AutoLesiones_V3_@lenny_maya
Ilustración por @lenny_maya. 
Salud

Por qué las autolesiones son un problema de todos

Dice David Le Breton que "algunos individuos dependen de sus cortes como otros dependen del alcohol o de la droga".

“Salvar el bosque implica sacrificar una parte”, dice David Le Breton, sociólogo y antropólogo, en su libro La piel y la marca. Acerca de las autolesiones. También sostiene que quienes las practicamos nos infligimos un dolor controlado, luchamos contra un sufrimiento infinitamente más pesado. “Se me hacía tan insoportable lo que sentía, que lo único que me funcionaba era cortarme porque ponía el foco en eso y me ayudaba a bajar de esa emoción tan fuerte”, asegura Victoria, de 30 años.  

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Si me preguntan a mí, la respuesta es bastante gráfica: sentía tanto dolor dentro del cuerpo que necesitaba que salga de alguna forma y encontré que la forma que me funcionaba era dejar correr la sangre. Le Breton lo resume muy bien en una frase: “Que corra sangre es una especie de ‘drenaje’ de esa inundación de sufrimiento que ahoga al individuo”.  

Carla Gabrieli es psicóloga y forma parte de la Red de Psicólogxs Feministas de Argentina. “La herida en sí misma no es nada, es un emergente. Es como la punta de un iceberg. A mí me sirve pensarlo en relación a consumos problemáticos”, dice. El sociólogo también hace esta comparación en su libro: “Algunos individuos dependen de sus cortes como otros dependen del alcohol o de la droga”.

“Cuando se trata a una persona que se autolesiona hay que tener cuidado porque muchas veces ese corte es lo único que tiene esta como para poder decir ‘esto me salva’. Lo mismo pasa con los consumos problemáticos: vos no podés ir a decirle a la persona ‘no consumas más’. Eso es lo que la persona tiene para llenar ese vacío que siente. Si se lo sacamos así de una, es un montón”, explica la psicóloga. Afirma que frente a los casos de autolesiones hay que alertarse, poder nombrar que eso no está bueno y acompañar, pero “tratar de ir despacio y encontrando las soluciones singulares que estén a disposición de esa persona según los recursos y la red de contención que tenga”. 

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Después de la herida vienen la culpa y la vergüenza. Preguntarnos por qué lo hicimos de nuevo o por qué retomamos esa conducta en la adultez, si la habíamos abandonado. Yo estuve diez años sin hacerlo, pero los episodios volvieron cuando tenía 26 y duraron un año más, hasta que me di cuenta de que no solo me lastimaba a mí, sino también a las personas que quiero. Eso es a veces lo que nos detiene.

 “Un día alguien se me quedó mirando las marcas y pensé: ¿qué estoy haciendo? ¿Quiero seguir haciendo esto? ¿De qué me sirve? Y paré”, cuenta Victoria. Nicole, que tiene 24 años, dice que dejó de hacerlo porque se dio cuenta de que esa no podía ser la respuesta a sus problemas, traumas o duelos. 

David Le Breton dice que “las autoagresiones corporales son gritos liberados a falta de lenguaje” y que recurrir al cuerpo marca el fracaso de la palabra. Carla adhiere y agrega que “el corte muchas veces viene a significar nada. Después, a posteriori, se resignifica con un otro que venga a poder enlazar con sentido ese corte”. Ese otro es a veces quien también violenta, abusa y/o expone a la persona a situaciones riesgosas, y he ahí otro problema. 

Para dejar de lastimarse hay que buscar otras herramientas que ayuden a atravesar las olas emocionales que nos llevaron a eso alguna vez. Como cada historia personal es distinta y no todos tenemos los mismos recursos, las herramientas serán particulares. Lo que le sea funcional a una puede no serlo para la otra. Me gustaría decir que cuando dejé de cortarme fue definitivo y que nunca más se me cruzó por la cabeza, pero estaría mintiendo. Tener nuevas herramientas y haber aprendido a manejar el impulso es lo que me mantiene sin hacerlo, y eso es un trabajo de todos los días. Victoria, además de asistir a una institución donde le brindan métodos para afrontar dichas olas, cuenta que a ella le sirve mirar Harry Potter o The Princess Bride, que son sus películas favoritas, o llamar a su mejor amiga, quien enseguida le propone hacer una actividad juntas. 

