Hace algunas semanas conviví con un grupo de usuarios de heroína que está en proceso de desintoxicación en el Centro de Tratamiento de Adicciones, una de las 168 instituciones de rehabilitación que opera en la frontera de Baja California. Con café y tabaco rompimos el hielo y bajo ese estado de ánimo les pedí que me compartieran sus experiencias de consumo y algunos dibujos que las ilustraran. Ángel, el más joven del grupo, se puso de pie y con entusiasmo narró lo que soñó la noche anterior: “Voy manejando un auto-jeringa. Estoy jugando una carrera contra otro auto-jeringa manejado por el demonio. Voy ganando, luego me rebasa y nos emparejamos cuando llego aquí. ¿Saben qué significa mi sueño? Significa que la heroína es el diablo. Yo podía vencerla pero después me rebasó y cuando me interné aquí quedamos igual. ¡Qué loco! ¿No?”
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Este es el resultado de una dinámica que concluyó con un principio ético con el que todos estuvieron de acuerdo: un veterano de la heroína jamás ayuda a inyectarse a una persona que lo hace por primera vez. “Sería como entregarle un cuerpo al demonio y eso no está bien porque el cuerpo de uno es el templo de Dios”, sentenciaron.
“La heroína es el diablo llamándote”: Hugo García, 38 años
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Uno de los sueños que tengo es que me entra el gusano de ir por una dosis. Hablo por teléfono celular y camino hasta un lote baldío pero no llega el dealer. Me desespero hasta que veo que se acerca y me entrega dos bolsitas que me ponen muy contento. Las tengo en mis manos, puedo palparlas, sonrío, desaparecen y se nubla el cielo. Otra cosa similar que me ha pasado es que estoy cuqueando (degradación lingüística de cook: cocinar) heroína en la base de un bote de aluminio y el humo que se desprende forma un dragón que se vuelve mariposas brillantes. En inglés le dicen chasing the dragon (persiguiendo al dragón). La heroína es la mejor sensación que he sentido. Es como 50 veces más [placentero] que un orgasmo, pero también es la peor de la drogas. Por ella dejas todo. Le dicen “el beso de la muerte”.La vida de nosotros [los consumidores] está distorsionada. Consiste en levantarte de la cama por la mañana para ir a talonear (pedir dinero) y conseguir una cura, una dosis. Te la metes y pasan los días y no te bañas, ni te rasuras, te ves cadavérico y dejas de voltear a ver a las mujeres. No te bañas porque el agua helada te quita el efecto, el viaje, por eso no nos bañamos, es un desperdicio. A veces se me olvida lavar la jeringa y mi propia sangre que se quedó pegada me hace daño. Lo mismo cuando se cuelan fibras de la cobija o algodón de un trozo de calcetín que utilizo como filtro para inyectarme. Pero lo más loco son los ácaros que se cuelan en la cuchara en donde estoy cuqueando: jalo el líquido para mezclarlo con mi sangre y se van de colados cuando reporto (inyecto) a la vena, puedo sentirlos bailar adentro de las venas.
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Para comprar mi dosis vendo en un tianguis artículos electrónicos usados que una hermana me compra al otro lado (en la frontera de Estados Unidos). Nunca he batallado para conseguirla, batallo más con los tecatos (manera peyorativa de referirse a los heroinómanos que deambulan en la calle) de la colonia que siempre me quieren robar mis cosas. No la hago de pedo pero tengo preparada una pistola. En cuanto crucen mi cerco les dispararé.
“La heroína te vuelve Dios y hace que tú mismo te veneres”: Carlos El ondeado, 38 años
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Pienso que la heroína es la loquera más cabrona. En la yugular y en la cabeza es donde te pega más rápido el efecto, en los testículos no porque se te pudren. Antes el cristal me fascinaba, de acordarme se me acelera el corazón, pero ahora ya no pega como antes porque le ponen vitamina para caballos. Por eso me quedo con la chiva. Debo estar trucha porque van cuatro veces que me quieren dar piso (matarme) dándome porquería. Quién sabe qué sustancia ha sido, pero con la última comencé a convulsionarme, a enroscarme, se me inflaba la panza muy culero.Sueño que llego a mi colonia y camino calle por calle hasta la tiendita en donde me venden. Toco la puerta, doy el dinero, me dan la droga y cuando tengo la erre (herramienta) en la mano, cuando ya me la voy a meter, no puedo, eso está de la verga. Yo no debo estar en la calle porque soy lumbre. Tengo un hijo de 18 años que es cristalero (adicto a la metanfetamina), quiere ser igual a mí en todo, es bueno para el fierro (armas), eso me da miedo.Trabajaba en unas carnitas estilo Michoacán de mi padrino. Ahí mismo me quedaba a dormir. Como a las ocho de la mañana me despertaba: “Carlos ahí te van 50 pesos, cúrate (inyéctate) y ponte a chambear”. Yo le contestaba: “Me levanto solamente si me das 100 pesos, por 50 seguiré dormido”. Me daba el dinero, me curaba y a las 12 del día ya me había metido unos 300 pesos. De ahí hasta las seis de la tarde tiraba barrita (descansaba) y luego me iba a un puesto de hamburguesas en donde me pagaban 200 pesos diarios, y pues, véngase para acá, también me los metía.
