto
Las agencias que nos organizan las citas reciben muchas llamadas de mujeres que dicen: “¿Con quién hablo? Mi marido no para de llamar a este número”. Ya están acostumbrados; pasa todo el tiempo. Normalmente dicen que son una agencia de trabajo. Pero algunas esposas son muy persistentes y siguen a su marido infiel hasta el sitio en el que hemos quedado para vernos y se monta una escena.
Una vez, estaba a media cita con un hombre de cuarenta y tantos en un piso en el centro de la ciudad cuando empezaron a llamar al timbre insistentemente. Los dos estábamos en plena faena y no teníamos intención de parar. Normalmente eso significa que los de la agencia se habían equivocado y me habían reservado dos citas para la misma hora, pero esta vez llamé a la madama y dijo que no había sido el caso. Así que contesté y oí la voz de una mujer que decía, “Hola” una y otra vez. El cliente, que ya se había vestido completamente, salió por la otra puerta y corrió a su coche, que estaba aparcado en un supermercado cercano. Por eso siempre les decimos que aparquen cerca y no justo en la puerta del edificio donde estamos.
El gay que quiere ver si es bisexual
No son muy comunes, pero aparecen de vez en cuando. A veces se dan cuenta de que sí son bisexuales. Otras veces confirman que no.
El que gasta demasiado
Es bueno que un cliente gaste su dinero en ti pero, si se excede, llega un punto en el que empiezas a cuestionar sus razones. Es muy raro que un cliente frecuente vea solo a una chica. Por eso, si gastan un dineral cada semana para verte, sabes que probablemente se estén dejando una fortuna en total pidiendo servicios a la agencia. Casi siempre son los que quieren satisfacerte y no piden mucho. Les pone saber que tienen una mujer hermosa a la que satisfacer en la cama.