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Silencioso pero letal: la policía escolar arresta a estudiantes por hablar muy fuerte, graffitis y… tirarse pedos

El sistema Cero Tolerancia refleja la misma desproporción racial del sistema judicial, pues es tres y media veces más probable que los jóvenes negros o latinos sean suspendidos o expulsados, que los estudiantes blancos.

Kaleb Winston, de 14 años, estaba usando una “mochila con graffitis” cuando la policía de Salt Lake City lo rodeó a él y a otra docena de estudiantes en diciembre de 2010. El estudiante bicultural, quien en ese momento trabajaba en la cafetería de la escuela y como árbitro de básquetbol, fue cuestionado y fotografiado con un letrero que decía: “Mi nombre es Kaleb Winston y soy un grafitero”. No se le pudo culpar de nada, sin embargo la información personal del alumno entró en una “base de datos sobre pandillas”.

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El llamado de la Asociación Nacional del Rifle para introducir policías armados en las escuelas de todos el país tras la masacre de Newtown, Connecticut ha sido tachado como una “idea completamente estúpida” (Michael Nutter, alcalde de Filadelfia). Es todo eso. Pero lo que muchos reportes olvidaron mencionar es el hecho de que ya hay policías armados en muchas escuelas.

"Estoy de acuerdo que sugerencia de la NRA es absurda", dice Aaron Kupchik, sociólogo de la Universidad de Delaware, cuyo libro de 2010, Homeroom Security: School Discipline in an Age of Fear estudia la presencia de policías armados en escuelas de todo el país. “el público olvida que ya hemos convertido muchas escuelas en zonas policiacas en los últimos 20 años”.

Más de una tercera parte de los departamentos de alguaciles en Estados Unidos y casi la mitad de los departamentos de policía tienen oficiales asignados a escuelas, según las estadísticas del Departamento de Justicia de principios de la década pasada. Hoy, los estudiantes son arrestados en las escuelas por ofensas como responderle a un policía, pintar una banca, echarse un pedo y tener ocho años y hacer una escena. En otras palabras: se está criminalizando el comportamiento infantil.

En 2011, los estudiantes de Southeastern Washington tuvieron que salir de clase para que un perro pudiera olfatear sus mochilas en busca de drogas. Esta búsqueda, según ACLU, no reveló la presencia de narcotraficantes peligrosos, ni estuvo basada en sospechas razonables de que los estudiantes estuvieran consumiendo drogas: de los dos estudiantes seleccionados para una “búsqueda más invasiva y un interrogatorio”, uno traía lo que parece ser una pipa de mariguana; el otro no tenía drogas. No se encontró ninguna otra droga. Y aunque se hubiera encontrado alguna… acabar con los derechos civiles fundamentales parece ser un alto precio a pagar por rastrear a un adolescente que fuma mota.

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En la Ciudad de Nueva York se libra una de las más fuertes batallas por los derechos de los estudiantes. Hace algunos años, el sindicato de libertades civiles de Nueva York presentó una demanda en nombre de cinco estudiantes de secundaria y preparatoria, quienes supuestamente fueron atacados y arrestados por la policía de NY, tras tomar el control de la seguridad de las escuelas públicas en 1998. La “División de Seguridad Escolar” de la policía de Nueva York cuenta con cinco mil elementos, una fuerza más grande que todo el departamento policiaco de muchas otras ciudades; casi del tamaño del cuerpo policial en Filadelfia, ¡es incluso más grande que la de Houston! Son muchos policías para mantener el orden en las escuelas.

Según NYCLU, pocos estudiantes son arrestados por delitos graves. Y más importante, los pistoleros desquiciados que la NRA busca detener, son una rareza: de todos los jóvenes en edad de estudiar que fueron asesinados en Estados Unidos, según un estudio de 2001 publicado en American Psychologist, menos del uno por ciento murieron en una escuela.

"Definitivamente nos oponemos a tener guardias armados en las escuelas”, dice el abogado Alexis Karteron de NYCLU. La policía “no está ahí para lidiar con estas situaciones extraordinarias en las que llega una hombre armado, así que terminan lidiando con incidentes menores que deben ser tratados como cuestiones disciplinarias. Pero terminan convirtiéndose en asuntos criminales”.

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En Nueva York, 95 por ciento de los 882 arrestos realizados por la División de Seguridad Escolar de la policía de NY en 2012 eran estudiantes negros o latinos. Mientras tanto, 63 por ciento de los citatorios fueron por “mala conducta”, un cargo aplicable tanto en las calles como en el salón de clases. Y un estudio de 2009 encontró que la tasa de estudiantes arrestados por mala conducta aumentó un cien por ciento en escuelas con policías presentes, en comparación con aquellas donde la policía fue contactada para hacer un arresto, lo que sugiere que los oficiales criminalizan la mala conducta, cuando esta podría ser mejor manejada sin necesidad de esposas.

