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Cultură

Fui a un taller BDSM para recuperar la seguridad en mi vida sexual

La mayoría de los aspectos cubiertos en el curso eran aburridos y vagos, aunque tuvimos una discusión muy animada sobre las formas diferentes de cagar en la boca de una persona.

Ilustración por Brandon Bird.

A mis veintitantos, incursioné en la sumisión sexual con mi ex novio abusivo. Tomaba mucho y esperaba que experimentar con bondage en nuestra vida sexual calmarla la violencia y la agresión que él mostraba fuera de la cama. Pero no. Aunque el BDSM era excitante y satisfactorio, no se sentía bien porque nuestra relación no estaba bien. Con el tiempo, hace como unos tres años, cortamos y dejé de tomar. Ya con la mente despejada, empecé a preguntarme si la razón de mi gusto por la sumisión sexual era mi odio hacia a mí misma.

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La sobriedad es lo mejor de mi vida pero viene con efecto secundarios. Ligar es incómodo si no traigo una bebida en la mano. Perdí mi alguna vez insaciable apetito sexual. Soy increíblemente tímida cuando salgo con alguien y lo peor de todo es que me he vuelto muy "vainilla"en la cama. Mi versión de una noche salvaje es jalársela a mi pareja en vez de dejar que me amarre.

Pero hace poco, de la nada, un desconocido me envió un mensaje directo por Twitter en el que se ofrecía a pagarme para dominarlo financieramente. Le dije que no —ese tipo de relación me parecía extraña y poco ética— pero la verdad es que me sentí halagada de que una persona estuviera dispuesta a pagarme solo para hablar con él y ni siquiera tenía que hablarle bonito. Ese tipo de dominación no era la indicada para mí pero hizo que me preguntara ¿Acaso otro tipo de dominación podría ayudarme a recuperar la confianza que perdí en mi vida sexual al dejar de tomar?

Decidí inscribirme a "El arte de la dominación femenina", una clase introductoria en un calabozo BDSM popular en el centro de Los Ángeles. Obligué a mi mejor amiga, que una vez se cogió a la persona que contrató por Craiglist para instalar su mesa de sala, a que viniera conmigo.

La clase fue en una bodega. Nos mandaron una serie de instrucciones detalladas por mail sobre cómo entrar sin molestar a los negocios de al lado pero cuando llegamos la puerta estaba cerrada y tuvimos que tocar con fuerza. Junto a la puerta había un sello presidencial. Esto se debe a que la dominatriz principal, Ama Tara, quiere ser la próxima presidente. En serio. Es candidata de lo que llama el Partido de la Supremacía Femenina (aunque está registrado como Libertarian) y su lema es: "Latigando a EU para que se comporte, un hombre blanco de mediana edad a la vez". No quiso explicar ninguna de sus políticas y me mandó a otro taller dedicado a su postura política. Tengo que pagar para ir a ese taller y saber más sobre el tema.

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Ama Tara, una mujer de mediana edad, traía jeans sueltos, una blusa cómoda y unas sandalias con plataforma. Su cabello estaba teñido de un tono rosa claro y lo traía amarrado en una colita de caballo. En su rostro no había una sola gota de maquillaje. Ama Tara no era lo que esperaba. ¿Qué esperaba exactamente? No lo sé. Una mujer joven con un traje de látex y un látigo, tal vez.

Había nueve alumnos—dos parejas y cinco solteros—. Una mujer condujo desde San Diego para asistir a este taller y la chica sentada a mi lado, una rubia de aspecto dulce en un mini vestido muy revelador, me dijo que era la cuarta vez de asistía a este taller. Estaba estudiando para convertirse en una dominatriz profesional. Otra mujer, una morena muy alta, dijo que estaba allí para aprender sobre macrofilia, o el fetichismo por los gigantes. Como ya había hombres que le pagaban por ver cómo pisaba soldados de juguete y modelos de trenes, tenía la esperanza de convertir ese fetiche en un trabajo de tiempo completo.

