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Drogas

El Trankimazin es el Xanax español

Hablamos con tres consumidores de Alprazolam y un experto sobre sus efectos, su consumo sin receta y la adicción que genera.
AC
ilustración de Aina Carrillo

"Empecé a tomarlos por prescripción médica. Tenía unas crisis de pánico y ansiedad terribles. Soy DJ y me daban cuando estaba pinchando, alguna vez tuve incluso que dejar la cabina. Entonces mi psiquiatra me recetó Alprazolam de 0,5 miligramos. Lo dejé sin darme cuenta, sin hacer ningún esfuerzo, cuando empezaba a encontrarme mejor. Pero en épocas de estrés o nervios lo he consumido, casi siempre porque me los conseguía sin receta mi madre", cuenta Jaime*.

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A Antonio* no se los recetó ningún médico. "El primer Trankimazin que tomé fue hace 6 o 7 años. Unos amigos que llevaban tiempo consumiendo ansiolíticos vinieron a casa y me lo ofrecieron, así que la primera vez fue de manera totalmente lúdica. Pero, tras una relación con algunos problemas y excesos, empecé a tomarlos con mucha frecuencia. A veces tomaba 2 y 3 al día. Además mi problema es que empecé con los de 2 miligramos, la dosis más grande. Ni siquiera se venden en farmacias, son de uso hospitalario, así que se los pillaba a adictos a la heroína. Se los dan para paliar los efectos del síndrome de abstinencia, así que era tan sencillo como darles 20 euros y recibir a cambio un bote con 50 benzodiacepinas".

Elena* empezó a tomarlas por prescripción pero, cuando el psiquiatra dejó de recetárselas, también recurría a adictos a otras sustancias para conseguirlas. "Empecé a tomarlas porque, durante mi primera juventud consumía muchas drogas frecuentemente. Speed, pastillas, MDMA, cocaína… cuando me mudé a Madrid para estudiar las dejé porque quería centrarme en mis estudios y me empezaron a dar unos ataques de ansiedad muy gordos. La primera vez que me ocurrió fui al hospital pensando que me estaba dando un paro cardíaco y me dijeron que lo que me pasaba era que tenía ansiedad y me pusieron en tratamiento. Pero cuando acabó el tratamiento y por lo tanto las recetas, no dejé de tomar Trankimazin. Estuve desde los 20 años hasta pasados los 30 haciéndolo", cuenta.

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Como Jaime, Antonio y Elena, el 18 por ciento de la población española reconoce haber tomado ansiolíticos sin prescripción médica a lo largo de su vida según el último estudio publicado al respecto por BCM Psyquiatry. El problema subyacente es la adicción que generan en muchos casos estas sustancias. Y, mientras miramos desde lejos y a veces romantizamos cómo una parte de la industria del trap americana le canta al Xanax, con el rapero Lil Peep a la cabeza, que falleció el noviembre del pasado año a causa de una sobredosis, en España somos líderes europeos en el consumo de psicofármacos. Y obviamos a veces que el Xanax de las canciones es sinónimo de nuestro Trankimazin, aunque su nombre no suene tan bien.

"Si aguantas la primera media hora sin dormirte te sientes muy relajado, puedes meterte en tus pensamientos y sentir que los estás analizando de una manera mucho más objetiva de la que lo haces normalmente"

"Las benzodiacepinas han sido muy prescritas, son un poco las aspirinas psicológicas de las últimas décadas del siglo XX y aún siguen estando bastante extendidas. Son tranquilizantes menores y se clasifican por su vida media. Las hay de vida ultracorta, de vida corta… El Trankimazin, cuyo nombre genérico es alprazolam, tuvo su momento de gloria hace décadas, que era cuando más se usó, en algunas ocasiones prescritos por médicos de cabecera, para situaciones psicoactivo-reactivas o crisis de pánico. El gran problema vino cuando se vio que generaban tolerancia y dependencia, y que si eran retiradas de manera brusca, se lo hacían pasar al paciente francamente mal", comenta el médico psiquiatra Alfonso Chinchilla Moreno.

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El Trankimazin es nuestro Xanax. Y no son pocos los jóvenes que acaban dependiendo de esta benzodiacepina que debe usarse siempre bajo supervisión médica aunque en muchas ocasiones no sea así. "Mucha de la gente que toma alprazolam u otras benzodiacepinas va ingiriendo cantidades crecientes hasta convertirse en auténticos toxicómanos de estas sustancias. Aunque están mal vistas en todas partes del mundo, son fármacos en general seguros cuando se prescriben bien y durante un tiempo prudente, no de forma continuada. El problema es que a veces o se prescriben y se usan de una forma imprudente. Se ve también en personas mayores con otro tipo de benzodiacepinas. Hay casos de gente que ha usado Orfidal como hipnótico durante años y al final han tenido que ingresar para desintoxicarse de esta dependencia", comenta el doctor.

