FYI.

This story is over 5 years old.

diez preguntas

Diez preguntas que siempre has querido hacer a una dominatrix

“Arrodíllate ante mí y serás humillado como nunca. Y, además, me pagarás por ello".
Imagen cedida por Dominatrix Metrix

Meritxell tiene treinta años y, desde hace casi un lustro, trabaja como dominatrix. En las redes se hace llamar Dominatrix Metrix y en su web se define como la mujer más cruel que uno haya conocido. “Arrodíllate ante mí y serás humillado como nunca. Y, además, me pagarás por ello. Porque eres mi esclavo. Un perdedor que necesita a su ama para ser feliz”, avisa en su mensaje de presentación.

Habla de su profesión sin tapujos, pero confiesa que este trabajo no es para cualquiera. “Solo lo recomiendo a personas con carácter fuerte y muy seguras de sí mismas y un poco de mala leche, como yo”, apunta.

Publicidad

Me comenta que su horario de atención al cliente es bastante flexible y que está disponible para sus “perros” prácticamente las 24 horas del día. “Siempre estoy pendiente del móvil, aunque si tengo que hacer algo personal no tengo ningún problema, ya contestaré cuando esté disponible”, apostilla.

Le hago diez preguntas relacionadas con cómo es ser una dominatrix en España y, de paso, romper algunos mitos vinculados a este trabajo.

VICE: ¿Qué ofreces normalmente en tus servicios de dominación?
Metrix: Ofrezco muchos servicios, para poder tener más clientes. Uno de los servicios que más hago actualmente es el ‘findom’ o dominación financiera. Aunque en la dominación financiera no hay dolor, sí que se humilla el ego de una persona; y eso es lo que buscan mis clientes, sentirse humillados. Una explicación sencilla de la dominación financiera es que la ama controla cómo y con qué se puede gastar el dinero su sumiso. Por supuesto, se le exige que compre regalos, pague comidas o cenas, o cualquier cosa que deseemos. Cabe recalcar que no es necesario que él esté para que nos pague una cena, se puede salir con las amigas o con quien queramos y él se hará cargo de los costes. Créeme que lo disfrutan.

¿Cuál es el perfil medio de esos clientes que requieren tus servicios?
El cien por cien son hombres, o al menos yo no he tenido ninguna clienta chica. Aunque se suele pensar que los clientes son hombres mayores con mucho poder, créeme que puedes ver de todo. El perfil medio es el de un hombre de más de treinta años. En cuanto a condición social o perfil profesional, cualquiera puede ser un sumiso, y nadie lo pensaría.

Publicidad

"El perfil medio es el de un hombre de más de treinta años. En cuanto a condición social o perfil profesional, cualquiera puede ser un sumiso, y nadie lo pensaría"

¿Siempre que practicas la dominación con alguien te excitas a la par que el cliente o se finge mucho?
Yo no me excito. Realmente yo no tengo sexo con mis clientes, y tampoco me excito por sentirme ama. Es verdad que me gusta, pero excitarme sexualmente no. Al final se ha convertido en un trabajo para mí, donde no busco ningún tipo de satisfacción sexual, solo que ellos lo disfruten, que para eso me pagan.

Foto cedida por Meritxell

Aparte de los clásicos látigos, cuerdas y esposas, ¿qué otros accesorios utilizas habitualmente en tus sesiones?
Lo mejor de todo es el lenguaje y la actitud. Saber qué decir y cómo decirlo. Mucho más que cualquier utensilio. Pero, evidentemente, también los utilizo. Además de los que mencionas, también utilizo las mordazas.

¿Pones algún límite a la hora de hacer un servicio? ¿Hay alguna palabra clave?
Por supuesto. Siempre se pone una palabra, para saber que debes parar porque el cliente no está cómodo. Pero siempre la eligen ellos, y la verdad es que nunca he llegado al punto de tener que oírla.

¿Para ser dominatrix basta con saber coger un látigo e insultar o hay que tener una serie de aptitudes? ¿Puede cualquier persona ser ama dominante?
No, no todas las personas pueden ser ama dominante. Y no es tan fácil como coger un látigo e insultar. Debes saber transmitir la sensación de superioridad, y poder humillar prácticamente con una mirada. Los inicios no son nada fáciles. Y si no consigues humillarlos porque realmente no te lo crees, acabas siendo tú la humillada.

Publicidad

"Debes saber transmitir la sensación de superioridad, y poder humillar prácticamente con una mirada"

¿Afecta de algún modo tu trabajo como dominatrix al resto de facetas de tu vida?
No demasiado. Es verdad que siempre estoy pendiente del móvil por si entra algún mensaje de algún cliente nuevo, pero también es verdad que si no tuviera este trabajo probablemente también estaría todo el día con el móvil [risas]. Con mis parejas he tenido suerte. Lo he explicado y nunca ha habido ningún problema. Pero no te digo que lo pueda ser en un futuro con alguna pareja.

¿Alguna vez has vivido una situación incómoda en alguno de tus encuentros con clientes?
Al principio sí. Es difícil empezar con los primeros clientes y ya conseguir tener ese aire de superioridad y seguridad que es necesario. Por eso comentaba anteriormente que no es un trabajo para todo el mundo. Una vez pasadas las primeras semanas, te vas soltando y te empieza a gustar. Si tienes el carácter necesario, lo demás se consigue con el tiempo y la experiencia.

¿Ves compatible tu vocación con el discurso feminista y de liberación de la mujer?
Por supuesto. Es más, en este caso la mujer (es decir, yo) es la dominante. Es verdad que puede haber jaleo con el tema del feminismo y con la prostitución o vender el cuerpo de una misma, pero en este caso estamos hablando de algo que poco tiene que ver con eso. Y, por supuesto, sí soy feminista, ya que ser feminista no es más que desear la igualdad entre hombres y mujeres. Tan simple y a la vez tan complicado como eso.

¿Qué consejo darías a alguien joven y sin experiencia que sienta curiosidad por adentrarse en el mundo de la dominación profesional?
Que no es fácil. Que se informen, que lean mucho sobre ello, pero que si realmente lo desean y creen que pueden ser felices con ello, ¡adelante!. Siempre hay tiempo para echarse atrás si no les gusta, y siempre es mejor arrepentirse de algo que has hecho, que pasarte la vida pensando ‘¿y si me hubiera atrevido?’.