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Foto: Chris Roballos

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Venezuela en tránsito

Nos sentamos a hablar con Juan Guaidó: el presidente encargado de Venezuela

PERFIL | El líder venezolano nos recibió en la biblioteca de su alma máter, la Universidad Católica Andrés Bello.

Artículo publicado por VICE Colombia.


—Caracas. Juan Guaidó dice que no siente miedo. Lo dice con una sonrisa mientras saluda y se acomoda el saco. No le quita la mirada a la cámara que acompaña nuestro encuentro y le habla (a la cámara) como si pudiese ver a la audiencia detrás del lente. Es un experto, un político curtido.

Juan Guaidó ha sufrido varios ataques en estos días de efervescente popularidad. Cuento dos: un secuestro por parte de la policía política de Nicolás Maduro mientras se dirigía a hacer un cabildo en el Estado de Vargas y una irrupción a su residencia por parte de la Fuerza de Acción Especial de la Policía Nacional Bolivariana (aunque algunos le dicen FAES, por sus siglas, muchos otros le llaman brigadas de exterminio del Estado).

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A pesar de todos estos ataques, Guaidó, un hombre joven, delgado, enérgico, con unas canas que le empiezan a asomar en la cabeza, quizás por su incansable forma de trabajar, ha seguido el camino de liderazgo que emprendió desde que se convirtió, el 5 de enero de 2019, en presidente de la Asamblea Nacional, el único poder electo por voto popular y reconocido por un amplio y creciente número de países como único organismo legítimo.

A pesar de esos ataques, insisto, Guaidó afirma que no tiene miedo.

El nombre de Juan Guadió, su buen perfil en las fotos, el carisma que lo acompaña, se hicieron famosos en todo el mundo después de que invocara el artículo 233 de la Constitución para convocar elecciones libres, y, unas semanas después, de que se juramentara por obra del mismo artículo y otros más como presidente interino.

Miles de ciudadanos apoyaron este juramento. Una ancha mayoría de países, también. A Maduro se le acaba el aire por cuenta de esta joven promesa de la política. La asfixia política ya se le empieza a notar a pesar de sus muchos intentos por hacerse de una bocanada fresca. No hay espacio para los dos, y quien tiene el cuarto amplio, lleno de oxígeno, es el joven Guaidó.

¿Cómo es posible, entonces, que no sienta miedo?

Él se sienta en el set que tenemos preparado para entrevistarlo en la Biblioteca de la Universidad Católica Andrés Bello, su alma máter, donde estudió ingeniería industrial, y ahí, de traje, corbata y pin con la bandera de Venezuela en la solapa del saco, comienza a explicarme lo de la ausencia de miedo. Es sencilla la razón: todos los venezolanos, dice, vivimos bajo amenaza.

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Foto: Chris Roballos

—Amenaza del hambre, del hampa, de un régimen que no respeta ningún tipo de forma o norma. Así que esa no es la preocupación. La preocupación es que esto se perpetúe. Eso es lo único que nos preocupa en este momento— dice, mirando fijamente a la cámara, al pueblo que lo escuchará detrás de ella.

Los medios internacionales de prácticamente todo el mundo han vuelto a poner en la agenda noticiosa el “tema de Venezuela” gracias a la aparición de un “nuevo” personaje en la escena política que está dirigiendo un movimiento social de cambio. Un líder (un talante) que, en la reciente historia de Venezuela, no se había visto.

Contrario a lo que muchos piensan, Juan Guaidó no es tan nuevo. De 2007 a 2009 fue líder del movimiento estudiantil hasta que, en alianza con otros jóvenes, en conjunto con Leopoldo López, líder opositor preso por Maduro desde 2014, fundó el partido naranja Voluntad Popular.