"Dentro de las benzodiacepinas tampoco hay nada comparable. La diferencia es que, cuando me tomaba un Alprazolam, si me iba a la cama me dormía muy bien, muy rápido, pero si no, podía seguir haciendo mi vida con total normalidad"

Pero cuando empiezas a consumirla sin receta, como apunta el psiquiatra, no sueles reparar en los riesgos, como le ocurrió a Antonio. "La sensación cuando te la tomas es que te ayuda a ciertas cosas", cuenta. "Si aguantas la primera media hora sin dormirte te sientes muy relajado, puedes meterte en tus pensamientos y sentir que los estás analizando de una manera mucho más objetiva de la que lo haces normalmente. Es como si te abriera, como si te hiciera tomarte las cosas con mucha más calma. Como si te quitara un peso de encima y de repente todo fuera más ligero", explica.

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Elena está de acuerdo. "Yo lo que sentía era una paz absoluta, la desaparición de todos mis problemas. Como sufría ansiedad y mi sensación a veces era que me iba a dar un ataque al corazón o me iba a morir, la mente me iba a doscientos por hora, y el Trankimazin era lo único que me relajaba. Lo intenté con valeriana y pastillas naturales y también tomaba Myolastán, que fue retirado del mercado hace poco. Pero nada me funcionaba igual que el alprazolam", dice.

"Su efecto no se parece al de ninguna otra sustancia", comenta Jaime. "Incluso te diría que dentro de las benzodiacepinas tampoco hay nada comparable. La diferencia es que, cuando me tomaba un alprazolam, si me iba a la cama me dormía muy bien, muy rápido, pero si no, podía seguir haciendo mi vida con total normalidad, sin sentirme un zombie ni nada de eso".


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A Antonio le ocurría igual. "Aunque llegué a consumir tres Trankimazines de 2 miligramos al día, podía conducir con normalidad, podía hablar con normalidad y podía hacer mi vida de manera totalmente normal. O eso pensaba. Porque cuando pasó un tiempo me di cuenta de que no podía funcionar así eternamente, de que para mí ya no era una herramienta sino que si no me lo tomaba la película se me empezaba a distorsionar un poquito".

Fue entonces cuando Antonio lo dejó de golpe. Era la segunda vez que lo hacía. "La primera vez que lo dejé me fui a Zamora desde Madrid, donde vivo, a descansar unos días. Yo nunca me imaginaba que eso enganchaba, pero de repente el primer día que no lo tomé me empecé a poner nervioso y me entró ansiedad a todos los niveles: cabeza, estómago, corazón… estuve sin poder dormir durante cuatro días seguidos. Cuando conseguí hacerlo y me desperté me fui directo al médico y le conté lo que me había pasado. Me respondió que me podía haber dado un ataque cardiorespiratorio, porque tenía que haberlo dejado de manera muy progresiva y más tomando las cantidades que tomaba yo. La segunda vez que lo dejé también lo hice de golpe pero fue más tranquilo porque sabía como iba la cosa", cuenta.

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"Hay muchas formas de afrontar la ansiedad, y que al final los psicofármacos son la vía rápida, la fácil, lo instantáneo"

A Jaime, sin embargo, no le costó dejar de consumir benzodiacepinas. "De repente un día me di cuenta de que llevaba dos meses sin pedirle la receta a mi psiquiatra y de que, de hecho, la caja que tenía en casa estaba prácticamente entera. Las he vuelto a tomar muchas veces después, nunca con fines lúdicos sino por estrés, por ansiedad o porque he llegado de fiesta demasiado acelerado por consumir otras sustancias y los Trankimazines me ayudaban a dormir y a descansar. Creo que al fin y al cabo, ninguna droga es tan terrible, el problema terrible es el que tenemos nosotros y que nos hace apoyarnos en la droga o entregarnos totalmente a ella y solo encontrarnos bien cuando estamos en un estado alterado de la conciencia. Creo que en ese sentido, realmente nunca me ha constado desengancharme de las benzodiacepinas porque no son la droga en la que me apoyo cuando necesito huir, quizá me apoyo en otras", cuenta.

Para Elena fue distinto. Asegura que la ansiedad que le provocó dejar las benzodiacepinas fue aún peor que la que las llevó a consumirlas. "Si tuviera que advertir a alguien que va a empezar a tomarlas le diría que le van a producir más ansiedad de la que tiene el día que las quiera dejar. Los ataques de ansiedad son peores con el 'síndrome de abstinencia' del Trankimazin, es algo horrible. Le diría que hay muchas formas de afrontar la ansiedad, y que al final los psicofármacos son la vía rápida, la fácil, lo instantáneo. Pero no dejan de ser un parche y en muchas ocasiones, si su consumo se prolonga en el tiempo, lo que crean es una adicción duradera", comenta Elena, que tras más de diez años consumiendo alprazolam, ha conseguido, por fin, dejar de ponerse nerviosa si sale a la calle sin un blister de alprazolam.

*Jaime, Antonio y Elena no son nombres reales, los hemos cambiado para garantizar su anonimato.

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