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Soy una mujer negra y joven, y apoyo a Donald Trump

"Los afroamericanos tienen que ir más allá de la caricatura racista que se hace de Trump y estar preparados para hablar honestamente sobre cómo la inmigración ilegal ha sido una de las fuerzas más grandes que impiden nuestro éxito".

Este artículo apareció originalmente en VICE US

La última vez que tuve una opinión política popular fue a mis nueve años. Después de los ataques del 11 de septiembre, todo el mundo felicitaba al presidente George W. Bush por su intrépido liderazgo. Recuerdo muy bien que les decía a mis compañeros en el recreo: "¡Si Al Gore hubiese sido elegido, estaría escondido bajo la mesa de la oficina oval en este mismo momento!".

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Qué idiota que era. Me habían lavado el cerebro.

Ahora, como la mayoría de estadounidenses, no confío en las noticias cuando quiero saber la verdad de las cosas. Cada cuatro años me desconcierta cómo algunas personas que considero inteligentes terminan metidas en debates de televisión perfectamente orquestados o compartiendo artículos que probablemente ni siquiera leyeron. Estas elecciones, muchos de mis desorientados amigos de las redes sociales han intentado poner a Black Lives Matter y a la brutalidad policiaca como la más alta prioridad para los afroamericanos. Como afroamericana, pienso que esto es un insulto a mi inteligencia.

No me malentiendan: es crucial prevenir el abuso policial, como bien lo mostró el reciente asesinato de Terence Crutcher. Sin embargo, es irresponsable de nuestra parte enfocar nuestras exigencias de derechos civiles exclusivamente al síntoma, que es la brutalidad policiaca, y no a la enfermedad, que es la desigualdad socioeconómica.

Debemos recordar que las crisis económicas desatan la violencia en todo el mundo, y que la baja de salarios para la mano de obra poco calificada ha sido directamente vinculada con el incremento de crímenes violentos en Estados Unidos. El hecho de que la tasa de desempleo de los negros sea dos veces más alta que la de los blancos no se debe ver como algo aislado al hecho de que el 13% de la población a la que pertenecemos los afroamericanos comete más de la mitad de todos los homicidios. Nuestras debilidades económicas reducen nuestra calidad de vida e incrementan nuestras posibilidades de tener interacciones negativas con la policía. Los afroamericanos merecen un candidato presidencial con soluciones pragmáticas para corregir las causas de los problemas que enfrentamos.

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Y ese candidato es Donald Trump.

"[Hillary Clinton] promete una inmigración descontrolada y poco calificada que sigue quitándoles los trabajos y salarios a los trabajadores estadounidenses, y especialmente a los trabajadores afroamericanos e hispánicos de nuestro país", dijo Trump en un discurso sobre inmigración al que se le ha llamado, en el mejor de los casos, algo "desconectado de la realidad".

Hay un impulso a responder a este tipo de comentarios con desagrado, pero tiene razón. A pesar del mito urbano liberal según el cual los inmigrantes indocumentados sólo toman los trabajos que los estadounidenses no quieren, la verdad es que estos están quitándoles a los afroamericanos oportunidades de empleo. En 2008, la Comisión de Derechos Civiles de los Estados Unidos encontró que una cantidad desproporcionada de hombres negros trabajando en labores de baja calificación estaba compitiendo directamente con inmigrantes indocumentados. Un año después, la Reserva Federal vinculó el altísimo desempleo en jóvenes estadounidenses con el ingreso de trabajadores de baja calificación en el país. Tal vez lo más abrumador, la Oficina Nacional de Investigaciones Económicas examinó información de censos de 1960 a 2000 y halló que "a medida que crece el número de inmigrantes para un trabajo o grupo de habilidades específicas, el salario de los trabajadores negros baja, la tasa de empleo se reduce y los índices de encarcelamiento aumentan".

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Las reacciones negativas que Trump recibe por hablar de estas verdades incómodas es lo que Heather Mac Donald, del Manhanttan Institute, llama "la hipocresía del movimiento de Black Lives Matter y de sus aliados". Es mucho más fácil enfocar un movimiento político alrededor de críticas a una fuerza externa y amorfa —"¡el sistema!"— y no en una tarea mucho más complicada para revertir los ciclos internos de violencia y pobreza con decisiones políticas tangibles. La posibilidad de la presidencia de Trump no debería asustar a los estadounidenses negros, pero una administración de Hillary Clinton podría preocuparnos. La sección de justicia racial de la página de Clinton no toca temas de revitalización económica sino hasta el octavo de nueve puntos, y el primer punto es dedicado a la "justicia criminal". Y para empeorar las cosas, la sección de reformas de inmigración de Clinton promete abrir el camino a la ciudadanía completa para inmigrantes indocumentados en los primeros 100 días de su presidencia. Claro, votar por Trump también tiene sus desventajas. Algunos economistas creen que los trabajos de baja calificación nunca volverán a los Estados Unidos, y si lo hacen, los robots se apropiarán de ellos. Adicionalmente, algunos estadounidenses negros se sienten ofendidos cuando escuchan a Trump hablar sobre las ciudades pobres del interior, la mano de obra para trabajos de poca calificación y los beneficios del paro-y-registro. Hay un sentir muy razonable en pensar que como no todos los estadounidenses negros entran en la narrativa de desesperación que Trump describe, está mal caracterizarnos como un enorme monolito en problemas.

Sin embargo, la separación económica entre negros y blancos es tan grande que nos tomaría 228 años conseguir la misma cantidad de riqueza que los blancos tienen en este momento. Creo que el discurso —tal vez demasiado entusiasta— de Trump viene de una indignación sincera: de ver cómo las políticas de inmigración de Estados Unidos han desplazado a los trabajadores negros, han incrementado el crimen y prevenido que muchos de nosotros cumplamos el sueño americano.

Cuando el respetado líder de los derechos humanos, el diputado John Lewis, dijo que la retórica divisionista de Trump le recordaba al gobernador segregacionista George Wallace, no estaba del todo equivocado: la retórica de Trump divide, pero tal vez cierta retórica de políticas divisionistas es lo que los afroamericanos necesitan en este momento. Y puede que incluso estemos entendiendo su mensaje. Antes del debate del lunes, la encuesta de Los Angeles Times/University of Southern California mostró que los negros estaban cambiando su intención de voto de Clinton a Trump.

En su discurso sobre inmigración, Trump les dijo a los estadounidenses: "Si queremos que nuestro sistema de inmigración funcione, tenemos que estar preparados para hablar honestamente y sin miedo sobre estos temas tan delicados e importantes". Los afroamericanos tienen que ir más allá de la caricatura racista que se hace de Trump y estar preparados para hablar honestamente sobre cómo la inmigración ilegal ha sido una de las fuerzas más grandes que ha impedido nuestro éxito. La vitalidad económica —no brutalidad policiaca— debería ser la preocupación principal para los afroamericanos en estas elecciones. Establecer una estabilidad económica es una puerta para empezar a tratar efectivamente un número de desigualdades históricas que imposibilitan nuestra búsqueda de la felicidad. Trump plantea una política convincente que merece nuestra consideración si de verdad queremos probar que las vidas negras importan.

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