Salud

Mi propósito de año nuevo será no renunciar a nada que me haga feliz

Este año no cumplí mis metas. Pero, ¿por qué?
Hannah Smothers
Brooklyn, US
DS
traducido por Daniela Silva
In 2021, I Resolve to Quit Absolutely None of My Stupid, Comforting Habits
Illustration by Nico Teitel

En lugar de revolcarme en la culpa por mi falta de progreso personal este año, estoy probando un enfoque completamente nuevo para 2021. Quiero preocuparme menos por agregar o restar cosas nuevas a mi vida, y enfocarme en vibrar con las cosas que ya sé que amo: mis estúpidos hábitos. Me niego a deshacerme de ellos el próximo año.

Diciembre suele marcar un período de reflexión. Normalmente, durante estas últimas semanas, reflexionamos sobre nuestra vida y pensamos: “¿Qué puedo agregar o quitar para tener unos puntos extra como persona?”.

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La mayoría de los propósitos de año nuevo dependen de este ejercicio de reflexión: dejamos de fumar, bebemos menos, hacemos más ejercicio, bla, bla. A finales de 2019, mis propósitos siguieron esta lógica. En la burbuja de optimismo que viene con un año nuevo, se me ocurrió hacer pequeños ajustes para convertirme en una persona más feliz. Según una nota que hice en mi celular el primero de enero de 2020, quería atreverme a hablar más con extraños, en lugar de quedarme ahí sentada preguntándome cosas como: “¿Cómo se llamara esa canción que puso el barman (que está a un metro de distancia)?”, y leer más en lugar de pasar horas viendo la tele. Me propuse cosas banales: pequeñas adiciones a mi vida normal que, algún día, podrían sumarse a una gran sensación de mejora y crecimiento.

Por supuesto, como dicen todos, 2020 tenía otros planes. La situación de este año eliminó la posibilidad de hablar con extraños (al menos en persona). Mi cerebro, preocupado por pensamientos de violencia estructural y muerte, solo podía concentrarse en el paisaje sublime y animado de King of the Hill y otros reality shows. En lugar de aprovechar la cuarentena para poner en marcha mis proyectos personales y/o alguna rutina de ejercicio, retrocedí. La motivación para crecer y mejorar desapareció, ya que muchas personas perdieron los cimientos que se suponía que debían estar "construyendo".

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En mi billetera tenía un papelito en el que un bartender había escrito el título de varias canciones que me habían gustado mucho. Había planeado usar ese trozo de papel como un recordatorio de lo bueno que puede ser preguntar las cosas, según mi propósito.

En cambio, a medida que pasaba el tiempo, la lista sirvió como una reliquia extraña del pasado que me hacía sentir engañada. “¿Cómo me atrevo a pensar que este año podría estar lleno de interacciones encantadoras con extraños?”. Pedí hordas de libros por internet. “¡Estoy salvando las librerías!”, pensaba, y no leí ninguno, solo se fueron acumulando en los estantes del mueble de la televisión, haciéndome compañía mientras me sentaba y miraba la tele durante horas.

Me sumergí profundamente en una serie de tácticas de autoconsuelo que oscilaban en la depravación. Durante meses, me negué a escuchar otra cosa que no fueran las transmisiones de Honky Tonk Happy Hour de Marfa Public Radio. De repente usaba la cuenta de mi madre de XM radio para escuchar horas y horas de Willie’s Roadhouse y la estación de los Beatles. Vi todas las temporadas de Love Island, aplastando absolutamente mi propio objetivo de "leer". Me entretuve con una gran cantidad de podcasts de Bachelor, rotando entre algunos como mi soundtrack para quedarme dormida y soñar con vestidos de lentejuelas y rosas sin espinas.

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En este infierno, logré encontrar algo que me pareció original: al contemplar un tazón lleno de masa para galletas, me di cuenta de que podía omitir las chispas de chocolate, poner la masa en un recipiente y comerla del refrigerador cuando quisiera ( las chispas, cuando están refrigeradas, son tan duras que podrían romperte un diente; me gusta más la masa suave). “Esto es lo que hace una persona deprimida”, pensé con satisfacción, comiendo pizcas de azúcar morena y mantequilla.

Consideré sentirme mal por no haber cumplido mis propósitos. Cambié de opinión rápidamente cuando sentirme mal resultó peor de lo que esperaba. Además, la mayoría de las veces no me sentía deprimida; me sentía reconfortada. Seguí adelante y me enamoré de los videos de hauls de Target en TikTok; las luces cálidas de las tiendas departamentales me hacían sentir alivio; prácticamente podía oler las palomitas de maíz que venden en la entrada. Cuando bajó la temperatura, me dediqué a convertirme en una Christian Girl Autumn y descargué la aplicación de Starbucks, me metía todos los días para crear brebajes complicados y almibarados.

Ahora, no es por presumir, pero he acumulado más de 200 estrellas: pequeñas recompensas por ser un cliente leal en Starbucks. No tengo la intención de hacer algo con lo que he "ganado" porque ver todas mis estrellas me hacen sentir como si hubiera logrado algo. ¡No es que de eso se trate todo esto!

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Según todas las métricas: fallé en cumplir mis metas este año. Pero, ¿por qué? Las tareas pequeñas, y ni hablar de las ambiciones grandes, demostraron ser insuperables este año. Mis propósitos pasaron de ser formas de mejorar a formas de evitar el pánico constante sobre la larga lista de realidades inminentes, y futuros cercanos. Cuando dejé de ver mis hábitos de aislamiento como "malos" y en su lugar evalué lo que realmente significaban para mí, me quedó claro que las cosas que había estado evitando en realidad me estaban ayudando, de una manera extraña y reconfortante.

Mi propósito de año nuevo nunca sería consumir más azúcar o ver más dibujos animados, pero esas eran precisamente las cosas que quería y necesitaba. Salvo un ataque de salmonela por la masa cruda de galletas (que puede no ser más que un cuento para ahuyentar a los niños), no hay nada particularmente malo en las formas semi-asquerosas en las que encontré paz durante este año tumultuoso, ahora lo sé.

A falta de otro apoyo, no creo que sea extraño o inútil sentir que hay un piso debajo de tus pies y un sabor dulce en tu boca mientras nos abrimos paso hacia el próximo año. Los eventos de este año han enfatizado la importancia de dirigir la energía hacia la colectividad y reformular la lista de pequeñas tareas que representan el "crecimiento personal". Nuestro triste estado actual no representa una necesidad de exigirnos más a nosotros mismos, sino una necesidad de exigir más de todo el sistema. Ver King of the Hill durante la cuarentena no determina el lugar de una persona dentro de la crisis global, pero puede ser un buen consuelo.

Sigue a Hannah Smothers en Twitter.