Enterrado bajo cien toneladas de agua salada: así vive el mejor surfista de olas grandes
Alle Fotos: Konstantin Arnold

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están locos estos romanos

Enterrado bajo cien toneladas de agua salada: así vive el mejor surfista de olas grandes

Al estadounidense Garrett McNamara se le considera el mejor surfista de olas grandes del mundo. Viajamos al pueblo portugués de Nazaré para conocer mejor su excéntrica realidad.

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"¡A las 12 en punto en el Celeste!". No hay ningún smiley ni detalle simpático en el correo que recibo. Sin ningún tipo de confirmación y sin demasiadas expectativas, llegamos un cuarto de hora antes a nuestra cita con el hombre que tiene la última palabra.

Es el mismo hombre que es venerado por los habitantes de Nazaré, un precioso pueblo costero de Portugal que nuestro protagonista ha devuelto a las mejores guías de viaje. A pesar de que puedes encontrar su nombre en encontrar en cualquier rincón de la localidad lusa (en pósters, fotografías, televisores…), Garrett McNamara solo chapotea un poco de portugués.

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Ante la insistencia de la comunidad local, el surfista hawaiano visitó por primera vez la costa portuguesa en 2012. A principios de 2013 surfeó una ola inimaginable de casi 30 metros que se convirtió en la ola más grande jamás surfeada.

Praia do Norte, el lugar de la gesta, es una de las principales destinaciones para los amantes de las olas grandes. Allí está todo calculado: la última tecnología marítima, mucha preparación, chalecos salvavidas, motos de agua, boyas para registrar el oleaje… y unas normas muy estrictas para intentar minimizar el riesgo. Evidentemente, sigue siendo más elevado de lo que la mayoría de nosotros estaríamos dispuestos a aceptar.

El surf de olas grandes se sitúa al límite de lo posible y es un deporte donde un golpe de mala suerte puede resultar fatal. Por eso Garrett se siente afortunado de poder degustar hoy su plato de calamares a la romana.

El hombro izquierdo de Garrett es como una tienda de herramientas: ahí dentro hay una placa de titanio y nueve tornillos, su récord personal. En su largo historial médico se acumulan fracturas de hombros, costillas, pies, rodillas e incluso la columna vertebral. Sin querer, McNamara pierde el hilo de la conversación cuando se ve a sí mismo en la televisión.

En el surf de olas grandes, lo que menos importa es el estilo. De hecho, tiene mucho que ver con algo tan rudimentario y primordial como la supervivencia. Se trata de conocer tus límites cuando cabalgas a 80 kilómetros por hora sobre una superficie que después te va a enterrar vivo bajo más de 100 toneladas de agua salada.

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Cuando se acaba los calamares, Garrett explica que él, con un simple movimiento de cuello, es capaz de respirar un 25% más que cualquiera de nosotros. En reposo, cuando toma aliento, es capaz de aguantar cuatro minutos sin volver a respirar. "Cuando estás preparado es bastante sencillo", afirma McNamara.

Con las condiciones y el equipamiento adecuado llevaría a mi abuela de 90 años a surfear un par de olas.

Garrett McNamara, surfista con grandes dosis de optimismo

El surf a remolque es algo distinto, ya que una moto de agua es la que te mete dentro de la ola y te da el impulso necesario para poder salir después a contarlo. Usar la moto o no es una cuestión que divide a la comunidad de los buscadores de olas grandes. La fuerza del mar es la misma, aunque las tablas que se usan son algo distintas. Las dos modalidades provocan un choque de egos.

En 2010, el ganador del premio Billabong XXL fue el germano Sebastian Steudtner. Cuando anunció su victoria, el presentador del acto no pudo contenerse y espetó: "El puto alemán que no puede remar ha ganado el premio".

McNamara conoce bien los intríngulis de la escena del surf de grandes olas, ya que en 2013 fue nominado entre los mejores. "Estos eventos son como una gran fiesta de borrachos: el ego más grande decide", explica.

El ego es un problema, porque anima a los surfistas jóvenes a entrar al agua en situaciones que todavía no dominan. Buscan sacar pecho y ganarse el respeto de los demás

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Garret McNamara, surfista sin ego (o eso dice él)

Por el contrario, McNamara deja claro que a él no le importa un carajo lo que piensen sus compañeros: "Haría cualquier cosa por poder vivir de lo que me apasiona", asegura. Por ejemplo, hacer anuncios para una marca de coches alemana o cualquier marca cafetera portuguesa.

McNamara es un personaje controvertido; muchos le admiran y muchos otros le critican. Él lo da todo dentro del agua, pero solo se siente vivo cuando sufre una fuerte caída. Como no sigue la normativa ni la convención de la Asociación de Surfistas Profesionales (ASP), Garrett se ha visto obligado a dejar de participar en muchos eventos oficiales.

Garrett es de la vieja escuela: sus fotos en Instagram están pixeladas, es capaz de fumarse un cigarrillo antes de cabalgar las olas más grandes del mundo y pasa de seguir las recomendaciones de sus patrocinadores.

El estadounidense se enfrenta a condiciones extremas con el apoyo incondicional de su esposa Nicole y el soporte de un experimentado equipo. Uno de sus ayudantes toca el violín en la moto de agua para amenizar la espera en Nazaré. "Una vez surfeó una ola tocando el Jingle Bells, y no te estoy vacilando", explica McNamara, que ahora tiene 48 años, antes del postre.

La comida nos sale gratis: en el pueblo lo hacen todo para contentar a Garrett y sus amigos: al fin y al cabo, él es el gran responsable del renacer de Nazaré. Tras el almuerzo, McNamara nos enseña su almacén en el puerto, donde descansa una armada de motos de agua y otro equipamiento de salvamento marítimo.

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En general, McNamara disfruta con su trabajo, aunque a veces haya estado al borde de la muerte. En Tahití tuvo que resucitar a un surfista gravemente lesionado durante 20 minutos; en Waimea fue arrastrado por olas enormes sobre un arrecife puntiagudo y afilado.

"Normalmente nunca me pongo en situaciones en las que me puedo sentir incómodo", comenta el surfista estadounidense, que sin embargo ha sufrido muchos contratiempos dentro del agua.

Solo en una ocasión entré al agua con un mal presentimiento y fue en Mavericks, cuando tuve aquella caída horrible.

Garrett McNamara, surfista visionario

El surf de olas grandes es algo único e indescriptible. Es muy difícil imaginar que sienten estos hombres —mitad héroes, mitad psicópatas— a la hora de surfear estos auténticos monstruos de la naturaleza. McNamara es un afortunado, vive para contarlo.

Sigue al autor en Twitter: @honecker_x