El futbol es una cortina de humo
Foto: EPA-EFE/DIEGO AZUBEL

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Mundial 2018

El futbol es una cortina de humo

Un cruce de correos literarios para comentar los pormenores del encuentro en Rusia 2018. Hoy, desde Argentina, Silvina Giaganti

Artículo publicado por VICE Argentina

Escritores de Latinoamérica arrancan en VICE la serie “Correspondencia Mundial”, un cruce de correos literarios para comentar los pormenores del encuentro en Rusia 2018.

Hoy mi papá cumple 80 años. Voy a ir a trabajar y después voy a ir a verlo a su casa de Avellaneda, ahí en el primer cordón del conurbano, al sur de Capital Federal. En Avellaneda hay 2 de los 5 llamados equipos *grandes* del país, Independiente y Racing. Entre una cancha y otra hay apenas 300 metros de distancia. Comparten una calle –Alsina– y la zona se alterna entre el color rojo y el celeste y blanco de acuerdo al equipo que juegue ese día. Avellaneda es una de las 6 ciudades en el mundo –y la primera más chica– en tener 2 campeones del mundo.

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Con este panorama es medio difícil ser o haber nacido en Avellaneda y que el fútbol te pase por el costado. Sin embargo, mi papá es hincha de Boca. Una vez me contaron, no él, porque supongo que le daba un poco de vergüenza la historia, que en realidad era hincha de Independiente, pero que a los 6 años su padrino le prometió que si se hacía de Boca le iba a regalar una bicicleta. Mi papá, que nunca llegó a tener una bicicleta en su vida, ni en ese momento ni en otro, aceptó. La bicicleta nunca apareció. Lo que sí le apareció es una hija hincha de Independiente. A veces me pregunto si al verme a mí ve una renuncia o una revancha.

Seguramente cuando hoy lo vea me va a preguntar cómo ando, si tengo trabajo, si como bien y cómo me vuelvo a mi casa. También es probable que me haga algún comentario sobre el Mundial. El fútbol siempre funcionó como una masilla entre nosotros, un pegamento que nos unía y corroboraba el parentesco de una manera fácil y llevadera. Con los años me empezaron a importar otras cosas, el fútbol dejó de ser un adhesivo efectivo y no lo reemplazó nada. Sin embargo, cuando perdimos el sábado 4 a 2 contra Francia en lo primero que pensé fue en él y en cómo llegará al Mundial del 2022. Me pregunté si iba a estar, y me dio bastante pena todo. Mi papá es fuerte, hizo trabajo físico toda su vida –se colgaba de torres para soldar– pero hoy cumple 80 años.

En todo el mundo el fútbol tiene la fama de ser el deporte del *pueblo*, y por esa misma razón está expuesto a toda clase de gente que no forma o no tiene ganas de formar parte del *pueblo* y toma la palabra durante el Mundial para señalar que el fútbol es una customizada cortina de humo para tapar todos los males del país, del continente y del mundo. No lo niego, porque negarlo sería lo mismo que negar que los últimos tres libros que leí tirada en la cama también son una cortina de humo, y que este fin de semana que estuve con mi novia y la pasamos increíble porque conectamos también fue una cortina de humo y que las trufas que comí mientras escribía esto también lo fueron. No lo niego, porque es hacerle precio a la estupidez, regalarle negaciones. Y porque nunca van a entender los que levantan el dedito que el fútbol, además de ser un deporte hermoso, estético y con la capacidad de instalarte en el pleno presente como pocas experiencias lo hacen, es una excusa que sirve para recordar esas redes de afecto que subyacen y nos sostienen.

En lo personal, no disfruto ni vivo el fútbol como un entretenimiento: lo sufro; me excito si mi equipo gana; me deprimo si pierde. Puedo llegar a reconocer y a denostar cuando jugamos horrible, pero no es lo que más me importa. Quejarse de que un partido de fútbol es aburrido, que esté siendo mal jugado o que los mejores jugadores no aparezcan es lo mismo que decir que el final de Anna Karenina es triste: es no entender nada. A las personas que nos gusta el fútbol no nos importa su aspecto de pasatiempo: nos lo tomamos en serio y cada uno sabrá porqué. Al fútbol voy a gritar, a descargarme, a hacer comunidad, a intentar destruir imaginariamente a otra comunidad, a abrazarme con alguien que no conozco y, tal vez, para no olvidarme de dónde vengo. O para autoengañarme con el pensamiento tranquilizador de que vengo de algún lado. Igual todo esto cada vez me pasa menos, como si el paso del tiempo fuera un embudo que te va acotando la experiencia.

Con esto quiero decir que Argentina jugó horrible contra Francia –y contra Islandia, Croacia y Nigeria– pero eso no es lo importante. Porque durante los 10 o 15 minutos que íbamos 2 a 1 el corazón fue por ascensor y la razón por escalera. Durante 10, 15 minutos nos vi en cuartos, con una vida más y mejor humor en la calle como si todos hubieran tenido buen sexo o gustaran de alguien y fueran correspondidos. Pero fuimos felices 10 minutos, como casi siempre en la vida con todo. Francia nos liquidó con absoluta justicia de la mano de un jugador –galgo, de un galgo negro de zancadas majestuosas e inalcanzables: Kylian Mbappé. Galgo, gacela, guepardo, pantera hijo de una argelina y de un camerunés, Mbappé fue la punta de lanza de un equipo que nos pasó el trapo y nos expuso como a un alumno que, de 10 preguntas en un examen, sabe con suerte 3.

Como dijo un amigo por ahí, los padres y madres de las inferiores de Francia cruzan el Mediterraneo en barco todos los días. Mbappé, Pogba, Kanté, Matuidi lo confirman. El equipo francés campeón del mundo del 98 nos lo recuerda. Y el documental Les Bleus: Une autre histoire de France 1996-2006, que se puede ver en Neflix, registra una de las más grandes tensiones de nuestro tiempo: el racismo y la necesidad de integración. Como si para ser aceptado hubiera que levantar la copa o convertirse en el hombre araña para salvar a un bebe colgado de una baranda, la selección francesa nos recuerda uno de los principales problemas de las democracias europeas.

En Argentina tenemos nuestras propias tensiones y expectativas. El 8 de agosto, luego de obtener la media sanción en diputados adentro de un Congreso rodeado por un millón de mujeres, el proyecto de ley de legalización del aborto se vota en la cámara de senadores. Le pedían la copa a Messi, pero creo que la vamos a traer nosotras. Y eso no sería ganar, sería hacer justicia.