Actualidad

Estoy en cuarentena por el coronavirus

No puedo ir a trabajar ni abandonar la zona, pero lo más contagioso son los rumores.
Niccolò Carradori
tal y como se lo contó a Niccolò Carradori
Florence, IT
codogno
No puedo ir a trabajar ni abandonar la zona, pero lo más contagioso son los rumores.

Es domingo, y mi familia y yo nos hemos aprovisionado. Estaremos bien durante unos días, pero los supermercados a los que solemos ir han cerrado, y a las puertas de las tiendas que siguen abiertas se están formando colas de gente. Solo se permite la entrada a los clientes por turnos. Imagino que estos son los efectos a corto plazo de un periodo impuesto de cerco sanitario.

Vivo en Codogno, en la región de Lombardía. En esta ciudad de 15 000 habitantes, se registró el primer caso de coronavirus de Italia; también fue una de las 11 poblaciones en las que el sábado se declaró el cordón sanitario de forma inmediata. Estoy entre los ciudadanos a los que no se nos permite salir de la zona roja del brote, de la que alguien dijo anoche en la tele que estaba “blindada”. Las carreteras están bloqueadas para impedir las salidas y los trenes no paran aquí.

Publicidad

En Italia, el brote repentino del viernes, que al parecer no ha sido provocado por nadie que hubiera viajado a China, ya se ha saldado con la muerte de siete personas, lo que sitúa a Italia como el tercer país del mundo en el que el coronavirus ha tenido más impacto. El Gobierno ha tomado medidas urgentes y algunos dirían que drásticas: se han cerrado escuelas, museos y determinados establecimientos en las zonas afectadas, que se extienden por siete de las regiones más ricas del país. Se ha suspendido todo tipo de reuniones privadas o públicas en la zona roja, así como los servicios de transporte público y paquetería. Pese a los rumores, no se nos ha prohibido salir de casa, pero han recomendado que limitemos el tiempo que pasamos en lugares públicos.

He intentado servirme de mis capacidades y de la información que tengo a mi disposición. Tengo 33 años y doy clases de Ciencias Naturales, Higiene y Anatomía en el instituto Cesaris de Casalpusterlengo, a unos 50 kilómetros al sureste de Milán y otra de las ciudades lombardas en las que se ha aplicado el aislamiento sanitario. El viernes por la mañana me estaba preparando para ir a trabajar cuando me enteré del caso en Codogno.

Resultaba inquietante ver las imágenes del hospital de la ciudad en los principales periódicos italianos; ver cómo el coronavirus pasaba de ser algo abstracto a una realidad muy concreta. En el colegio, los niños estaban en shock y algunos compañeros no tuvieron otra opción que cancelar las clases debido a la tensa situación. Mis padres, que saben que paso mucho tiempo rodeado de gente, me dijeron que llamara a los servicios de emergencia para que me hicieran la prueba del virus. He intentado tranquilizarlos y razonar con ellos.

Publicidad

Ojalá alguien pudiera hacer lo mismo con los habitantes de Codogno. La gente se ha lanzado a comprar mascarillas ⎯que la OMS ya ha anunciado que solo sirven si tienes tos o estornudas o para prestar atención sanitaria a alguien sospechoso de estar contagiado con el coronavirus⎯ hasta que se acaben las existencias. También se han disparado las ventas de bastoncillos para pruebas, y el alcalde ha tenido que pedir a la gente que no se desplace a zonas fuera de los límites para adquirirlos, ya que los supermercados reabrirán y volverán a disponer de existencias.

Las calles, como cabría esperar, están casi vacías. Cierto es que Codogno nunca ha sido una metrópolis bulliciosa: como la mayoría de las poblaciones italianas de pequeño-medio tamaño, tiene una población envejecida. Por eso es muy gracioso cuando, en las noticias, se oyen cosas como que “la vida nocturna de Codogno está paralizada”. Nunca ha habido “vida nocturna” en Codogno.

En internet, el pánico por el virus se ha extendido como la pólvora. Pese a mis objeciones, mi madre sigue consultando grupos de Facebook morbosos en los que se difunden noticias falsas y un alarmismo innecesario. Un periodista que solo buscaba a alguien que quisiera hablar de su experiencia recibió increpaciones y acusaciones de querer sacar rédito de la situación. En WhatsApp circulan notas de voz anónimas en las que se divulga información falsa sobre el virus, los infectados y las supuestas mentiras difundidas por las autoridades.

Pero, al margen del alarmismo y el repentino interés por Codogno, hasta ahora mi cuarentena ha consistido en ocupar el tiempo. Me he pasado dos días en casa, llamando para cancelar todos mis compromisos y respondiendo a los numerosos mensajes de amigos que querían saber más. Mi familia también está ocupada, y si tenemos que salir de casa, lo hacemos sin más preocupación, limitándonos a tomar las precauciones necesarias.

Parece que la moral se ha vuelto a instalar. Incluso una conocida a la que han puesto en cuarentena total porque tiene un familiar infectado sonaba más tranquila por teléfono. Me dijo que las autoridades todavía no han hecho pruebas a los parientes cercanos que pudieran haberse contagiado, seguramente porque, a estas alturas, se estarán centrando en casos de mayor riesgo.

Mientras tanto, como científico, quisiera dar un par de consejos a quien se encuentre en la misma situación que yo ahora mismo. Sé que el aislamiento puede hacer cundir el miedo: te hace sentir el peligro de forma más aguda y corres el riesgo de sobreestimarlo. Por tanto, en primer lugar, que no cunda el pánico. Antes de poneros en el peor de los casos, intentad documentaros con fuentes serias. Seguid al pie de la letra las instrucciones oficiales, pero no vayáis más allá. Por último, alejaos de los grupos de Facebook y chats de WhatsApp en los que la gente intercambia opiniones e informaciones: estas se propagan más rápidamente que el propio virus.