También ha desempeñado cargos de relevancia en la escena política nacional, siendo uno de los más activos en temas de contraloría, como cuando fue jefe de fracción de la “unidad” o como cuando buscó darle equilibrio al Consejo Nacional Electoral (CNE) desde el comité parlamentario designado para eso. Esto no es poca cosa: desde su puesto como diputado dentro del poder legislativo se encargó de incomodar al régimen, un régimen que tiene a los demás poderes bajo su tutela, y que nunca pensó, como rey incauto, que dos jugadas lo dejarían en jaque.

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Todos los venezolanos, dice, vivimos bajo amenaza.

Entendamos que el CNE es el árbitro que ha regido todas las elecciones hechas dentro de este modelo de gobierno y que no han pasado un solo filtro internacional reconocido: siempre son acusadas de estar sujetas a la manipulación por parte de un régimen pretendidamente revolucionario.

Bueno, pues Guaidó fue uno de los encargados de darle uno de los golpes institucionales que más los puso a sudar, buscando reemplazar gente que todavía lleva más de 10 años en el mismo cargo. Guaidó conformó una comisión dentro del Parlamento para removerlos del cargo (una medida que hubiera tenido frutos, dada la mayoría opositora), pero que fue cortada de tajo, como una cabeza, cuando Maduro le quitó las facultades a la Asamblea Nacional, acabando, ya para siempre, la poca democracia que allí existía.

No fue posible, pero sí fue uno de los elementos principales de la hoja de ruta que estableció, entonces, el hoy presidente encargado: tiene que venir ahora el cese de la usurpacion, es decir, que Maduro desista de aferrarse al poder; debe posesionarse luego un gobierno de transición para poner las cosas en orden y, finalmente, tiene que darse el escenario de unas elecciones libres para garantizar el paso de dictadura a democracia, consultando al pueblo por la consecución voluntaria de un destino común.

Un líder… ¿circunstancial?

La persecución política dirigida por el chavismo ha hecho de Guaidó un líder circunstancial. Empecemos porque Leopoldo López, líder de Voluntad Popular, está preso desde 2014. Por su parte, Carlos Vecchio, el siguiente al mando, se encuentra en el exilio. Y Freddy Guevara, tercero, está asilado en la Embajada de Chile. Tres nombres importantes dentro del partido de Guaidó están por fuera del ajedrez político. Probablemente, tres personas encima de él en una línea recta vertical dentro del escenario actual. El legado, por ende, le cayó a él, como por obra de la misma verticalidad de la estructura.

Esto no quiere decir que Guaidó no esté listo para el reto, pero sí nos da una idea de cómo, quizás, el tiro le salió por la culata al gobierno de Nicolás Maduro, que dejó sin querer un espacio libre para la carrera astronómica de un político joven y carismático.

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Sus palabras y acciones han demostrado que, invocando los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución, ha obtenido una respuesta multitudinaria de apoyo de los venezolanos que han llenado las calles en cada convocatoria, en conjunto con la respuesta de más de 44 países del mundo, que lo reconocen como el presidente encargado de la transición.

Guaidó es hijo de un hombre que fue piloto comercial en sus años pasados, y que desde 2003 es taxista en España. Tuvo que abandonar el país para poder trabajar de forma digna. El padre siempre ha visto en el hijo a un líder. Desde pequeño, como sobreviviente de la tragedia que azotó el Estado de Vargas, demostró el temple y la determinación necesaria para salir adelante educativamente en un contexto de devastación, frente al cual Hugo Chávez se quedó corto.

El 15 de diciembre de 1999 hubo una serie de aguaceros intensos que ocasionaron derrumbes y deslizamientos de tierras, llevándose a su paso, en la peor tragedia natural de la que se tenga registro en Venezuela en el siglo XX, a miles de personas. La cifra oficial no concuerda con otros reportes. El número de personas afectadas (muertos y heridos) depende de quién los cuente.

