Probamos la droga que la gente se toma en un festival

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Probamos la droga que la gente se toma en un festival

¿Te has preguntado alguna vez con qué cortaron la droga que te metes en un festival? Fuimos al Bestival a ayudar a la gente a responder a esa pregunta.

Nada más aterrizar en la Isla de Wight, me metí en un taxi con dos tíos de Londres. Los tres íbamos al Bestival, el último gran festival británico del verano, y mis dos compañeros de viaje no habían perdido el tiempo y se habían puesto a tono tomándose un par de pastillas cada uno después de cruzar el estrecho de Solent.

«Todavía nos quedan muchas», me dijo orgulloso uno de ellos. «Voy a esconder las bolsas pegándomelas con cinta entre la polla y los huevos. Lo hago todos los años. Funciona superbien».

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Llegué al festival el viernes, un día después de aterrizar en la isla. Pasé junto a los contenedores de amnistía de drogas que se alineaban a la entrada y eché un vistazo al interior. La mayoría estaban casi vacíos o llenos de cartón. Estaba claro que los que habían venido con la idea de descargar serotonina durante ese largo fin de semana estaban dispuestos a enfrentarse a cacheos y perros olfateadores si hacía falta.

Yo también estaba interesado en el material que la gente llevaba pegado a los genitales, pero por razones muy distintas a las de la policía y los seguratas de la entrada. Había llevado conmigo varios kits de análisis de sustancias, de los que te permiten medir la pureza de la mierda que te metes y saber con qué otras cosas la han adulterado. El motivo: quería averiguar exactamente qué era lo que se metía la gente joven en el cuerpo a gran velocidad durante la temporada de festivales en Inglaterra y si les importaba que se tratara de tóxicos agentes de corte que se utilizaban para desparasitar animales de granja.

Después de montar mi tienda, me fui directo a los sitios de acampada, dispuesto a convencer a un montón de desconocidos con resaca de que me dieran un poco de su material, que desperdiciaría metiéndolo en un tubo de ensayo.

«¿Eres poli?» fue la reacción más frecuente de la gente. «Porque si eres narco, te puedes ir a la mierda ahora mismo».

«No, no soy poli», respondía, con lo que, sorprendentemente, conseguía ganarme la confianza de la gente, que dejaba de pensar que quería esposarlos y confiscar toda la droga con la que pensaban disfrutar durante todo el fin de semana.

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La cocaína no parecía tener mucho éxito: solo 6 grupos de los 35 a los que pregunté dijeron tenerla. Tres de las muestras eran de Londres, y todas tenían la calidad que esperaba, es decir, no muy buena, teniendo en cuenta que, por lo general, en Londres cuesta mucho encontrar cocaína de alta pureza. Cada muestra tenía un «contenido medio de cocaína». Según los expertos creadores de estas pruebas, eso la sitúa en un 40 por ciento de pureza.

El principal agente de corte de las muestras era la benzocaína, un fármaco utilizado como componente de los anestésicos dentales y de los pulverizadores para la garganta. Se usa comúnmente para adulterar la cocaína porque adormece las encías cuando las frotas con ella y, como todos sabéis por la tele, de esta forma sabes que te están vendiendo farlopa de verdad.

Un tío que había pillado su cocaína en Reading se llevó una sorpresa desagradable cuando vio que la muestra se volvía de color verde, lo que indicaba la presencia de levamisol. En 2014, un ministro del gobierno afirmó que hasta cuatro quintas partes de la cocaína que se vendía en el Reino Unido estaba adulterada con este fármaco de uso veterinario, que se aplica a caballos y vacas para desparasitarlos. Los productores latinoamericanos lo utilizan porque sus efectos son similares a los de la droga en los humanos. Lo cierto es que también tiende a suprimir la producción de glóbulos blancos y a pudrir la piel.

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«Llevo meses comprándole coca a ese tío. Si hubiera sabido antes lo que lleva esta mierda, ni me acerco a ella», afirmó el tipo de Reading. «De todas formas, seguramente la usaré este fin de semana, ya que la he comprado, pero cuando vuelva, me buscaré otro camello».

