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Un día en las centenarias luchas turcas en aceite

Desde hace 653 años Edirne se detiene por siete días cada año para ver peleas entre hombres aceitados. Un festival de la virilidad.

Foto de Terry George

Este artículo fue publicado originalmente en VICE Sports, nuestra plataforma dedicada a los deportes.

Es un día fulminantemente soleado en Edirne. La ciudad turca, localizada a un par de horas al oeste de Estambul y a unos cuantos kilómetros al este de la frontera con Grecia, ha dejado cualquier otra actividad durante una semana para dedicarse al deporte, y para los lugareños "deporte" significa un mundo de torceduras, agarrones y tipos grandotes peleando embadurnados en aceite. Desde hace 653 años Edirne se detiene siete días cada año para determinar durante el torneo cuál es el mejor luchador en aceite del país.

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Algunos de los participantes, todos hombres, están ya peleando; otros aún están estirando, y la mayoría simplemente camina entre la multitud esperando su turno. Es como una gran feria al aire libre: sólo que sus participantes (sin camiseta, cubiertos de aceite y vistiendo pantalones bombachos de piel con los nombres de los lugares de los que provienen) son los tipos más rudos de los Balcanes.

Para ponernos un poco en contexto, cabe hacer un pequeño flashback de 700 años. Nada grave. Resulta que en el siglo XIV, poco antes de tomar Constantinopla, los otomanos realizaron sus primeras conquistas en la Europa continental. Edirne fue una de ellas. Tras la victoria, un grupo de 40 soldados decidió celebrar la victoria organizando un torneo de lucha libre.

La leyenda cuenta que dos hermanos se erigieron como los más fuertes y lucharon toda la noche, alumbrados por la luna y las velas. Ninguno logró sacarle ventaja al otro y al final murieron entrelazados en un empate. Sus camaradas los enterraron cerca de un manantial y comenzaron un festival anual de lucha en su honor en Kirkpinar, "el manantial de los cuarenta".

Avancemos unos 500 años, hasta el siglo XIX. Edirne se encuentra en el moribundo Imperio Otomano. Los pachás y visires, que vendrían siendo los managers de la época, convirtieron el torneo en un festival de virilidad diseñado para probar que los hombres musulmanes de los Balcanes eran los más viriles de todos. Y así es como continuó la tradición, con interrupciones y cambios de sede cuando la ciudad se veía amenazada por la guerra, lo que sucedía a menudo.

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Zack Snyder roza muslos con deleite. Foto de Terry George.

Hoy en día, el nacionalismo que aún hay sólo sirve para guardar las apariencias; lo que realmente queda es el festival de la virilidad. Los combates tienen lugar en el descuidado césped de un estadio que alberga aproximadamente a 5.000 personas. Al campo le llaman, abiertamente, Er Maydani, o "Plaza Viril". Se puede llegar a ella caminando casi desde cualquier otro lugar, y las ruinas medievales que se ven desde el parqueadero no parecen interesar demasiado a la gente que se encuentra sumergida en la atmósfera de feria campestre.

Mientras caminas hacia Er Maydani te das cuenta de dos cosas. La primera es la música; caminas en dirección al ruido ensordecedor de grandes tambores. Están acompañados por neys eléctricos (toda una sorpresa) y el efecto es algo distinto: una vibra un poco a lo Pandillas de Nueva York, sólo que con más mujeres vendiendo arroz.

La segunda es que hace un calor muy puto. Cualquier pedazo de sombra es reservado celosamente por mujeres y niños. El sol no es un feliz aliado y fuente de sustento: es más bien un antiguo dios enfadado que demanda sacrificios. La palabra "opresivo" queda casi saturada en este contexto; todos inclinan la cabeza ante esta cosa despiadada e inflexible sobre nuestras cabezas.

Antes de reservar mi viaje, no creía que dos hermanos pudieran luchar hasta la muerte. Pero mientras camino hacia la zona de combate, me sorprende que no aparezca un carro lleno de los miembros despedazados de los luchadores que terminaron quintos en ediciones anteriores.

