Artículo publicado por VICE Colombia.
—Tras escuchar las peticiones expresadas por la mayoría de los representantes con los que me he reunido, suspendemos las medidas impositivas durante un periodo de seis meses. Durante más de tres semanas, decenas de miles de franceses han expresado sus iras en rotondas, peajes, zonas comerciales y calles de muchas ciudades francesas. Esta ira tiene raíces profundas, lleva bastante en marcha. A menudo se rebaja la tensión. Hoy se expresa con fuerza y de forma colectiva. Hay que estar ciego o sordo para no verla ni escucharla. Estas decisiones, efectivas de forma inmediata, deben devolver la paz y la tranquilidad al país. Nos deben permitir iniciar un auténtico debate sobre los asuntos principales que se han expresado en estas últimas semanas— decía Édouard Philippe, primer ministro francés, en la mañana del 4 de diciembre.
—Tras escuchar las peticiones expresadas por la mayoría de los representantes con los que me he reunido, suspendemos las medidas impositivas durante un periodo de seis meses. Durante más de tres semanas, decenas de miles de franceses han expresado sus iras en rotondas, peajes, zonas comerciales y calles de muchas ciudades francesas. Esta ira tiene raíces profundas, lleva bastante en marcha. A menudo se rebaja la tensión. Hoy se expresa con fuerza y de forma colectiva. Hay que estar ciego o sordo para no verla ni escucharla. Estas decisiones, efectivas de forma inmediata, deben devolver la paz y la tranquilidad al país. Nos deben permitir iniciar un auténtico debate sobre los asuntos principales que se han expresado en estas últimas semanas— decía Édouard Philippe, primer ministro francés, en la mañana del 4 de diciembre.
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El descontento francés es casi un cliché: la Revolución Francesa sentó un paradigma y una actitud ciudadana. En esta ocasión el tema de la subida en los precios de la gasolina fue la excusa para que buena parte de la población saliera a las calles a protestar. Pero al aumento del precio de la gasolina también se sumaban un sinnúmero de reclamos que —por la naturaleza de este movimiento social, sin liderazgo definido— eran de todo tipo. Los chalecos amarillos simbolizaban —simbolizan— el descontento. Pero ese descontento podía ser por las desmejoras en la calidad de vida, por la pérdida del poder adquisitivo e incluso por reclamos antinmigración.
Más allá de que en este sándwich de salchicha se valiera todo, lo cierto es que el levantamiento popular francés fue efectivo. Tres semanas —tres intensas semanas— les bastó a los ‘chalecos amarillos’ para lograr que el gobierno francés diera su brazo a torcer y atendiera, al menos, una de sus peticiones: la de no subir los impuestos del combustible diésel (quedan pendientes otras peticiones como la subida del salario mínimo o la reintroducción del impuesto a la fortuna). Fueron tres fines de semana en los que cada sábado más de 136.000 manifestantes salieron a protestar en toda Francia. Y tres semanas en los que había bloqueos en las principales carreteras del país.De este lado del charco también ha habido protestas. A la movilización de los estudiantes —inconformes no sólo por el bajo presupuesto que le llega al sector educativo, sino por el mismo modelo educativo que sigue el país— se han sumado en las últimas semanas sindicatos, movimientos indígenas, asociaciones de trabajadores judiciales, madres comunitarias y algunos partidos políticos. Junto a las demandas de los estudiantes —como en el caso de los chalecos amarillos— hay numerosas otras demandas de estos distintos sectores: defender el acuerdo de paz, retirar el proyecto de la ley de financiamiento, manifestar una inconformidad frente a los recientes casos de corrupción, entre varios más.