Como era de esperar, el área de acampada no era precisamente un vivero de cocaína de gran pureza, incluso aunque no procediera de la capital; el resto de las muestras analizadas indicaban que había poco contenido de cocaína y una cantidad considerable de lidocaína, que, al igual que la benzocaína, adormece la piel y las encías. Ambos compuestos pueden comprarse fácilmente por menos de 15 euros el kilo. Su valor de reventa asciende a los casi 70.000 dólares al mezclarlos con cocaína, para que te hagas una idea del atractivo que tienen para los productores.

Con los análisis de las pastillas, buscábamos saber si contenían éxtasis puro o si estaban adulteradas con algún otro componente químico. Tres grupos de Brighton me enseñaron unas cuantas pastis amarillas, cuyas muestras se volvieron púrpura en el tubo de ensayo, lo que confirmaba que contenían altos niveles de éxtasis. El mismo resultado obtuve con otras dos muestras de Manchester.

Toda esa gente estuvo encantada de que hurgara en sus drogas y les quitara una pequeña porción.

No puedo decir lo mismo de otros.

Harry, de Catford, había conseguido unas cuantas pastillas la noche anterior. «Se las pillé a un tío en la tienda Big Top anoche, mientras Action Bronson se fumaba un porro en el escenario», me dijo.

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Al precio de 27 euros la pastilla, baratas no eran, desde luego. Sin embargo, se había tomado una allí mismo y no le había hecho ningún efecto. Después de varios análisis exhaustivos (hacía pruebas de las mismas muestras tres veces a lo largo del fin de semana, para asegurarme de que el resultado era correcto; con las de este chico las repetí seis veces) y una visita al farmacéutico, llegamos a la conclusión de que se trataba de media pastilla Rennie sabor naranja, un fármaco para el ardor de estómago del que por el momento no se sabe que provoque unas ganas irresistibles de abrazar a alguien después de haberle contado tus penas y miserias.

«La verdad es que sabía un poco a Rennie», suspiró Harry, antes de levantarse para ir a vender las pastillas a alguien.

Otra muestra de pastilla reveló una mezcla de éxtasis y DXM (dextrometorfano), lo cual era un poco preocupante, ya que el DXM es una sustancia que se encuentra en los jarabes para la tos y, tomado en dosis altas, puede hacer que se te vaya un poco la olla. Si, además, lo mezclas con éxtasis y una noche de ir dando saltos por ahí, las probabilidades de sufrir un golpe de calor aumentan.

«No voy a tomármelo, la verdad», afirmó Sarah, de Portsmouth, cuya pastilla dio positivo en éxtasis y lo que parecían vestigios de PMA, una sustancia química a la que se atribuye la muerte de más de 100 personas en el Reino Unido. La PMA es mucho más fuerte y tóxica que la MDMA (la sustancia que uno espera encontrar en las pastillas de éxtasis), y puede resultar mortal en dosis bajas. Por otro lado, cuesta más notar el efecto de la PMA, por lo que a menudo la gente suele tomarse otra pastilla antes de que haya hecho efecto la primera, aumentando así el riesgo.

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Tras haber analizado 15 muestras del Reino Unido, el resultado fue que la pureza de la MDMA de la mayoría de la gente era alta. Hubo dos grupos de Gales en los que las muestras revelaron bajo contenido de MDMA, aunque ninguna de las pruebas pudo decirnos qué otra sustancia habían mezclado con la droga.

La muestra de Alice, de Cornualles, no tenía nada de MDMA en absoluto. «Ahora me quedo preocupada», me dijo mientras ambos contemplábamos el líquido del tubo de ensayo. «Me metí medio gramo de esto anoche y sentí algo, y ahora soy consciente de que no tengo ni puta idea de lo que me tomé».

A diferencia de muchas de las personas con las que hablamos, Alice conocía bien a su camello, así que sacó el teléfono y empezó a mandarle mensajes por Snapchat.

En una de las muestras de MDMA había anfetaminas, lo que al parecer hizo a su propietario plantearse si tomárselas, aunque tampoco lo decía con mucha convicción.

Mi intención también era analizar muestras de ketamina, pero solo dos personas con las que hablé dijeron tener. ¿Quizá a los asistentes al Bestival les avergonzaba admitir que seguían tomando K? ¿O tal vez la sequía de esta droga en 2014 está afectando a su disponibilidad en 2015? ¿O acaso la gente ya se la había metido toda cuando hice mi ronda?

