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Música

De lunas llenas con María José Llergo

“Si tuviera que representarme gráficamente sería un cristal porque dejo que me atraviese una luz que no es mía, sino compartida".

Que nos encontraramos tras una noche de luna llena no fue casualidad. María José Llergo (1994) es una cantaora lunar, muy sensible a los claroscuros vitales. Deja que la candela del astro la traspase y dirija sus pasos al igual que guía las mareas.

“Si tuviera que representarme gráficamente sería un cristal —empieza—, porque dejo que me atraviese una luz que no es mía, sino compartida. Siento que la canción 'Niña de las Dunas' no es de mi propiedad, yo hice de puente. Una vez que las palabras salen de ti no te pertenecen, son de quien las escucha. El ego en el artista enturbia, es un peso y una barrera entre tú y lo que estás transmitiendo. Cuando menos ego tengas más limpito estará tu cristal y más claro pasará el mensaje. Yo lo aseo trabajando mucho o estudiando técnicas, imitando a gente a la que admiro como La Niña de los Peines”.

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Aunque su principal maestro siempre ha sido su abuelo, José Sánchez Muñoz, que a su vez, aprendió de manera autodidacta y le transmitió las lecciones mientras labraba su trocito de tierra en Pozoblanco (Córdoba), donde María José guarda con amor sus raíces. “Me dice que aprendí a cantar antes que a llorar. Soy de campo, he crecido en la huerta con mi abuelo y mientras él araba yo me sentaba en el suelo a jugar con las piedras o con los regueros del agua. Él cantaba y yo cantaba con él, y así naturalicé el cante y a la vez lo asocié con la naturaleza, que es un punto de encuentro conmigo misma”.

Y entre fandangos y boleros, su abuelo también le deja caer algún consejo: “Me dice: cuando cantes siempre cobra, no cantes de balde; porque quiere que se valore y está viendo que en la sociedad de hoy en día el arte se tiende a ignorar, cuando es una necesidad de todos, es la expresión hecha materia. Estoy muy a favor de que la cultura sea libre, pero los artistas no vivimos del aire. Estamos muy maleducados y no valoramos el arte hasta que no necesitamos de él para encontrarnos a nosotros mismos. Entonces, la educación tiene un papel esencial en el valor del arte”.

El ego en el artista enturbia, es un peso y una barrera entre tú y lo que estás transmitiendo. Cuando menos ego tengas más limpito estará tu cristal y más claro pasará el mensaje

Por eso, aunque viene de una familia donde se cuida la tradición andaluza, pero donde nunca se había trabajado la vocación de artista, María José decidió probar todas las opciones que tenía cerca: “Siempre he sabido que yo estoy en el mundo para cantar, porque es algo que me ha hecho feliz desde el segundo cero. No tenía profesor ni nadie en mi pueblo que me pudiera enseñar, así que iba a todos los coros que podía y de los 8 a los 18 años di clases de violín. Se ningunea la voz y eso que lleva un peso que no tiene ningún otro instrumento: la palabra, que te ofrece la oportunidad de comunicar y ya que la tienes, transmite algo que trascienda. Además, la voz es el primero instrumento de la historia: los homínidos, antes de tocar, ¡empezaron a chillarse!”.

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Fue en esa época cuando hizo una pequeña revolución: “Me presenté a un concurso de cámara cantando, en vez de tocando el violín, y gané el Premio del Público. Hace poco supe que han cambiado las normas para que nadie se presente tocando algo que no está estudiando… ¡por mi culpa! Lo mío fue una protesta porque no me dejaron desarrollar mi pasión aun estando en un conservatorio de música, donde la creatividad tiene que estar a la orden del día y cuantos más instrumentos toques mejor para ti”.

Y su inquietud por cambiar la situación en la que se encontraba, continuó: “Cuando me dieron la nota de selectividad, teníamos que elegir carrera y yo me hallaba en un sinsentido: mi vocación no estaba representada, así que decidí que no quería ninguna de esas opciones, le dije a mis padres que pondría alguna para hacerlos felices, pero que yo quería cantar”. ¿Tuviste que prepararte para decírselo? “Me salió espontáneo y la incomprensión también fue espontánea [ríe]”.

"La vida siempre te da lo que necesitas, aunque a veces no seas capaz de entenderlo hasta pasado un tiempo"

¿Qué te recomendaron? “Primero que me bajase de las nubes —vuelve a reír, a sabiendas de que habla del pasado—, y decidí que en vez de irme a estudiar algo que no sentía, me quedaría en mi pueblo a buscar oportunidades. En esa etapa comprendí que la vida siempre te da lo que necesitas, aunque a veces no seas capaz de entenderlo hasta pasado un tiempo. Para mis padres también fue un ejemplo, ellos no comprendían por qué me quería dedicar a la música o por qué no escogí un trabajo fijo, pero ahora ven que esta lucha es mi felicidad y lo entienden. Mi madre me enseñó a defenderme sola en un entorno hostil y a no rendirme nunca, ¿cómo no me iba luego a dejar decidir y ser libre? Lógicamente, tenían miedo”.

