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Tommy Thompson: el cazatesoros más famoso no encontró el galeón San José

El libro "El galeón San José y otros tesoros" (publicado en Colombia bajo el sello Aguilar) reabre la polémica sobre la suerte de las riquezas hundidas. Publicamos el capítulo sobre uno de los gringos que lo tiene en el radar.

Dos años de búsqueda necesitó la Policía Federal de los Estados Unidos para encontrar y capturar a Tommy Thompson la última semana de enero de 2015. Junto a su compañera Alison Antekeier estaba registrado con nombre falso en un hotel Hilton de Boca Ratón oeste, en Palm Beach, Florida. El FBI no lo perseguía por ser el cazatesoros más reconocido de la historia, fama consolidada tras haber rescatado en 1989 al menos 20 toneladas de oro del naufragio colonial del SS Central America, sino por una orden judicial bajo acusación de quedarse con la mayoría de la fortuna sin darle la parte que les correspondía a sus compañeros de exploración, a firmas aseguradoras e, incluso, a la famosa casa de subastas Christie's.

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Como todo en su vida, fue una persecución de película, comparable a la que se hizo en Colombia contra el narcotraficante Pablo Escobar. En los estados de Florida y Ohio las autoridades instalaron vallas gigantes pidiendo información sobre su paradero y la detención fue objeto de cubrimiento especial en directo por cadenas televisivas como Fox. Aparte de las aventuras de esta leyenda del océano, el caso de Thomas Gregory Thompson tiene un capítulo colombiano, pues en 1993 fue contratado por el Gobierno Nacional, administración de César Gaviria Trujillo, para que verificara si en aguas cercanas a las Islas del Rosario estaba hundido el galeón San José junto con su tesoro.

En los archivos de la Presidencia de la República está el contrato suscrito en el mes de octubre de ese año por US$817.203,30 con la empresa fundada y presidida por Thompson, la Columbus Exploration Inc., registrada en Columbus, Ohio, y representada entonces en Colombia por el empresario Fabio Echeverri Correa. Era "para llevar a cabo labores correspondientes a la localización e identificación de antigüedades y valores náufragos que pudieran hallarse dentro de un área cuyo centro se fijó con base en las coordenadas que entregó la Nación, ubicadas en cercanías de Cartagena de Indias"; en resumen, "una verificación de las coordenadas del lugar donde se supone que yace el galeón San José".

Desde los años 80, Thompson tenía dos grandes objetivos: localizar y rescatar los metales preciosos del SS Central America y del San José. Primero vino a Colombia, pero se le habían adelantado los buscadores de Glocca Morra Company (hoy Sea Search Armada), que había denunciado en 1982 el hallazgo del barco con bandera española, hundido en 1708 por los ingleses.

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Thompson prefirió dedicarse a la búsqueda del Central America, el Titanic de su época (1875), y logró el que hasta hoy es considerado el mayor hallazgo de un tesoro colonial sumergido: se habló de hasta 21 toneladas de lingotes y monedas que eran transportados desde Panamá hacia Nueva York. Nunca llegaron porque un huracán hundió el barco con 425 pasajeros, de los que hubo 155 sobrevivientes. La fortuna de empresarios y mineros, que regresaban desde California haciendo tránsito del Pacífico al Atlántico en plena fiebre del oro, quedó a 8.000 pies de profundidad en aguas cercanas a Carolina del Norte, hasta cuando el estadounidense logró "la hazaña" tecnológica de localizarla y rescatarla.


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Cuando llegó con la carga al puerto de Norfolk se convirtió en héroe nacional: miles de curiosos lo esperaban, lo recibieron al ritmo de los acordes del himno estadounidense "Stars and Stripes Forever", interpretado por una banda militar, mientras desde el buque expedicionario Bob Evans, uno de los ayudantes del cazatesoros, gritaba: "¡Oro! ¡Oro! ¡Montones de oro!".

De inmediato, una guardia oficial bloqueó el acceso y se acercó un camión blindado de la transportadora de valores Brinks. Todos los periódicos y noticieros hablaron de "un tesoro nacional para ser resguardado y compartido", pero son más los líos judiciales e intrigas personales que los beneficios para ese país. Tal cual lo que nos puede pasar aquí con el San José. Thompson escribió la historia del hallazgo del SS Central America en el libroNave de oro en el mar azul profundo. Sobre él se escribió tambiénEl navío de oroy se rodaron varias películas.

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Esa hoja de vida de chico bueno, no la de estafador, fue la que trajo a Colombia al aventurero y la que llevó a Fabio Echeverri a recomendarlo para el concurso público que se le adjudicó a la Columbus para que verificara lo que Glocca supuestamente había descubierto una década atrás sobre la posible localización del San José. Fue presentado como "pionero en la investigación de los océanos" y "doctor en ingeniería científica, con conocimiento de ingeniería mecánica, oceanográfica y diseño de máquinas".