Supongo que nunca lo sabremos con certeza. Lo que sí sé es que las dos muestras que analicé no tuvieron ninguna reacción, lo que podía significar, o bien que se trataba de material con un cien por cien de pureza o que era tiza en polvo. O que los análisis no estaban funcionando bien. O que yo no lo estaba haciendo bien. En resumen: el análisis de ketamina fue un fracaso total.

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Aunque me permitieron saber qué tipo de drogas consumía la gente, mis pruebas no eran ni mucho menos exhaustivas, y los kits que usaba eran solo un comienzo; hay máquinas carísimas capaces de decirte exactamente de qué está compuesta una sustancia. De hecho, el Dr. Adam Winstock, del Estudio Mundial sobre Drogas, sostiene que los kits como los que utilicé no ofrecen una lectura precisa e infalible. «La información que te pueden ofrecer es muy limitada», afirmó en una ocasión.

En vista de esto, ¿deberían los festivales tomar medidas para que se realicen análisis que garanticen a los usuarios que lo que toman es seguro?

Nick Jones, director de EZTest –la empresa que nos facilitó los kits-, afirma que existen ciertos vacíos respecto a lo que pueden hacer. «Podrían estar mucho más disponibles, pero tampoco hemos puesto excesivo empeño en ello por miedo a meternos en problemas», me dijo por teléfono, y añadió que vender estas pruebas explícitamente como kits de minimización de riesgos podría ir contra la legislación.

Cuando le pregunté a Jones por qué no habían ido a efectuar análisis a los festivales del Reino Unido, me explicó que hay personas que no están dispuestas a perder sus licencias y que, tras conversaciones con las autoridades locales y la policía, los organizadores decidieron echarse atrás. «Admitir que dispones de un sistema de análisis de sustancias es admitir que en el recinto hay drogas, algo que no es del agrado del ayuntamiento ni de la policía, me dijo.

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Por supuesto, al margen de lo que haga feliz a la policía y los ayuntamientos, siempre habrá gente que se meta sustancias químicas en el cuerpo que les hagan sentirse raros, enérgicos y amorosos, y la situación seguirá sin cambiar en los festivales, como lleva décadas sucediendo. Y sin algún tipo de método de prevención de riesgos, habrá gente que sufra las consecuencias.

Este año, un chico de 18 años murió en el festival Kendall Calling después de haber consumido unas pastillas de dudosa procedencia. Ese mismo alijo provocó la hospitalización de otras ocho personas. Nosotros solo analizamos 22 muestras en total, lo que equivale a las drogas que tomarían 100 de los asistentes al Bestival, pero incluso en esa reducida cifra hubo resultados alarmantes.

Los kits de prueba son de lo más sencillo de usar y pueden obtenerse por internet por poco dinero. Ha quedado demostrado que podrían salvar vidas, por lo que animo a todos los que consuman drogas que inviertan en ellos antes de tomarse alguna pastilla misteriosa.

No obstante, los organizadores también deben hacer algo al respecto, similar quizá al plan piloto que se llevó a cabo en el club de Manchester The Warehouse Project hace un par de años, con el que se daba la posibilidad a los clientes que hubieran conseguido pasar la droga por el control de seguridad de analizar su pureza de manos de profesionales. El enfoque de las autoridades del Reino Unido respecto a la política de drogas constituye el mejor ejemplo de su estrategia: hacer que la gente esté demasiado asustada para hablar de la droga, fingir que no existen y no hacer nada para proteger a las personas de los posibles riesgos que conlleva su consumo.

Las personas con las que hablé se mostraron muy dispuestas a sabe qué se estaban tomando. Algunos se deshicieron de sus adquisiciones y sí, otros las esnifaron de todas formas, pero al menos ya sabían a lo que atenerse y tomaron decisiones con conocimiento de causa.

Este año he aprendido unas cuantas cosas en el Bestival. Los festivales británicos deben replantearse su actitud respecto al análisis de sustancias y seguir el ejemplo de algunos festivales de EUA, que ya permiten que se realicen este tipo de pruebas en sus recintos. Asimismo, las empresas como EZTest deben tener garantías de que no serán encausados por distribuir sus kits, puesto que al fin y al cabo están contribuyendo a evitar posibles muertes.

Ah, por cierto: nunca compres pastillas a un tío en su tienda de campaña a las tres de la madrugada a no ser que tengas una indigestión que no te deje dormir.

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Traducción por Mario Abad.