Ilustración por @fridishart
Ilustración por @fridishart.
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Guía básica para enfrentar el teletrabajo tras el largo confinamiento

En algunos países de Latinoamérica se ha regularizado el teletrabajo y el trabajo en casa. Cómo vivimos los cambios de rutina y cuáles fueron las consecuencias.

Hace aproximadamente un año gran parte de la población mundial mudó el universo laboral a su hogar. Pasó de perder tiempo en transporte a estar a un botón de distancia para comenzar o finalizar su trabajo remunerado. Transformó su comedor en una oficina precaria donde mascotas, familia, hijos, padres, madres circulaban alrededor. Peleó y puteó contra su compañía de internet por el mal funcionamiento de la red. Y por qué no, pensó en hablar con sus jefes para que le envíen una silla cómoda, le respeten los fines de semana o les brinden atención psicológica por no tener un día de desconexión como derecho básico. 

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En mi caso, para cuando llegó la cuarentena obligatoria, convivía con mi hermano menor y cada uno tuvo que trasladar su lugar de trabajo a nuestro hogar. Al principio comenzamos a pelearnos por un espacio en la mesa del living, saltábamos cables, cargadores y gatos que interrumpían cada paso que dábamos. Aprendimos nombres de nuestros compañeros y jefes, y a veces jugábamos a identificarlos según su tono de voz en alguna videollamada. Con el correr de los días, la tensión en la convivencia iba aumentando, nuestras piernas se acalambraban por estar horas en la misma posición, las comidas se pisaban frente a nuestros monitores y las lavadoras interrumpían la concentración necesaria. 

Historias ilustradas de la vida laboral en casa

Sin contar el privilegio de tener un trabajo estable y no cargar con el cuidado de otras personas en mi día a día comencé a notar cómo el trabajo en casa hacía de nuestras vidas un desastre.

“Convivo con mi marido y mi hija de cuatro años. El traslado del trabajo a nuestro hogar fue de terror, comenzamos a turnarnos para cuidar a nuestra hija, hicimos una agenda de reuniones que se interrumpían a cada hora, tuve que aprender a trabajar y dibujar a la vez, se abrió la televisión 24 horas y le habilitamos jugar al celular. Cosas que antes eran impensadas en la educación ideal que habíamos planteado”. Sandra, 41 años, Argentina.

En Argentina la Ley 27.555 de teletrabajo comenzaría a entrar en vigencia el primero de abril. “Lo novedoso de esta ley es el artículo seis, donde habla sobre las tareas de cuidado de las personas trabajadoras, indistintamente de su género. Es decir, las personas con responsabilidades de cuidado que tengan a su cargo a menores de 13 años, adultos y adultas mayores y personas con alguna discapacidad, tendrán derecho a interrumpir su jornada y modificarla con horarios compatibles entre el cuidado y el trabajo remunerado. En Argentina la mayor parte de las tareas de cuidado las hacemos las mujeres. Por eso es importante tener una normativa de trabajo que hable de la necesidad de conciliar los dos espacios”, dice Gisela Dohm, socióloga e integrante de ELA, equipo latinoamericano de justicia y género, quien propone abrir las discusiones de las normativas laborales, no solo en el ámbito privado sino también en el resto de los sectores de trabajo.

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Dohm apunta a los ámbitos que resultaron más vulnerados por causa del aislamiento, donde muchas familias pasaron a estar 24 horas conviviendo y fueron obligadas a compartir ciertos espacios donde se mezclaba la vida laboral, educativa e íntima. “El aislamiento incrementó significativamente el trabajo de cuidados, por el cierre de los establecimientos educativos u otras instituciones de cuidado, además del incremento de la asistencia sanitaria de las personas adultas mayores de las familias. Este incremento recayó mayoritariamente en las mujeres, lo que trajo dificultades para conciliar sus trabajos remunerados, su tiempo de descanso, autocuidado y recreación. Para los varones esta tensión no tuvo el mismo impacto”.