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Puedo decir que con el tiempo uno se cree un Dios y uno mismo se venera. Yo soy de los que va a todas las conectas para saber dónde está la más chingona. Y si tengo que ir hasta el maldito infierno lo haré.
“La heroína es una mujer que te mata si la abandonas”: Fernando Robles, 34 años
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Para dejar de meterme heroína necesito amarrarme un huevo, porque cambiarme de ciudad no sirve de nada. Si me voy a China alguien me venderá allá. Todo está en la mente. He soñado que me fleto, siento el rash (explosión del efecto de la droga), pero me despierto y desaparece el efecto.Una vez me pusieron ajo en la punta de la jeringa y cuando me inyecté me andaba asfixiando. El ajo te corta el aire, alguien quería matarme. Andando en esto he aprendido que la sal aumenta la presión sanguínea, por eso cuando alguien está teniendo una sobredosis le avientas 20 gotas de agua con sal y le aprietas la panza cuatro veces hasta que solitos agarran color. Me gusta inyectarme porque no pienso en nada.
“La heroína es una serpiente que te arrastra a la inmundicia”: Ángel Mosfon, 26 años
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Sentí una tortura mental y volví otra vez a la cuartería de mi compa el rastudo. Apenas entré a su casa, le di dinero a su mamá para que llevara a comer a sus hijitos, no quería que me vieran inyectarme. “Compa, ahí le va una feria, pida dos gramos, vamos a hacer una cura algo bien”, le dije. No pasaron ni 15 minutos y llegó la conecta. “Tú le sabes, tú agárrame carnal”, le dije. ”¿Baisa (mano), cuello o pierna?”, me preguntó. “Cuello, donde pega más”.Agarré mi dedito pulgar, me lo metí a la boca e inflé los cachete con fuerza para que se me saltara la yugular. Aguanté la respiración y ¡pum!, entró el filero (jeringa). “Suelta el aire”, dijo mi homie y sentí la descarga. Un hormigueo por todo el cuerpo, comencé a rebotar para arriba y para abajo como si fuera un Impala 68 y tuviera hidráulicos; se me nubló la vista y me quedé en silencio total. Me aliviané, vi mi cuerpo y dije: “Por poco valgo verga”.Estos últimos meses bajé 35 kilos porque me estaba metiendo tres gramos de harina y huevo (diariamente). Un gramo cuesta 300 pesos. No me meto más porque ya no me alcanza el día para hacer más dinero.
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Hace poco estaba cocinando un gramo para mí y otro bato afuera de mi casa. Llegaron dos güeyes que iban saliendo de un centro de rehabilitación. “¿Qué ondas, nos vendes una madre?”, me preguntaron. “Simón, sírvanse”, les dije. Se fletaron pero como estaban limpios del organismo les cayó mal y se comenzaron a pasar (tener una sobredosis). En chinga fui por hielos, leche y sal. El bato que estaba conmigo no quiso ayudarme porque si se morían la policía se la haría cardiaca. Ni modo, yo solo los reanimé. A cada uno le inyecté 10 rayas de agua con sal, les puse hielo en los testículos y les aventé unos tragos de leche pero no se alivianaban. Comencé a cachetearlos para que no se durmieran porque así es como se muere la raza. “¡Hijos de su puta madre! ¿No que muy vergas? ¡Despierten!” Uno tiene que darles en el ego, hacerlos que se enojen, porque sí escuchan pero no pueden reaccionar.Cuando me fleto me gusta sacarme sangre y volvérmela a meter a la vena, sacarla y meterla. Algunos dicen que estoy jugando con la sangre pero es un trip mío asegurarme de que corra la chiva por mis venas, me da miedo sacarme el cuete y que se me salga la chiva. Otro trip mío es poner “Mosfon”, mi apodo, con las gotitas de sangre que me salen de la vena. Todo el baño de mi cuarto está tapizado con hileras de ese nombre, por eso a mi familia le da miedo entrar ahí, dicen que es como brujería. Siempre digo que mi nombre es Ángel y mi problema es el Mosfon.Soy culo y deshonesto, le robo dinero a mi familia cuando ando muy malilla, pero trato de no perjudicarlos. Antes me iba a asaltar personas y robar comida y aerosoles de los mercados, pero ahora mejor le regalo unas pingas o chiva a uno de mis amigos y le digo: “Te regalaré esta madre pero tienes que meterte a aquel cantón (casa). Cuando salgas vendrás conmigo y yo voy a elegir con qué quedarme, lo demás será para ti”. ¿Por qué me voy a meterme a un cantón si hay batos que lo pueden hacer por mí?
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