Jo-Anne McArthur empezó a flirtear con la fotografía mientras acababa sus estudios universitarios de Geografía e Inglés en Ottawa, Canadá. Al principio lo hizo por motivos artísticos, porque le gustaba la belleza que retrataban las cámaras, pero pronto se dio cuenta de que la fotografía no tan solo podía ser arte, sino que también podía ser un arma. Preocupada desde pequeña por la vida de los animales, McArthur empezó a combinar sus vocaciones y, a través del objetivo, empezó a retratar los motivos de la causa animalista desde una óptica que la ha situado como una de los mejores fotoperiodistas activistas del planeta.
Con 40 años, el libro de su proyecto más celebrado, We Animals, llega a España a través de Igualdad Animal para hacer visible lo invisible, para humanizar el sufrimiento de los animales y lograr que “el espectador no de la espalda a esta realidad que suele permanecer oculta”, en sus propias palabras. Jo-Anne ha hablado con VICE de su trabajo y de su visión de futuro para el colectivo animalista.
VICE: Llevas años centrando tu trabajo en los derechos de los animales, pero tu percepción de este tema es distinta a la de otros activistas. Pese a poner de manifiesto cómo el ser humano maltrata a los animales para comer o por diversión, todavía ves un atisbo de esperanza en el horizonte. ¿Por qué?
Jo-Anne McArthur: Hay muy pocos fotoperiodistas cubriendo las atrocidades a las que se somete a diario a los animales “invisibles”, como yo los llamo, que son aquellos que comemos, llevamos y utilizamos en todo tipo de experimentos de laboratorio. Interactuamos con partes de sus cuerpos y con sus pieles todo el tiempo, pero no somos capaces de tener en cuenta el individuo del que salieron. Es tremendamente importante visibilizar estos animales, pero también lo es dar a conocer todas esas historias de cambio, de rescates y de esperanza. Enseñar solo lo malo paraliza a la gente. Muchas veces no tenemos capacidad imaginativa para pensar en las alternativas; por eso es necesario mostrar al mundo que existen otras formas de convivir con otros animales. Es posible. ¡Es más que posible! De hecho, aquí, en España, se está haciendo realidad gracias al aumento de la lucha por los derechos de los animales y de la preocupación general por su bienestar. Han cambiado muchas cosas en los ocho años que llevo haciendo fotos en granjas españolas de gallinas, cerdos, vacas y ovejas. Las granjas siguen siendo los mismos espacios de infelicidad para los animales, pero los consumidores están cambiando, y con el tiempo las granjas van a tener que cambiar, también.
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Pero volvamos a la pregunta… Para poder avanzar, hay que centrarse en lo bueno y no solo en lo malo. La esperanza es un ingrediente esencial del cambio. ¿Cómo pretendemos avanzar si no albergamos esperanzas para el futuro? Yo creo en un mundo más amable, aunque el cambio sea muy lento. Por eso me gusta documentar interacciones afectivas con animales. Muestro a los individuos atrapados en el sistema que hemos creado y a los pocos afortunados a los que se perdona la vida. Doy a conocer el trabajo de los defensores de los animales para que sirva de inspiración a otras personas y sigan sus pasos. De hecho, es el tema central de mi tercer libro: la defensa de los animales en todo el mundo, concretamente por parte de la mujer, que siempre ha desempeñado un papel muy destacado en este movimiento. Y eso es algo digno de celebrar. El proyecto se llama Unbound. La labor de estas pioneras está llena de esperanza. El movimiento de defensa de los derechos de los animales crece de forma lateral. Ya no solo somos gente que se manifiesta en las calles. Ahora hay abogados, cineastas, neurocientíficos, fundadores de santuarios animales, escritores, políticos… Es muy emocionante formar parte de todo este movimiento.
No eres la primera ni la última en mostrar esta realidad. Ahora prácticamente medio mundo sabe cómo se trata a los animales por nuestro beneficio. Nuestros lectores verán tus reflexiones y fotografías, pero la mayoría no tomará medidas al respecto. ¿Cómo deberían abordar tu trabajo para que se produzca una reacción? ¿Qué les dirías para movilizarlos?
Muy buena pregunta. Claro, decimos que mi labor consiste en dar visibilidad a estos animales… ¡Pero es que ya son visibles! Todo depende de hacia dónde estés mirando. Internet está lleno de historias horribles. Se ha hablado mucho de ello, pero todavía falta que calen de verdad en el público general. Todo esto está empezando a ponerse en marcha ahora, y por eso considero que es un momento muy interesante para trabajar en este proyecto. Hay un montón de razones para seguir fotografiando para aumentar la credibilidad, para hacer campaña en los medios. Pero no ofrecer cualquier imagen, sino fotografías muy buenas. En ese aspecto, el movimiento también ha mejorado mucho y ahora se utilizan imágenes que captan la atención y piden a gritos que las miremos.
Entonces, ¿cuál es el secreto para hacer que la gente tome conciencia al ver las imágenes? ¡A todos nos encantaría saberlo! Hay muchas respuestas, pero simplificando un poco, para que haya un cambio tiene que haber mucha gente implicada y motivada. Muchas veces se sienten más seguros haciendo las cosas de forma colectiva, porque a nadie le gusta ser el marginado, el desterrado. El statu quo sigue siendo muy importante.
