Nacido en 1991 y educado, según sus palabras, “bajo el tenue brillo de los carteles de los centros comerciales en el extrarradio de las praderas del oeste de Canadá”, el fotógrafo Kyle Berger pasó muchas noches de verano rondando con su bicicleta por los aparcamientos de Wal-Mart y “pulverizando batidos de McDonald’s con explosivos caseros”. Más tarde, centró su atención en objetivos más académicos y cursó Estudios Culturales en la Universidad de Calgary y Fotografía en la Escuela de Arte y Diseño de Alberta, antes de asentarse en Toronto.
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Conocimos el trabajo de Berger durante las primeras etapas de preparación del número fotográfico de este año e inmediatamente sentimos la necesidad de incluirlo. Al igual que otros fotógrafos que aparecen en este número, Berger muestra una asombrosa facilidad para capturar y componer en Photoshop el absurdo de la vida cotidiana: como la imagen de un mapache pillado in fraganti mientras busca comida en un cubo de basura; o la de un perro cagando con una preciosa puesta de sol al fondo; o la de un adolescente con el pelo de pincho que pasa junto a una hilera de plantas que presentan exactamente la misma forma que su peinado.Berger dice que su trabajo “surge directamente del momento y el lugar que ocupo en el mundo y de dónde y cuándo crecí. Me fascina la cultura del consumo y la ingesta de contenido contemporáneo. Parece que nos deslizamos hacia la posverdad, y quiero que mi trabajo constituya una valoración ligera e irónica de la realidad del escepticismo, o el sesgo personal del ‘ver para creer’ en un universo marcado por el capitalismo y el absurdo”.
Este artículo apareció originalmente en VICE US.