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¿Qué puede aprender el país? ¿Qué puede aprender el Esmad? ¿Y qué pueden aprender los movimientos sociales de los ‘chalecos amarillos’ en Francia? Aquí, algunos puntos.Aunque las protestas en Francia duraron poco menos de un mes, tuvieron una efectividad asombrosa. La movilización, que empezó en sectores rurales de Francia, lejos de los grandes centros urbanos, se propagó rápidamente por todo el país hasta llegar al corazón político de la nación: París. Si bien la bandera del descontento era el incremento en los combustibles, muchas otras reivindicaciones se adhirieron a esa bandera. En general, la pérdida del poder adquisitivo de una clase media que ha visto cómo, con la globalización y con medidas económicas que les desfavorecen, su calidad de vida ha empeorado en los últimos 20 años.Y en las protestas de los últimos fines de semana los chalecos amarillos se estaban jugando precisamente eso: su calidad de vida. El primer fin de semana salieron a protestar en todo el país más de 282.000 personas; el segundo, 166.000 y el tercero, 136.00 (que, aunque fue menor el número, fue lo suficientemente incisiva para que el gobierno tomara en serio sus reclamos y, finalmente, se echara para atrás en lo del diésel). Desde el 17 de noviembre hasta el 1 de diciembre, las protestas no hicieron más que escalarse. Incluso hubo medios internacionales que llegaron a decir que estas protestas eran las más violentas desde las revueltas de mayo del 68 (o incluso a compararlas con la Revolución de 1789, aunque ya eso es hilar muy fino).
Movilización social constante e incisiva
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“Que lo rompan todo”
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Lo de afuera siempre es más bonito
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Que el presidente se trague el orgullo
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Infartar la ciudad y las vías arterias (frontera con España)
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Hasta el día de hoy, en Colombia, a las marchas y protestas sociales no se les han sumado el gremio de los transportadores ni ha habido un anuncio de paro nacional.Pau, Francia. Noche del sábado primero de diciembre. Cerca de 15 policías antidisturbios empiezan a quitarse uno a uno su casco. Los manifestantes de chaleco amarillo, frente a los policías y a menos de dos metros de distancia, aplauden el gesto y entonan el himno de Francia. Algunos chalecos amarillos se acercan a los policías y los saludan de mano. Ondean sus banderas francesas.El gesto de los policías antidisturbios fue visto como un gesto de solidaridad y sobre todo fue un quiebre del sentido común que dice que los policías antidisturbios —en cualquier parte del mundo— no tienen la empatía para conectar con los manifestantes a los que se enfrentan. En este caso, con los chalecos amarillos y con sus proclamas.En el caso colombiano, el investigador del Cinep, Mauricio Archila dice que “desafortunadamente en nuestras estadísticas del CINEP, prácticamente en el 90% de casos en los que ha habido heridos, detenidos, o incluso muertos en algunos casos, el Esmad ha estado involucrado. Es una supermilitaización de la policía, que exige un replanteamiento de fondo”.(Aunque no hay que caer en la romantización de las fuerzas antidisturbios francesas. Hay varios videos que muestran cómo la policía aprovechaba el menor tropiezo de algún simpatizante para molerlo a palos).
Solidarización (en algunos casos) por parte de la policía
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Apoyo mayoritario de la ciudadanía
Símbolos
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Como ya se ha explicado, las reivindicaciones de los chalecos amarillos no pasan solamente por el aumento del precio del diésel; ese es uno entre los numerosos reclamos que hace la clase media francesa que ha salido a las calles. El chaleco amarillo, que en principio era la indumentaria que había que usar en las carreteras en caso de accidente de tráfico, se ha vuelto un símbolo alrededor del cual se aglutinan diversos sectores y diversas peticiones que no necesariamente pasan por el tema del combustible. Es, como dice el filósofo Jacques Rancière, el nombre de los-sin-parte; el nombre de los que no han sido tenidos en cuenta en el reparto político de este gobierno (el de Macron) y de varios anteriores.En el famoso paro agrario de 2013 la ruana sirvió como símbolo que aglutinaba un apoyo de otros sectores, distintos al campesino, y aglutinaba también otros reclamos políticos más allá de los reclamos agrarios. A pesar de que en esta ocasión ya ha habido otros gremios y otros sectores que se han sumado a las protestas de los estudiantes, por ahora no parece haber un símbolo que reúna todos estos reclamos y los potencie.Al cierre de la escritura de este artículo, el portal France 24 informaba que, a pesar del gesto del gobierno de Macron de echar para atrás la impopular medida del diésel, los chalecos amarillos van a seguir protestando. “Nos quieren dar migajas, pero nosotros vamos por la baguette entera”:Está bueno no conformarse con migajas.Acá está el Twitter del autor, por si no lo han seguido.FIN