Me senté en un sillón casi hasta el fondo. Tenía muchas manchas de semen. O algo que parecía manchas de semen, porque, según esto, las dominatrices no tienen relaciones sexuales con los clientes. Al principio no tenía ganas de sentarme (¿Son mecos? ¿De quién son estos mecos?) pero finalmente lo asimilé como parte de la experiencia. A fin de cuentas, decidir asistir a un taller de BDSM para dejar atrás mis hábitos aburridos en la cama. Y no iba a permitir que un sillón sucio se interpusiera en mi camino.

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Durante la clase, Ama Tara escribió en una pizarrón como toda un profesora. Dejó caer varias veces la tapa de su marcador hasta que, finalmente, uno de los hombres de la clase se inclinó para recogerlo. Ella respondió con un "bueeeen chico". El hombre sonrió y se puso rojo como un tomate. Me pregunto si toda esta escena fue planeada.

La clase era prácticamente una conferencia de TED sobre las generalidades del BDSM. La mayoría de los aspectos cubiertos en el curso eran aburridos y vagos, aunque tuvimos una discusión muy animada sobre las formas diferentes de cagar en la boca de una persona. ¿Por qué harían eso? Pues resulta que es una forma de rendir culto a una diosa, explicó Tara. Estos hombres creen que las mujeres son tan sagradas, tan perfectas, que el consumo de sus excrementos resulta excitante. Al principio, traté de olvidar esto tachándolo de asqueroso. Sin embargo, empecé a preguntarme si eso era lo que necesitaba para mejorar mi autoestima. No recuerdo a nadie que me haya considerado lo suficientemente perfecta como para comer mi mierda. Estos actos requieren de mucho valor.


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No obstante, Ama Tara tiene mucha experiencia en este territorio. Cuando todavía era dominatriz, algunos clientes la visitaban diario para ser su excusado humano. Nos contó alegremente que solía comer una mezcla de "café y cerezas negras" antes de sus sesiones de fetiche de caca. Otra dominatriz que conocía comía pizza y burritos. La mujer frente a mí, la que estaba practicando para ser dominatriz profesional, anotaba todo su cuaderno con mucho entusiasmo.

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Ama Tara nos dio algunos consejos sobre cómo inventar nuestro personaje de dominatriz (por ejemplo, crear una historia y exagerar nuestras cualidades); cómo reconocer la diferencia entre las frases que prenden (como "Te encantan mis chichotas, ¿verdad?") y las frases matapasiones (es decir, las degradan a una persona más de lo que puede soportar); y cómo cultivar el aroma perfecto para los que tienen fetiche de pies (ponte un par de zapatos viejos en la regadera). Ama Tara dijo que cuando un esclavo limpia tu pie con su lengua se siente igual que cuando te lamen la pepa recién rasurada.

Pero lo más importante, según Ama Tara, es que no tenemos que ser la persona más hermosa para ser una gran dominatriz. La clave es conocer a tu público y darle lo que pide. Si Angelina Jolie, Marilyn Monroe y Jabba trabajaran juntos en un calabozo y Jabba es el único con botas altas de tacón, también va a ser el único en conseguir clientes con fetiche de botas. Al menos eso fue lo que nos dijo.

Cuando salir del taller, no estaba segura si algún día iba a incorporar el juego con mierda en mi rutina sexual. Pero sí cambié de opinión sobre lo que significa creer lo suficiente en mí misma como para dominar a otra persona. Desde que conocí a Ama Tara, empecé a resaltar más cuando ligo. Utilizo frases que prenden; juego. Y cuando me estoy arreglando para una cita y entro en pánico porque no tengo ropa qué ponerme y mi maquillaje no queda bien, me recuerdo a mí misma que la apariencia no es tan importante como la actitud.

Y si Jabba puede, yo también.

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