La gente no solo no quiere ver imágenes de crueldad contra los animales, sino que tampoco quiere mirarse en el espejo que esas imágenes nos ponen delante. Ver toda esa crueldad es enfrentarnos a nuestra complicidad en ese acto. Y eso no es plato del gusto de nadie.
Tenemos que comunicarnos con el público desde su posición, enseñarles que la concienciación y la acción son elementos de empoderamiento muy satisfactorios.
Soy consciente de que a muchas personas no les conmueven mis fotografías, pero eso procuro no limitarme a enseñarlas, sino que también las narro. Las historias son importantes. Tanto en mis presentaciones como en mi libro We Animals, las historias tienen una enorme importancia. La cerda Julia, a la que rescataron embarazada de una granja en la que la habían golpeado muy violentamente, dio a luz a 16 cerditos y se recuperó bien, pese a los traumas a los que la sometieron. La orca Kiska, que llevaba más de 40 años nadando sola en círculos en Marineland. El elefante de circo Luke y su vida en la carretera. La gallina ponedora Jolene, con el pico muy dañado, y la primera vez que pisa el suelo del santuario. Las historias conmueven a quien las escucha. Una vez que conoces a Julia y los demás, no es fácil darles la espalda.
Algunas de las fotos son horribles. ¿Cómo gestionas todas esas atrocidades que presencias al cabo del día?
Es muy duro y ha hecho falta mucha práctica. He ido a terapia. Hay un libro que siempre recomiendo, titulado Aftershock, de pattrice jones (no usa mayúsculas para escribir su nombre). Es una guía superútil para personas compasivas en este mundo dominado por la violencia, ya que indica cómo actuar ante todo lo que sabemos y vemos. No te voy a engañar, es una labor horrible, pero se me da bien y siento el impulso de realizarla, y veo los resultados por todas partes. Usan mis imágenes en todo el mundo y son solo una pequeña pieza del rompecabezas en lo que respecta al avance en justicia animal. No podría seguir haciendo esto si nadie mirara mis fotos, pero por suerte las ven muchísimas personas.
¿Comes carne o eres vegetariana / vegana? ¿Es (o sería) compatible serlo y trabajar tan cerca de esta realidad a la vez?
Al principio me hice pescetariana, hasta que vi un documental titulado Sea of Slaughter, basado en un libro de Farley Mowat. A partir de entonces, dejé de comer pescado o cualquier animal marino. Soy vegana desde 2003. No creo que hubiera alguien capaz de hacer el trabajo que mi equipo y yo hacemos y seguir comiendo carne. Hay una disonancia cognitiva considerable, una fuerte voluntad de aferrarse a lo que siempre hemos hecho y a no abrir nuestros corazones o intelectos a lo que hemos visto. Una vez, los chicos de Igualdad Animal y yo llevamos a un equipo de televisión holandés a unas granjas industriales aquí, en España. Después de haber grabado todo, siguieron comiendo cerdo y huevos para desayunar. Bueno. Curioso. No solo fue un insulto a los animales, sino también a nuestro trabajo.
La causa animalista ya lleva muchos años en marcha. ¿Has visto un cambio positivo o todavía estamos muy lejos?
Las dos cosas. La situación de los animales está mejorando y empeorando. Ahora es el momento de actuar. Europa y Norteamérica son dos puntos de gran interés para el movimiento porque se están produciendo cambios muy rápidos en cuanto a concienciación, acción, alternativas y alimentación creativa y compasiva. La etología y el derecho animal están en pleno auge. Por otro lado, hay muchas economías en todo el mundo que están creciendo, lo que implica un mayor consumo de carne. Ahí todavía hay mucho que hacer, pero llegaremos. No será rápido, pero lo conseguiremos.
¿Qué te llevó a involucrarte tanto en esta causa?
No podía mirar a otro lado después de lo que había presenciado. No podía quitarme de la cabeza los problemas de la desigualdad y la crueldad. Recuerdo el momento en que me di cuenta de que ya no podía comer pollo porque había tenido oportunidad de encariñarme con diez pollos que vivían en casa de mi madre, en el campo. Eran como los perros: querían atención, jugar, entrar en la casa. Vi que eran curiosos e intelectualmente complejos, mucho más de lo que pensé inicialmente. Recuerdo pensar: ¡Pero si me encanta comer pollo! Pero lo dejé. No podía vivir siendo una hipócrita. Sabía que eran animales que querían vivir. Como cualquier animal. Todos queremos vivir. Aprendí que podía vivir perfectamente sin comérmelos, y así fue.
Respecto a la cámara, eso es lo que hacemos los fotoperiodistas, seguir lo que significa mucho para nosotros. Sentimos la necesidad de contar historias. Yo he tenido la suerte de poder combinar mis dos pasiones: la fotografía y la defensa de los animales. He encontrado mi historia y mi propósito en el mundo. Ya no hay vuelta atrás. Es lo que le digo a la gente, sobre todo a los estudiantes con los que hablo en las universidades. Que averigüen qué les gusta y encuentren una forma de hacer del mundo un lugar mejor a través de esa afición.
¡Gracias Jo-Anne!
Sigue hacia abajo para ver más fotos de “We Animals”, el libro de Jo-Anne McArthur.