Una vez terminó la misión, su sentencia dejó sorprendidos a los periodistas y al gobierno de César Gaviria, que lo consignó así en un comunicado: "después de nueve días de trabajos en el mar bajo interventoría designada por la Nación, la expedición regresó a Cartagena el pasado 3 de julio (1994) y presentó un informe verbal a la Presidencia de la República". Con base en él, "el Gobierno ha concluido que no existe allí ninguna especie náufraga y por supuesto tampoco hay rastro alguno del galeón San José".

Thompson, con pelo crespo un poco largo y barba poblada, vestido de traje nuevo de paño gris, reloj de buceador y una corbata ancha con un mapamundi estampado, le dijo entonces al diarioElEspectadoren Bogotá que su conclusión no tenía "margen de error científico, porque repetimos el procedimiento dos veces seguidas y comprobamos que no hay ni la menor señal de él".

Explicó que estuvo asesorado por diez expertos en electrónica y por historiadores. "Fueron nueve días con sus noches, porque casi no había tiempo para dormir. La jornada comenzaba a las 5:30 a.m.". Dijo haber utilizado tecnología de última generación: "programamos y sincronizamos una serie de aparatos especiales para observar el fondo del mar, los cuales bajamos hasta la profundidad exigida a través de kilómetros y kilómetros de cable. Para ello utilizamos un aparato llamado Side Scan, que envía señales de sonido que ayudan a crear una fotografía que nos indica si en el fondo hay algo de importancia, hasta objetos más pequeños a los 30 centímetros". Con la "apertura económica" en boga, era la primera vez que se veía un despliegue de esa magnitud en busca de un tesoro, aunque desde los años 70 se especuló de otros que no fueron públicos.

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El Gobierno justificó la operación y el costo como un tema de Estado, la misma expresión que utilizarían los gobiernos que le siguieron hasta la fecha. La detalló así en el expediente que también reposa en la Procuraduría General de la Nación y parece un cuento de ciencia ficción: "Se utilizó un sistema de navegación de alta precisión doblemente redundante, integrando sistemas de posicionamiento por satélite y en tierra, y se emplearon transponders acústicos sobre el fondo marino para la navegación submarina de los instrumentos. Todo esto permitió integrar el fondo del mar con la posición de los vehículos submarinos y el buque, con respecto a la tierra y los satélites, y tener posibilidad ínfima de error en la posición en el mar".

Thompson dejó los siguientes interrogantes contra su competencia, Glocca Morra, en la entrevista conEl Espectador: "Creo que pudo ser que efectivamente encontraron el galeón y se guardaron el secreto o no lo encontraron y también se lo guardaron. Si fue lo primero, fue por razones de seguridad o motivos confidenciales, pero si lo que aconteció fue lo segundo, creo que dijeron lo contrario por orgullo profesional y para no reconocer que no habían encontrado nada". Más misterio al gran misterio.

Añadió que su exploración demostraba que lo dicho por Glocca tenía "muchas inconsistencias", por ejemplo, que no coincidía en la profundidad por un margen de 30 pies. Luego se certificó que el madero presentado en los 80 por ellos para certificar el hallazgo del galeón no correspondía a la época sino al siglo XX. Esto fue desmentido por Glocca y SSA (más adelante la historia de estas firmas hace parte de otros capítulos, con personajes de Hollywood y el Watergate de por medio).

Mientras en Colombia esperamos con ansiedad a que saquen a flote el tesoro del San José y sea llevado a Cartagena por el buque ARC Malpelo de la Armada Nacional, en medio de los acordes del himno nacional y al ritmo de papayeras, el controvertido Tommy Thompson sigue preso y negociando con el tribunal federal de Ohio para que lo liberen a cambio de devolver dos millones de dólares que sus compañeros de aventura dicen que les debe.

En diciembre llegó a una audiencia en silla de ruedas y su abogado adujo que su cliente está enfermo y que sufre de amnesia, por lo que no recuerda dónde escondió el dinero en efectivo y las monedas de oro producto del tesoro del Central America. El juez Algenon Marbley le preguntó: "¿Dónde está el botín?". Thompson, de 63 años de edad, ya no con la cara deplayboyque cautivó mujeres en Colombia sino de perturbado, respondió: "Mis piernas están hinchadas y mi sistema inmune está desequilibrado". "Amnesia selectiva, que se suma a su falta de credibilidad", repuso el juez que antes de Navidad lo condenó a dos años de cárcel y una multa de 250 mil dólares.

Quienes conocen al testarudo Tommy dan por descontado que, una vez libre, en 2018 recuperará la memoria, irá por su caja fuerte y volverá de nuevo los ojos sobre la Colombia de los galeones a la que llamó con sinceridad de comerciante "país bello y mágico".

*Editor dominical del diario colombiano El Espectador. También es autor de "Vivir un Mundial. Crónicas de Brasil 2014" (eLibros Editorial), "James, su vida. Retrato de un país y de un héroe" (Aguilar).