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Gael García Bernal: "Cambió la manera de expresarse, hay que prestar atención a cómo lo hacemos"

Ema, una película dirigida por el chileno Pablo Larraín, llega a poner reguetón en las salas de cine mexicanas.

El comienzo es abrumador. Un incidente desestabiliza la vida familiar, la pareja y el amor entre Gastón, un coreógrafo interpretado por Gael García Bernal, y Ema, una bailarina de reguetón interpretada por Mariana Di Girolamo. Ambos se aventuran a la búsqueda de la liberación personal dentro de un contexto moderno, rodeado por el prejuicio social, el baile, la culpa y el abandono.

De a poco se va desentramando la historia de algo que dejan ir. No es que el amor desaparece y listo, no es una crisis cualquiera. Es una persecución de lo esencial, y al final, me sigo quedando corta.

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Ema, dirigida por el chileno Pablo Larraín, fue filmada entre agosto y septiembre de 2018 en las calles del puerto de Valparaíso. Después de haberse estrenado en la edición pasada del Festival Internacional de Cine de Venecia, este viernes 13 de marzo llega a México.

Es por eso que hablamos con Gael García Bernal sobre sus sensaciones más directas en relación a lo real, como dice la canción de Stéphanie Janaina, utilizada como soundtrack de la película.

VICE: Ema fue filmada en Valparaíso y aborda temáticas como el abandono, la adopción, la familia, el juicio de la sociedad, el baile, las infidelidades, el amor. ¿Cómo viviste este trabajo ambientado en el Chile de hoy y protagonizado por una generación joven y sin tabúes?

Gael García Bernal: Todos los temas tratados en la película son complejos. Creo que lo viví como una especulación constante, entre prueba y error de cómo funcionan las relaciones humanas cuando sucede algo tan terrible. Ahí es cuando entran en juego muchísimas cosas: la estructura social en la que vivimos, qué nos impone, cómo trastoca todo nuestro comportamiento de una forma increíblemente avasalladora. A veces no nos damos cuenta qué hay en esa estructura social que heredamos en todas nuestras decisiones y en todo nuestro haber. Es conforme a eso que los personajes empiezan a resarcir todo lo que sucedió.

Sin duda la juventud jugó un papel importante. En el rodaje de esta película yo era uno de los actores más grandes, era la primera vez que me pasaba algo así. Siempre era el más joven, pero evidentemente llega un momento donde uno deja de serlo. En esta película todos son particularmente jóvenes y sobre todo mujeres y sí, se percibe otra dimensión del juego.

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A mí me tocó ser de la última generación sin Internet, recién tuve mi primer celular casi al final de la universidad. Mi generación tenía otra cosmovisión de crecimiento, de cómo romper con el pasado, heredar o retomar los estigmas que existían, y romper con las imposiciones arcaicas. Siento que nuestra generación hizo mucho al respecto. Que estemos hablando ahora mismo con completa libertad de expresión es un triunfo, pero cambió tanto la manera de expresarse que hay que prestar atención a lo que decimos y cómo lo hacemos.

La juventud actual se mueve de otra manera, en la película se puede ver a través del baile, por ejemplo. ¿Cómo ves esa búsqueda del éxito de los jóvenes en relación a como viven?

Esa búsqueda siempre está presente, pero qué lindo es volver a ese punto donde todo es un ensayo, ¿no? Donde no pasaba nada extremo, donde no había ninguna repercusión grave si la cagabas, creo que eso hace que se pierda la inspiración y también el rigor, porque a través de la frustración y de las limitaciones también surge una creatividad fantástica.

La búsqueda del éxito, por ejemplo el triunfo de las cámaras y del teléfono donde cumplen ese objetivo final que es sacarse una imagen en el lugar donde estás solo para mostrar que estás ahí y listo. ¿Pero qué pasa cuando esa búsqueda se concreta? Llega un momento donde entras al ojo de la arena pública, donde si la cagas ya no hay vuelta atrás o donde tienes que llenar cierta expectativa, donde se encuentran los peores venenos del arte.

El arte más simbólico en Ema es el reguetón. ¿Cómo lo viviste bajo la interpretación de amor y libertad, bajo el misterio del cuerpo y la revelación de un secreto íntimo? ¿Te sentías identificado con este ritmo?

Antes no me gustaba el reguetón, pero después de la película me empecé a llevar mejor. Antes me era indiferente, escuchaba el reguetón romántico y me aburría, pero con la película me metí en el baile, en la arqueología del movimiento, en el dance hall y en esos momentos fantásticos de un reguetón súper poderoso, fuerte; ese es el que me encanta. No la considero música para escuchar, sino para divertirme y joder; mientras más romántico sea más aburrido me parece. “Despacito” tiene un punto de humor e ironía increíble, es todo menos despacito.

Ahora, en la película sí se trabaja muy cuidadosamente. Una vez leí a Carolina Sanín, una escritora colombiana, donde afirma que hay malentendido con el reguetón, como si pareciera ser machista y lo que pasa es que no que es machista, sino que es poco caballeroso. ¡Me pareció fantástico! Porque al final no hay cosa más machista que la caballerosidad. Decir que es machista implica no acceder a una sensualidad que de alguna manera está manifestando lo virtuoso. Si hay algo por lo que la humanidad y la juventud lucha en contra del machismo es a través de la liberación sexual.

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