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La bestia con dos espaldas. Foto de Terry George.

Los luchadores tienen todos aspecto de matón. Bueno, tal vez no todos: hay un par que me recuerdan un poco a Kevin Love, e incluso unos cuantos rubios y pelirrojos estereotípicos. La mayoría mide menos de 1,80 m. Son hombres fornidos. Muy fornidos, en general. De hecho, la mayoría tienen cara de haber salido de alguna granja perdida en la zona más tenaz de Serbia. La extrema preponderancia de pieles pálidas es el único aspecto invariable del evento; sin embargo, durante los años setenta el ganador fue un afro-turco llamado Mustafa Yildiz.

La capa de aceite sobre la piel es estratégica y no tiene un puro uso lascivo. Hace al luchador más escurridizo y difícil de agarrar. El efecto práctico de esto es hacer que el deporte sea mucho más conservador que el estilo de lucha estadounidense. Nadie quiere perder su equilibrio al intentar alcanzar al otro; en vez de ello, empiezan empujándose mutuamente. Una estrategia clave es agarrar a tu oponente de los pantalones.

La mayoría de las competiciones están llenas de llaves poco emocionantes y de tipos sudando tocándose por los hombros, hasta que de repente uno de ellos logra alzar a su oponente y hace una pausa para disfrutar su victoria antes de lanzarlo sobre su espalda. Después, el equipo del ganador corre para bañar a su héroe en agua. Uno lo celebra con saltos mortales hacia atrás; otro abraza a su padre, dejándole una enorme mancha de aceite en la camiseta.

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Las competiciones individuales pueden durar horas, pero los luchadores llegan en olas furiosas y aceitosas. Entran a la arena y son bautizados con un aguamanil de oro, uno por uno, mientras el anunciador los presenta por nombre, club y ciudad natal. Todos los competidores llevan a un equipo consigo; los de Edirne son los más ruidosos.

Es un buen momento para apreciar lo absurdos que son los nombres en la cultura turca de los pesos pesados. Uno de mis favoritos es Cengizhan Simsek, que puede traducirse como "Trueno de Genghis Khan". También hay otro tipo llamado Ismail Balaban y cuyos rasgos se parecen a los de Channing Tatum; su nombre, sin embargo, lo convierte en un improbable familiar del actor norteamericano.

La competición dura seis días, y aunque supongo que existe algún orden preestablecido, puedo asegurar que desde fuera parece una guerra campal. Cuando los dos finalistas, Orhan Okulu y Osman Aynur, alcanzan el último combate —en el que serán coronados como baspehlivan, es decir, "luchador maestro"—, están claramente exhaustos.

El encuentro definitivo es agresivo pero disciplinado. Apoyo a Okulu en gran parte porque me identifico con él, sobre todo después de que derrotara a 'Channing Tatum' Balaban. Finalmente, Okulu gana al lograr cansar a su oponente, que no parece tener el mínimo interés en honrar el origen del festival muriéndose a medio combate.

La multitud (de hombres) emocionada rompe en aplausos para Okulu. Este parece un buen momento para asimilar la escena en su totalidad, protagonizada por hombres atléticos y sin camiseta cubiertos en aceite que sufren por lograr poner sus manos debajo de la cintura de sus oponentes. Podría ser descrita como homoerótica, incluso. Sin embargo, ver a hombres compitiendo contra otros hombres por la adulación de unos terceros es el fundamento de los deportes profesionales; si hay algo homoerótico en este deporte, es menos sorpresivo que descubrir su hermosura y su sentido elemental.

La lucha con aceite es un evento distintivamente turco que tal vez sea más cercano a Magic Mike que a 300 en forma y contenido, pero no por ello deja de ser un deporte milenario. Estuvo aquí (mucho) antes que los demás, en el caso en que el mito sea cierto. Y al fin y al cabo, como lección de historia en un día caluroso tampoco está tan mal.