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Como si no fuera suficiente, además, quedan las marcas. La relación de cada persona con sus cicatrices es muy particular y me animo a decir que va cambiando con el tiempo. Hay quienes las adornan con tatuajes como una manera de resignificarlas, quienes las tenemos al descubierto y quienes se tatúan para cubrirlas por completo. No hay una opción correcta, todas son válidas.

Victoria se las cubrió completamente con tatuajes porque verlas le producía un dolor muy grande que no quería sentir. En mi caso, lo primero que quise hacer fue taparlas, me daban vergüenza. No tanto ante la mirada de los otros sino ante la propia. Cuando asistí a mi turno con la tatuadora, me recomendó que no lo hiciera encima porque las heridas eran muy recientes. Finalmente me tatué un unicornio más arriba, cubriendo apenas unas pocas que eran casi imperceptibles. Hoy no me interesa taparlas, entiendo que son una parte de mi historia con la que ya me amigué. A Nicole le pasa algo parecido: “No me enorgullecen, pero tampoco es algo de lo que me arrepienta ni quisiera borrar”, cuenta.  

“Lo que no se nombra, no existe”, dijo el filósofo George Steiner, y es justamente por eso que es necesario hablar de las autolesiones, para dejar de negarlas, aceptar su existencia y preguntar(nos) qué podemos hacer con ellas. Carla sostiene que “cada vez se están viendo más conductas problemáticas que son sobre el cuerpo, me parece que tiene que ver con que hoy la imagen prima sobre la palabra, entonces el cuerpo termina siendo como un laboratorio, que una utiliza para hacerse mal”. 

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Es interesante (y necesario) mirar el tema desde una perspectiva de género. Gabrieli propone tomarlo por el lado de la imagen. “Son más las mujeres quienes se autolesionan; podemos pensar qué es la imagen corporal para la mujer. No podemos obviar que la imagen en la mujer es mucho más bastardeada. El cuerpo es el lugar donde tenés que odiarte, siempre hay algo que está mal”, comenta. Aunque no niega que también, en menor medida, hay muchos varones que padecen su cuerpo y que tienen estas conductas.

Por otro lado, Le Breton dice: "Que las autoagresiones corporales sean netamente superiores en cuanto a la cantidad de mujeres más que en los hombres confirma el hecho que en las primeras el sufrimiento se interioriza mientras que en los segundos toma más bien la forma de una agresión contra el mundo exterior", y ahí podemos poner el ojo en los mandatos que sostiene la masculinidad hegemónica y el privilegio que tienen los varones de usar la violencia y que sea vista como un signo de virilidad.

Es importante en esta época cuestionarnos qué estereotipos y mandatos reproducimos que no nos hacen bien, no solo de manera individual, sino también colectiva. Introducir las autolesiones en el marco de la locura y relacionarlas con intentos de suicidio, dice Le Breton, “falla para denotar la intención de quienes realizan estos actos, y las encierra en una sintomatología que no dice nada de la confusión que sienten o de la búsqueda de supervivencia”. El sociólogo afirma que “las lesiones corporales son lo contrario del suicidio, todavía se procura una salida”. Victoria y yo concordamos en que, cuando lo hacíamos, la única intención era aplacar un dolor insoportable. 

“Ningún caso que yo acompañé tuvo que ver con intentos de suicidio. No tiene que ver con eso. Es una herramienta más y lo que hay que pensar es a qué no se le está dando lugar para que esa persona tenga que recurrir al corte”, aclara Carla y agrega que “habría que hacer una gran campaña de prevención, que haya información en los centros de salud, en los medios, en escuelas, poder plantearlo desde las edades tempranas. A veces se piensa que el adulto no se corta y es importante poder preguntar, desde el lugar de los profesionales, si esto está pasando”. Victoria sugiere que ayuda validar el dolor de la persona y preguntar qué se puede hacer por ella y Nicole agrega que es necesaria “la existencia de un espacio para que las personas que están en esta situación puedan expresarse sin ser estigmatizadas ni señaladas”.

Escribir sobre autolesiones es difícil. Hacerlo con responsabilidad, aún más. Existe una línea muy delgada entre no demonizar y romantizar esta conducta, pero tal como dice Carla, no es una responsabilidad de la persona que se corta, sino de todos como sociedad, hacernos cargo de esas cosas, porque son respuestas a algo que agobia.