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Comida

Resulta que las cucharas de plata hacen que la comida sepa mal

Según un estudio de "Cravings", en el Museo de Ciencias de Londres, la cuchara de plata no es la mejor elección para cenar. Todo se trata del oro.

Hay un dicho popular que dice que los económicamente privilegiados "nacieron con una cuchara de plata en (sus) boca(s)".

Si vas a una cena servida con la elegancia de la vieja escuela, tus anfitriones seguramente usarán su porcelana fina y sus cubiertos de plata. Y en lo referente a los regalos de boda, más vale que compres una bandeja de plata, porque nadie quiere escribir una nota de agradecimiento por un accesorio de acero inoxidable. Pero tal vez nunca nadie se ha detenido a pensar si es que la plata realmente hace mejor al juego de cubiertos (¿sólo porque es cara?, ¿porque es un poquito más brillante que otros metales?).

Resulta que, según un nuevo estudio presentado hace poco en la exhibición Cravings en el Museo de Ciencias de Londres, la gran cuchara de plata no es la mejor opción para comer la cena. Conducido en la Universidad de Londres y dirigido por el Dr. Zoe Laughlin, el estudio instruyó a 50 voluntarios para que lamieran cucharas hechas de siete metales diferentes: oro, plata, acero, zinc, cobre, lata y cromo. Se les pidió a los participantes que reportaran sobre su experiencia de sabor.

Luego repitieron la secuencia pero con comidas dulces, saladas y ácidas en dichas cucharas para ver si el material de las cucharas afectaría el sabor. El acero inoxidable y el oro tuvieron mejores resultados que la plata en este esquema de pruebas de metal. Laughlin atribuyó el éxito del oro a su calidad "inerte", lo que permite que no se desprendan componentes de sabor. El oro resultó ser el mejor metal, con comida y sin ella. En las palabras inmortales de Trinidad James,"todo el oro para todos". El acero inoxidable, tan "pobre" como es, salió segundo, justo después del oro. ¿Ves? ¡toda tu vajilla de IKEA esta bien! Por otro lado, la plata es —según Laughlin— "no muy sabrosa". Calificó muy pobremente debido a su sabor metálico y a su tendencia a interactuar pobremente con los ácidos de las frutas y con el sulfuro de los huevos. Al bronze y al zinc les fue bien cuando fueron emparejados con los dulces, aunque: ¿Quién diablos tiene un juego de cubiertos de zinc? Entre otros descubrimientos interesantes y peculiares ofrecidos en la exibición Cravings, hubo datos sobre qué tipos de vidrio ayudan a mejorar el sabor de los cocteles (uno más pesado es preferible para el gin and tonic) y qué colores de platos enriquecen ciertos acentos en los sabores de las comidas. Las cucharas blancas, por ejemplo, hacen que las comidas parezcan más cremosas. Esto está lejos de ser el primer experimento de Lauhlin con los metales. En 2012 organizó una cena para luminarios gastronómicos, incluyendo a Heston Blumenthal y a Harold McGee. En esta cena sirvió un menú indio de siete platos con siete cucharas de diferentes metales. La periodista de comida Fuchsia Dunlop, quien estaba entre los invitados, reportó que "el bacalao negro al horno con zinc era "tan desagradable como una uña raspando un pizarrón" y que el pomelo con bronce era "realmente asqueroso". Pero ambos metales crearon "un grandioso coro junto con el relish de mango, pues los potentes sabores metálicos en cierta forma armonizaron con el sabor agridulce del relish." Las comidas agrias aparentemente van bien con el zinc y el cobre, porque los ácidos literalmente le sacan algo de sabor "metálico" en cada cucharada. Así que la próxima vez que te enfrentes al esnobismo de las cucharas de plata, recuerda que no es tan increíble como parece. Despues de todo, en las palabras de Laughlin: "No has vivido hasta que hayas comido con oro".