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Cultură

Puse un anuncio para hacer fotos y me ofrecieron un trío por 200 euros

Las páginas de segunda mano esconden un mercado negro donde la gente busca, por ejemplo, zapatos para chuparlos.

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Hay mucho mito (y mucha realidad) alrededor de la Deep Web. Ese submundo en el que se consiguen todo tipo de cosas e informaciones para hacer el mal en estado puro. Pero ante nuestros ojos tenemos una puerta de entrada legal a ese universo desconocido, a ese paraíso de cosas extrañas. Y son sitios públicos, que se anuncian, son legales y, en su tiempo, incluso servían para encontrar pisos y coches. Son las webs de segunda mano.

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Hace tiempo supimos que un tipo en Barcelona se estaba forrando vendiendo ropa interior femenina usada a través de Internet. Tenía clientes de todo el mundo. No mentía, la ropa era de segunda mano. Pero porque se la ponía él, mientras salía de fiesta, y luego la empaquetaba cuidadosamente, para que mantuviera intacto su íntimo perfume corporal. Este tipo de web están repletas de historias curiosas y de equívocos provocados en los que el sexo -en todas sus variantes- está muy presente. Porque no todos los intercambios sexuales van a ser a través de Tinder.

Una amiga fotógrafa nos contó su experiencia. Martina S. se había quedado sin curro. Y decidió recurrir a dos páginas muy conocidas para buscar trabajo. Textualmente escribió: "Busco trabajo como fotógrafa y retocadora de fotos, tengo mucha experiencia en hacer retratos, eventos sociales y books para actores". Lo bueno de este tipo de sitios es que el teléfono es público y, además, hay foto del que ofrece sus servicios. "Recibí dos llamadas. Una de un señor para maquetar una boda por dos duros, que no me salía a cuenta; y otra de un chico que quería un book de actor junto a su pareja. Ésta me interesó y seguí preguntando".

"¿Queréis diferentes fondos?, ¿número de fotos?, ¿impreso o digital?, etc… y él no sabía bien qué decirme. Me dijo que era algo personal, que querían unas fotos un poco eróticas por motivos personales. Que si me importaba. Le dije que no me importaba hacer fotos eróticas, no había problema…. pero que no hacía fotos si se trataba de algo sexual. Él me dijo que solo estarían desnudos… que igual entre ellos había roces, pero nada más. Me dijo que vivían en Alcorcón y que haríamos las fotos en su casa. Le dije que lo pensaba y que hablábamos sobre tarifas".

Como no tenía respuesta, el 'modelo' interesado insistió bastante por WhatsApp a la protagonista de nuestra historia. Había confundido la web de segunda mano con una aplicación para follar. Estaba claro. "Como no respondía a sus mensajes, me volvió a llamar para ver qué había decidido. Me habló de su pareja, me dijo que era enfermera y que había visto mi foto y yo le parecía bien. Al final me dijo claramente que lo que querían era un trío y que yo le gustaba. La oferta era de 200 euros y a pagar en el mismo momento. Para convencerme me dijo que eran limpios y que los dos tenían trabajo".

Martina, finalmente, les dijo que no. "Pero él insistía en que si cambiaba de opinión les llamase". Esto fue hace un año. La semana pasada volvió a poner el mismo anuncio. Buscaba curro de nuevo, y el interesado volvió a aparecer. Llamó dos veces, y como no tuvo respuesta, volvió al WhatsApp. Esta vez no fue tan insistente y enseguida, al darse cuenta que era la misma fotógrafa, desapareció sin un doble check. Después de escuchar esta historia, decidimos buscar alguna más, y hemos encontrado otra perlita muy suculenta. Un tipo que confundió la web de venta de objetos usados con un foro de fetichismo sexual. Verónica colgó un anuncio poniendo a la venta cuatro pares de sandalias usados. En el adjetivo "usados" está la clave de la historia.

"Al cabo de media hora, recibo un mensaje de un tipo que me dice que está interesado en comprar todos los pares de sandalias, pidiéndome que le rebajara el precio. Le dije que no podía rebajarle y que si las quería, el precio era el marcado. Cuál fue mi sorpresa cuando el tipo me empieza a contar que le encantaban los zapatos femeninos y yo le pregunté que si era estilista o algo así. Pero no. Me dijo que era un fetichista de los zapatos de mujer y me pedía que se los dejara más baratos porque no los quería para ponérselos sino para olerlos y chuparlos (qué pena no haber guardado la conversación)".

Verónica cortó la charla diciendo que el uso y disfrute de las sandalias no era de su incumbencia y que el precio era el marcado. Aún así, el comprador insistió: "Me dijo que me los compraba, pero antes quería ver una foto de mis pies con las sandalias puestas". Fin de la conversación.