Kupchik, quien estudia escuelas urbanas y suburbanas, encontró que la criminalización de los estudiantes también tiene un impacto en los estudiantes blancos y aplicados. Un director al que estudió impuso una orden de arresto contra cualquier estudiante involucrado en una pelea.

"No son tan buenos con el lado amable de las cosas”, dice Kupchik. Felicita a muchos de policías que conoció durante su estudio pero ser personas bien intencionadas, pero lamenta que los administradores y maestros sean quienes transfieran sus problemas disciplinarios a personas que no están capacitadas como consejeros ni educadores, y carecen del entrenamiento apropiado. “No saben qué hacer con un niño de 15 años que está llorando”.

"La policía está entrenada en estrategias callejeras no aptas para las escuelas”, agrega Karteron.

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La criminalización de la conducta de los estudiantes fue parte de las políticas Cero Tolerancia implementadas por la preocupación que generó la violencia entre jóvenes a mediados de los ochenta, la cual se intensificó tras la masacre de Columbine en 1999.

La policía escolar ayuda a la aplicación de un régimen que emite suspensiones por transgresiones como cantar canciones religiosas con amigos, besarse con intención amorosa, o escupir. Las escuelas también exigen exámenes antidoping para una serie de actividades extracurriculares como deportes e incluso clubes de ajedrez, Future Farmers of America, y la formación de bandas (aunque un juez en California declaró la aplicación de exámenes antidoping para estos últimos como ilegal bajo las leyes del estado en 2009).

El número de suspensiones se ha duplicado desde los ochenta, según un artículo en el Reporte Hechinger del Teacher’s College de Columbia. Y el sistema Cero Tolerancia refleja la misma desproporción racial del sistema judicial, pues es tres y media veces más probable que los jóvenes negros sean suspendidos o expulsados, que los estudiantes blancos.

Los mismos liberales escandalizados por la propuesta de la NRA ha, con ayuda de los conservadores, hecho que la presencia de oficiales sea algo normal en muchas escuelas a lo largo de las últimas dos décadas. La administración Clinton abrió un fondo federal para la colaboración entre escuelas y policías.

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Pedir que la policía supervise a nuestros jóvenes es una señal de desesperación: las escuelas, igual que la deteriorada red de seguridad social, no reciben los fondos necesarios del gobierno para ofrecer servicios que ayudarían a prevenir estos problemas de conducta estudiantil. Las prioridades invertidas están claras: la Ciudad de Nueva York, con sus cinco mil oficiales en campus, tiene más policías que consejeros (3,000) o trabajadores sociales (1,500) en las escuelas de la ciudad.

Las escuelas presionadas por preparar a sus estudiantes para evaluaciones exigentes gastan dinero en policías, pero no tienen acceso a fondos del estado ni federales para pagar por servicios sociales ni maestros.

Los excesos crean un nuevo consenso contra la Cero Tolerancia, y los distritos escolares como Baltimore, Nueva Orleans, y Filadelfia han pasado a sistemas disciplinarios más flexibles. El alto número de suspensiones y expulsiones, junto con estudios que muestran que políticas tan rígidas canalizan a la gente hacia el sistema penal sin reducir la violencia, ha hecho a muchos cambiar de opinión; y ha enfurecido a los padres. En diciembre, el senador Dick Durbin convocó a la primera audiencia del congreso sobre la “coladera de la escuela a prisión”.

Sin embargo, armar a los policías escolares sigue teniendo un atractivo simplista. El año pasado, el Philadelphia Inquirer dedicó 4,500 palabras a una esclarecedora reseña sobre los policías armados en la escuelas de Houston, Texas con el título orweliano: “Armados con pistolas y entendimiento”. Fue al piedra angular de una serie, la cual terminó por ganar el Pulitzer, sobre la violencia en la escuelas de Filadelfia. Sugería que los policías armados podrían ser una solución en Filadelfia.

El artículo molestó a Deborah Fowler del centro legal de interés público, Texas Appleseed, quien escribió una nota editorial en la que advertía a los lectores de Filadelfia sobre “la criminalización de las faltas de conducta menores en las escuelas del estado”. Tratar a los niños problemas como infractores de la ley puede tener serias consecuencias en los niños afectados, pues los aísla del salón de clases y los coloca en el conocido camino hacia prisión.

Las calificaciones de Kaleb Winston, el "grafitero" acusado sin bases, han empeorado, según el Salt Lake Tribune. El niño dejó de dibujar, tiene miedo de la policía, y se siente incómodo con su identidad racial. Su padre y la ACLU de Utah ya presentaron una demanda en su nombre.

La conversión de escuelas sin fondos o segregadas en estados policiacos ha fracasado, y ahora los políticos y el público deben ver más allá de Newton cuando consideren sus opciones para mejorar la seguridad escolar. Es probable que la NRA le haya hecho un favor a niños como Winston al hacer que armar a los policías en las escuelas de Estados Unidos suene como una idea completamente pirada.

Sigue al autor en Twitter: @DanielDenvir