FYI.

This story is over 5 years old.

Fotografías verbales

Venezolanos: este país también es suyo

OPINIÓN // La marea política de estos tiempo parece querer que Colombia sea, por fin, un país receptor amable de migrantes.

Ya es frecuente encontrarse con ellos en cualquier parte. Están ahí hace semanas o hace años. Han venido buscando sosiego. Que alguien les tienda la mano. Son los ciudadanos venezolanos.

Colombia no es un país que se haya distinguido, propiamente, por acoger migraciones multitudinarias de otras naciones. Hay registro histórico de los momentos en que arribaron sirios y libaneses a comienzos del siglo XX. Algunos centroeuropeos, sobre todo españoles. Unos pocos de religión judía. Hay registro, cómo no, de cuando un presidente, por pura afinidad ideológica con el nazismo, le cerró las fronteras colombianas a los judíos. Pero estos casos siempre fueron minoritarios y la historia podría considerarlos "aislados". Mucho más si nuestra historia se compara con la de los vecinos: Brasil, Argentina, Chile, Perú. Estos sí, generosos receptores de foráneos.

Publicidad

Cuando yo era un adolescente, Venezuela era un país mucho más poderoso y pudiente que Colombia. Si se quiere, más desarrollado. Un bolívar valía más de diez pesos. El simple asunto de que su capital Caracas contara con un metro para el transporte urbano y Bogotá se ahogara en el humo cancerígeno de los buses que transitaban por —¡oh paradoja!— la avenida Caracas, se antojaba como una prueba de nuestro atraso.

También estaban los conciertos. Los rockeros mirábamos con babeante anhelo que las mejores bandas de todos los tiempos se presentaban en el Poliedro de Caracas con una regularidad que asombraba. Con la regularidad que solo se permitía el "primer mundo". Un fin de semana, Metallica. Ocho días después, King Crimson. Al mes, Iron Maiden. Aquí nos teníamos que conformar con visitas de artistas pop de segunda línea como Samantha Fox y con shows de coito interrupto como el de Guns and Roses.

La cosa es que el accidente político que sufrieron a finales de los noventa, y en el cual siguen sumidos, ha empujado a los venezolanos a buscar nido en otros lugares. A Miami se fueron los que tenían forma —el dinero o los contactos o familia—. A España, unos cuantos. Y a Colombia, una gran cantidad. No sé, quizás, una mayoría.

"Espero que nosotros, como ciudadanos de una cultura emparentada, estemos a la altura".

Ahora recuerdo una pareja joven. La mujer de unos 20 años. El tipo de unos 30. Todas las noches abren un puesto de venta de arepas venezolanas en la esquina de la Avenida Séptima con calle 23, costado oriental, centro de Bogotá. Han hecho clientes y amigos. Para ser franco, el secreto está en sus arepas que son exquisitas y baratas. La última vez que les compré, conversé con ellos sobre su vida en Venezuela. Me dijeron que procedían de un barrio popular en Caracas. Que habían huido porque temían que la situación se tornara aún más salvaje. Que llevaban unos cuantos meses en Bogotá y que se morían de frío. Que querían buscar vida en una ciudad más pequeña y calurosa. Que esperaban poder hacerlo, pero no sabían si el gobierno colombiano les concedería una visa de trabajo o de residencia.

Esta conversación había sucedido por los mismos días en que el chafarote exvicepresidente de Colombia, Germán Vargas Lleras, se había referido con palabras desobligantes y discriminatorias a ciudadanos como esta pareja para endilagarles culpa en asuntos de orden público. Incapaz de reconocer la ineptitud de los gobiernos, vio fácil poner la culpa en otro lado.

En este momento es fácil dar con ciudadanos venezolanos trabajando a destajo como meseras, auxiliares en empresas, mensajeros, ventas ambulantes y un sinnumero de empleos no calificados. Aunque en menor cantidad, también es común ver jóvenes profesionales con empleos dignos y afines a su preparación académica.

La marea política de estos tiempo parece querer que Colombia sea, por fin, un país receptor amable de migrantes. Las oficinas del gobierno Nacional lo saben. No es posible detener el éxodo de venezolanos ni es humano cerrarles la frontera. Solo espero que nosotros como ciudadanos de una cultura emparentada estemos a la altura. Tal vez ha llegado el momento de saldar nuestra deuda histórica en tomar posición contra el racismo y el sectarismo. Nos conviene como nación que los venezolanos sepan que este país también es el suyo.