El trabajo en casa con derecho a la desconexión

Desde las oficinas de Recursos Humanos tampoco esperaban que este contexto se estirara durante tantos meses. Sofia Morales es parte del equipo de Recursos Humanos de una empresa de publicidad y medios de comunicación en Ciudad de México. En esta empresa trabajan casi 280 personas desde sus hogares. “Veo como positivo el panorama de regulación que está vigente desde principio de este año. Se trata de contar con un apoyo mensual para cubrir los gastos de internet y de luz y poder cubrir, fundamentalmente, con las herramientas de trabajo: laptops y sillas ergonómicas. En nuestro caso, estos elementos son brindados por la empresa a todos los trabajadores, quienes tienen que firmar una carta de compromiso de cuidado de los materiales”. 

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En México, tener derecho a la desconexión al terminar la jornada laboral, incluir una perspectiva de género en los contratos colectivos y brindar al empleado el equipo necesario para hacer sus tareas son los cambios a resaltar en la Ley de Teletrabajo que entró en vigor en enero de este año. 

A parte de cumplir con esta regulación, Sofía se ha encontrado con el mismo panorama en su ámbito personal, “durante los primeros meses me resultó difícil acceder a nuevos contratos, hacer entrevistas de manera virtual y buscar reemplazos para las bajas”. Sin embargo el área de Recursos Humanos donde trabaja lleva un control de cada persona que se contagia por COVID-19 donde también brindan apoyo psicológico. 

Según el psicólogo Agustín Menendez, haber cambiado nuestra vida laboral de manera remota trajo una doble cara, por un lado existen personas que lo han vivido de forma positiva porque su lugar de trabajo no les resultaba cómodo; estas personas supieron optimizar su tiempo y tienen la posibilidad de organizarse de otra manera, en la que pueden tener actividades externas a su trabajo formal remunerado. Pero por otro lado, a mucha gente le desorganizó por completo su rutina diaria, aumentando los niveles de estrés, ansiedad, depresión y angustia. “Es fundamental haber incorporado durante estos meses algunas cuestiones que nos ayudarán a convivir con el teletrabajo de una forma un poco más amena, por ejemplo: no trabajar desde la cama, cambiar la vestimenta diariamente, no sobre exigirse con tareas, estar en contacto con la luz solar al menos una vez al día y tener una buena higiene del sueño”.

“Vivo solo desde hace dos años, al principio no pensé que sería tan terrible trabajar desde mi hogar hasta que comencé a llevar la cuenta de mis horas frente al monitor y me horroricé. Sin programarlo comencé a tener más reuniones con mis compañeros y a pensar más en mi rendimiento, llegué a tener un gran agotamiento mental y físico. Tuve problemas en la piel por estrés y dificultades para dormir. Aparte comencé a tener dolor de espalda”. Felipe, 36 años, Colombia.

El teletrabajo en Colombia fue regulado a través de la Ley 1221 de 2008. Durante años no existió mayor avance legislativo hasta que llegó la pandemia. Julián Páez Vargas, abogado, docente universitario y consultor de nuevas tecnologías aplicadas al derecho explica que “recién hace pocos días, el Senado de la República aprobó, en último debate, el proyecto de ley 352/20S – 429/20C, definiendo el derecho a la Desconexión Laboral y reglamentando, entre otros, un auxilio a la conexión digital; sin embargo, desde ya existen críticas, pues regular la Desconexión Laboral, solamente para el trabajo en casa, podría dejar sin protección otros escenarios laborales, igualmente impactados por el uso de las nuevas tecnologías”.

El derecho a la desconexión, el pago a los servicios de luz e internet, las políticas de cuidado y el requerimiento de equipamiento básico de trabajo son algunas de las cuestiones básicas a resolver para gran parte de la población que todavía realiza su trabajo formal de manera remota.