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Después de un año de dar conciertos por la zona con Paco Rojas y de ser artista local residente en la sala Gaultier de Pozoblanco, vio que había agotado las opciones y con 19 años se vino a encontrar a su otro maestro en Barcelona: José Miguel Vizcaya, al que describe como una enciclopedia viva.

María José Llergo Niña de las dunas

“Tener la oportunidad de estudiar lo que me gusta con alguien que me enseñe es lo más grande. Ahora le estoy poniendo nombre a muchas cosas que cantaba con mi abuelo pero que poco sabía de su nombre o su historia. Mi abuelo es una ventana al pasado, puedo mirar a través de él y hacerme un poquito la idea de cómo era aquel tiempo, cuando empezó a liberarse y a compartirse el flamenco. Luego José Miguel me ha enseñado a regar mis raíces con conocimientos, a fundamentar mi arte para pisar firme. Valoro conocer la tradición, aunque luego la asocie a mi experiencia y a mi estilo personal —porque además del flamenco, se nutre del jazz, del soul, y del R’N’B—. El amor, la tristeza o la incomprensión que yo siento son y serán los mismos que los de mis antepasados, pero cada uno los canalizamos a nuestra manera influenciados por el contexto histórico y cultural que nos envuelve. Por eso el arte evoluciona, nada se puede anclar. Los movimientos artísticos de cada época se han adaptando de manera natural a cómo los humanos se van expresando a lo largo del tiempo. Debemos aprender a expresarnos, no a reproducir un patrón de alguien de hace siglos”.

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Por eso recuerda con cariño la grabación del videoclip para “Niña de las Dunas”, con Cortijo Films y su paisano, el director Jesús Blanco: “Fue una comunión de arte. Al principio dudaban de que me vistiera con un chándal, el mantón de Manila de mi abuela y los oros de mi familia, pero cada cosa forma parte de mí y es lo que me gusta aportar al mundo. Quiero ser sincera, respeto la tradición pero la incorporo a mi modo de vida actual y urbano porque así lo siento. Además lo rodamos en mi tierra, en Las Minas del Soldado de Villanueva del Duque, que debería ser un monumento artístico de Los Pedroches, sin embargo es un lugar olvidado. Desde aquí hago un llamamiento a que lo cuiden más”.

La conexión con las raíces no se reduce a algo eventual, en 2016 participó en el documental “El Largo Silencio” de Sabino Antolí, cantando “Canción de Soldados”: “Es un homenaje a todos los testimonios de la Guerra Civil de mi pueblo, y aún es un tema tabú en España porque duele tanto que nadie lo expone. Sin embargo, hablar de las heridas es el primer paso para sanarlas. Sabino, que es otro director vecino, me dijo de colaborar y yo aporté esta canción que descubrí gracias a la actuación de Chicho Sánchez Ferlosio en la Plaza Felip Neri de Barcelona, otro lugar que tiene mucho encanto e historia, porque aún conserva los daños de la metralla. Me gusta esta canción porque no tiene una visión cerrada del conflicto, muestra el sufrimiento de los dos bandos. El documental saldrá a la luz a lo largo de 2018”.

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María José Llergo Niña de las dunas

“Yo le diría a los demás que canten, que expresen sus quejas y sus alegrías para que dejemos de reprimir nuestros sentimientos y nos guiemos por la belleza que nos une y enriquece a todos, mejorándonos desde dentro. También que le demos a nuestra voz la importancia que se merece, rompiendo esta barrera absurda de la vergüenza, porque cantar es tan normal como hablar y da igual que voz tengas: es única y es tuya, nadie te la puede quitar. Con esto les digo a los jóvenes que se responsabilicen de buscar su camino. Nadie tiene porqué utilizar tus circunstancias para limitar tus posibilidades. No importa de dónde vienes, sino a dónde vas”.

“Nunca te expreses con vergüenza, yo cuando canto pienso que mi voz es para ti”

En su discurso queda implícito otro mensaje que se complementa y es que a pesar de que nos movamos hacia delante es importante regresar. En su caso, volverá a su pueblo el próximo 4 de enero, en un concierto benéfico para la Asociación Contra el Cáncer de Pozoblanco, junto a su guitarrista Marc López -en otras ocasiones también la acompañan el sevillano Rycardo Moreno o el cordobés Ángel Pérez Cantero-, y me hace notar que habrá fila cero para los concienciados a los que el evento nos pille de lejos.

Y después de iluminarme la noche, María José Llergo se despide con un consejo: “Nunca te expreses con vergüenza, yo cuando canto pienso que mi voz es para ti”.