Las posibilidades de que sobreviva son pocas: él desciende por una estrecho camino de muros rosas y azules de casas precarias y el sicario está en lo alto de la pendiente acompañado por dos cómplices más, viéndole la espalda. Unos minutos antes, esos tres pistoleros entraron a la tortillería Los Mangos en la zona alta de la colonia La Laja, una de las franjas más pobres y peligrosas de Acapulco, capital del estado mexicano de Guerrero, y rafaguearon por dentro. Rodolfo, el único compañero de trabajo de Samuel, también pudo salir del local, pero cuando huyó hacia la azotea un disparo le atravesó la espalda y lo hizo caer muerto desde el primer piso hasta la entrada del negocio.Y ahora Samuel es el siguiente blanco. El sicario dispara contra su víctima pero las balas no alcanzan su cuerpo. Si el vendedor de tortillas quiere aumentar sus posibilidades de vivir, necesita jadear 150 metros más hasta la calle Sección Regional, la pavimentada, y girar a la izquierda para perderse en algún callejón. Chilla. Serpentea. Resopla los 23 grados centígrados que pesan en el aire. Sólo él sabe cuánto le amartilla el corazón o si su estómago se ha convertido en un hueco que le debilita las piernas. Pero sigue hasta poner ambos pies en el asfalto y a 10 metros de que alcance la curva que le salvaría la vida… se desploma.Una bala entra en su cráneo. Desde lo alto, a lo lejos, los sicarios miran como el chico de playera azul cielo y shorts verdes con blanco cae. No se levanta. Ni siquiera mueve las piernas. El comando huye con la seguridad de que se ha cumplido la encomienda de matar a todos los trabajadores de esa tortillería.LEER MÁS: Este expolicía mexicano huyó del narco y ahora vende birria
La fiesta de la tortilla es un funeral
Pero a menos de seis años de ese premio, la fiesta se ha convertido en un funeral para la industria asentada en el estado sureño de Guerrero, donde 50 grupos criminales se disputan el control de la entidad, primer lugar nacional en producción de opio y bautizada por sus propios legisladores como "el epicentro del dolor nacional".LEER MÁS: El aguacate mexicano sigue luchando contra el narco
El año que marca el inicio de esta ofensiva es 2014. En aquel entonces, Chilpancingo, la capital de Guerrero, tenía 285 tortillerías, mayoritariamente en colonias populares como la Benito Juárez y la Universal, donde también se asientan grupos criminales como Guerreros Unidos y Los Rojos.La ofensiva del crimen le ha dejado con 11 de las 185 que aún quedan en la capital guerrerense. El 35 por ciento de la industria ha cerrado por miedo a ser los siguientes secuestrados cuyos restos son hallados en narcofosas.
Lo sabe bien Abdón Abel Hernández, líder de los tortilleros en Chilpancingo, quien ya ha sido amenazado tantas veces que ha perdido la cuenta y secuestrado en una ocasión. La última vez tuvo que endeudarse con un millón de pesos para pagar a sus captores. Llegó a tener 17 tortillerías y la ofensiva del crimen le ha dejado con 11 de las 185 que aún quedan en la capital guerrerense. El 35 por ciento de la industria ha cerrado por miedo a ser los siguientes secuestrados cuyos restos son hallados en narcofosas.LEER MÁS: El arte urbano en los restaurantes oaxaqueños expresa la inconformidad social
El líder tortillero admite conversar en las oficinas de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) de Chilpancingo. Abajo, dos guardaespaldas armados vigilan la entrada del edificio en la colonia Centro porque le acompaña el presidente regional de la confederación, Adrián Alarcón, empresario de la construcción de 51 años, quien también vive con la muerte soplándole al oído por defender a sus agremiados amenazados."Así como sucedió con la industria del transporte público, en el que 'doblaron' a taxistas y camioneros para convertirlos en manos y ojos del narco, hoy la industria de la tortilla está secuestrada por ellos", asegura Alarcón. "Está completamente infiltrada: el dinero que ellos sacan de las tortillas, lo usan para comprar armamento. Los estamos financiando."Sólo en los primeros dos meses del año, Alarcón sabe de 35 empresarios que han sido secuestrados y extorsionados en el centro de Guerrero; gran parte de ellos —un dato que prefiere no revelar— son dueños de tortillerías o socios de algunas.Pero si aquí la situación es crítica, deberías ir a Acapulco. Acá secuestran a los tortilleros, pero allá los están matando.
Acapulco, el esplendor que ya no es
A medio kilómetro de donde los habitantes encontraron colgado ese mensaje, el 8 de enero pasado, 150 empresarios y vendedores de la industria de la tortilla tomaron la costera Miguel Alemán, la calle principal del puerto, y marcharon para exigir seguridad para su gremio en honor a sus muertos. Sin embargo, de poco sirvieron sus gritos: cinco días después de la protesta, el gremio de tortilleros sepultó a José Eutimio Tonico, "El Rey de la Tortilla", un conocido empresario del municipio guerrerense de Arcelia, cuyo cuerpo fue hallado en un camino de terracería días después de haber sido secuestrado junto con 15 personas más.Sin embargo, de poco sirvieron sus gritos: cinco días después de la protesta, el gremio de tortilleros sepultó a José Eutimio Tonico, "El Rey de la Tortilla".
"Esto es por una situación que se dejó crecer desde hace años", diagnostica Flores es un despacho caluroso con decenas de botellas de agua y walkie-talkies. "Pero estamos haciendo rondines diarios y coadyuvamos con el ejército, la federación, las distintas policías ¡y estamos poniendo orden en Acapulco!"Pero la realidad parece distinta al discurso oficial, así que pedimos ir a los lugares donde el crimen ha atacado a las tortillerías, hablar directamente con los amenazados y caminar los últimos pasos de los asesinados."Sí, hombre, cómo no", acepta Flores. "Pero hay que pedir refuerzos."LEER MÁS: Podrías estar comprando fruta de un cártel mexicano
Entrar a la zona de guerra
"Acá está bien pesado", ataja Sedano, hablando de lo obvio: bastaría que dos vehículos cerraran una entrada y una salida de los callejones para dejarnos atrapados y a merced de pistoleros. "Mira, esa tortillería… y ésa… y allá arriba hay otra… todas esas están amenazadas."Luego de varios minutos, la camioneta se estaciona en la calle Niño Perdido, frente a la tortillería El Samaritano. Juan Ibarra, el dependiente, mira con miedo a los policías detrás de los barrotes de su local y pega el cuerpo a una pared. Hasta que sabe que somos periodistas, respira aliviado.En este negocio, hay quienes salen por la mañana y nunca vuelven a ver a la familia.
"¿Miedo? Sí. Mucho. Yo hasta pensé que ustedes iban a… ya sabe…", tartamudea Ibarra, un cuarentón bonachón con playera del Partido Revolucionario Institucional (PRI), la fuerza política que gobierna Acapulco. "En este negocio, hay quienes salen por la mañana y nunca vuelven a ver a la familia."Entonces, la camioneta arranca rumbo a un lugar donde hubo quienes salieron a vender tortillas y acabaron en un ataúd: La Laja, la zona alta de Acapulco. Ir allá triplica el riesgo, así que se triplican los refuerzos con seis policías más en dos camionetas extra. Una abre el paso, otra lo cierra detrás de la camioneta central. De nuevo, el convoy se mueve por pendientes apretadas bajo la mirada intimidante de los habitantes de la colonia.LEER MÁS: Cómo traficar droga escondida en comida