Guaidó, sin embargo, logró graduarse de ingenieria industrial en 2007 y dedicó su vida política al estado que lo vio nacer, a luchar y a surgir. ¿Quién es Juan Guaidó?, le pregunto. Él me responde: “un joven de la Guaira, empeñado siempre en colaborar, en contribuir, en tratar de aportar siempre en buenas causas, un joven que viene de la Guaira, de Venezuela. Muy trabajador.”

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El interino

Sin pensarlo dos veces, Guaidó define al sistema político actual como una dictadura y una torpeza, cosa que no dista mucho de lo que piensan analistas políticos y jurídicos serios. No teme (recordemos: no siente miedo) al señalar que el reto más grande al que se enfrenta actualmente no es combatir a la dictadura, sino “unir a un país que quiere creer, que quiere creer en sí mismo, que quiere creer en su potencial y que ha demostrado una y otra vez resistencia y que lo quiere lograr.”

Pero esa unión se viene materializando en las demostraciones de apoyo a un proceso de cambio, como las que se han venido registrando desde principios de año, comenzando por los sectores más populares y pobres del país hasta la clase media alta que hoy se encuentra empobrecida.

La Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) arroja datos devastadores: 87% de las familias están bajo la línea de pobreza; 64,3% de las personas, en un año, han perdido un promedio de 11,4 kilos de peso; 70,1% de los hogares aseguran no tener dinero para salir a comprar comida; más del 60% se acuesta sintiendo hambre. El hambre generalizada no concuerda con la idea de revolución. Es el síntoma más grande de su fracaso rotundo.

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Foto: Chris Roballos

A pesar del deterioro generalizado que ha llevado al país a declararse en una crisis humanitaria compleja, Guaidó se empeña en resaltar lo bueno de la nación. El optimismo en él parece inagotable. Tal vez esa sea su mayor virtud: no hay otra forma de que, en medio de un proceso así, no se le agote nunca la energía.

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Habla de lo bello que es nuestro país, de la talentosísima ciudadanía que tenemos, del potencial enorme, de las infinitas oportunidades. “Bueno, es un sinfín de elementos. Hemos tenido embajadores en el mundo, más de tres millones trescientos mil que han llevado nuestros estandartes muy en alto, con Venezuela tatuado en el corazón. Creo que los han conocido, paradójicamente, gracias a la crisis, así que lo que se han llevado es bueno”.

Antes de sentarse con nosotros estuvo conversando con las federaciones de ganaderos, con el sector agropecuario, uno de los principales pilares de la economía nacional, llegando a acuerdos que garanticen su pronto funcionamiento.

Luego de algo tan importante, la mayoría de personas no tendría el ánimo o la fuerza para sentarse con diferentes medios y seguir llevando el mensaje. Él sí. Se sienta con varios medios, VICE entre ellos, y arranca a responderles preguntas a cada periodista por separado y a esparcir un mensaje de esperanza.

A su perseverancia la rodean ciertos hechos, hoy evidentes en la agenda noticiosa.

Cuarenta y cuatro países han reconocido a Guaidó como presidente. A Nicolás Maduro, por su parte, lo consideran ilegítimo. Muchos ven a Venezuela como un ejemplo de lo que el socialismo corrupto pueden hacerle a todo un país.

Aun así, y aunque pareciera que no hay vuelta atrás, siempre hay una ventana para el fracaso, para que la reconstrucción de la democracia en el país pueda fallar. Una posibilidad realista que le lanzo a Guaidó, frente a la cual antepone su férreo optimismo.

—Esto es un momento importante que vivimos como sociedad. Ha sido la construcción de muchos pasos, así que no podemos rendirnos nunca. Lo único que se caracterizaría como una derrota es que perdamos la esperanza. La esperanza nunca la podemos perder— dice.

La entrevista acaba. Guaidó sale y continúa, como si no tuviera freno.

Nota: Juan Guaidó anunció hoy, 12 de febrero de 2019, en medio de una multitudinaria marcha, que la ayuda humanitaria entrará a Venezuela el 23 de este mes.

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