FYI.

This story is over 5 years old.

Furia travesti

Las mujeres trans no somos sus juguetes sexuales

No somos como los videos de Internet, esa es solo una de nuestras muchas facetas.

El fin de semana pasado estuve en un bar, un man pasó por mi lado y me dijo en el oído: "me encantaría culearte". Otro día, en una fiesta, le dije a un man que me estaba echando los perros que era trans y su primer impulso fue mandarme la mano a la verga. En repetidas ocasiones, cuando conozco a alguien por Tinder y se dan cuenta de que soy trans, las invitaciones a un café se convierten en un "siempre he querido experimentar qué se siente tener sexo con una trans". Cuando estoy bailando con algún desconocido, es frecuente que empiece a manosearme sin antes siquiera habernos dado un beso.

Publicidad

También he notado una diferencia en mis polvos ocasionales. Cuando me identificaba como un hombre gay, sentía que existía la posibilidad de que los one night stands evolucionaran a relaciones afectivas, citas o novios. El sexo podía convertirse en una excusa que podía madurar en amor, no porque así lo planeara o quisiera, sino porque ser hombre me humanizaba y permitía a mis parejas sexuales ver más allá de mi cuerpo. Ahora, como mujer trans, lo único que ven es un objeto que utilizan para venirse y cumplir sus fantasías, pero casi ninguno está emocionalmente disponible después del polvo. Ser trans parece una condena a que tus encuentros de amor finalicen una vez el condón está lleno de semen.

No soy de las que espera hasta la tercera cita para tener sexo, ni de las que cree que los hombres deben ser caballeros y pagarnos la cuenta. Siempre me he identificado como una perra porque me gusta ser la que toma las decisiones. Pero ser perra, para mí, se trata de tener la libertad de escoger entre tener sexo o no, enamorarse o no, cuadrarse o no. Se trata de ser dueña del cuerpo y el placer para tomar las decisiones. Y me cuesta mucho ser perra cuando el sexo se siente como una condena, cuando no hay otra opción. Cuando las camas y los cuartos ocultos son mi destino, por ser trans. Pero ¿por qué están tan hipersexualizadas las relaciones con las mujeres trans? En gran parte se debe a que la gente se masturba mucho pensando en nosotras en privado, pero no hacemos parte de su vida pública.

Publicidad

Todo el mundo busca porno trans. De acuerdo al portal de Internet PornHub, quién de acuerdo a su misma descripción es la página de porno más grande del mundo, en 2014 el término "shemale fucks girls" (mujer trans folla chica) fue el segundo término que más subió puestos en búsquedas en el mundo. La proporción de búsquedas en la página aumentó en un 191% desde 2013. Asimismo, en un artículo de la CNBS de 2015, se reportó que la categoría trans estaba creciendo en popularidad, ya que en la página GameLink las ventas de porno trans habían incrementado 14% ese año y representaban para entonces el 10% de sus ingresos totales. VICE Colombia también informó en un artículo de 2016 que, de acuerdo a cifras de PornHub, en Colombia el porno trans había entrado en el top 10 ese año.

A pesar de la evidencia tan abrumadora, varios siguen creyendo que son los únicos que se sienten atraídos por nosotras.

Bayley Jay, una mujer trans que es actriz porno, escribió un artículo en febrero del 2017 en el que se pregunta: ¿por qué tantos hombres heterosexuales no están dispuestos a salir en citas, enamorarse o casarse con una mujer trans, pero se masturban pensando en ellas mientras las ven en Internet? Responde diciendo que las vergas de las mujeres trans son vistas como una "novedad" y un tabú que hace más atractivo el porno trans. Bayley agrega que el porno trans que más buscan los hombres heterosexuales es el de mujeres trans con pene, bajo las categorías de "pre-operadas" o "no-operadas". Explica que el porno suele fetichizar a las mujeres trans, al presentarlas como objetos sexuales por los cuales se siente placer o productos que se consumen, sin tener en cuenta que son personas que piensan y sienten.

Publicidad

En una entrevista para VICE, Danni Daniels, una actriz porno, explica que a las mujeres en esa industria las "tratan como a una mierda, como si fueras un objeto" y que es "un sector en el que las mujeres trans suelen estar mal pagadas y verse obligadas a realizar escenas de sexo intensas y violentas para mantener a su audiencia". También dice que muchas veces no se hace una distinción entre las actuaciones y el mundo real, ya que "una vez te ganas la fama de sumisa en la pantalla, las productoras también te consideran una sumisa en la vida real. Te ven como un simple agujero y piensan que aceptarás lo que decidan darte".

Según un reportaje de la revista Cromos, sobre el negocio de las webcams en Colombia, "casi todas las modelos webcam son mujeres, pero las cabezas del negocio en su mayoría son hombres. En algunos estudios se cobra por no cumplir turno. Algunas de las multas doblan lo que ellas ganan en una hora". Pero no todo es blanco o negro. Una de las mujeres trans entrevistadas por Cromos, Samantha Montoya, se independizó: "se consiguió su propio computador, su cámara web y contrató un plan de Internet empresarial de 20 megas… era lo único que necesitaba para ser independiente". Por su parte, Danni Daniels también se independizó y actualmente cuenta con dos sitios web bastante exitosos. Adicionalmente, Danni ha forjado su carrera yendo en contra de los estereotipos de género y ha construido una imagen ruda, de pelo corto y tatuajes y se ha dedicado a penetrar manes con su famosa verga de 23 centímetros.

Publicidad

Muchas veces el porno ha sido la puerta de entrada al sexo para niños, niñas y adolescentes. Varios manes me han dicho que se dieron cuenta de que les gustaban las trans a través del porno. Yo recuerdo haberme masturbado demasiadas veces buscando porno gay cuando era chiquita y descubriendo que me encantaban los manes. Sin embargo, no era la única referencia que tenía de ellos: tenía amigos, primos y familiares hombres que me ayudaban a entender que había una variedad de hombres, y que no estaban únicamente al servicio de mi placer (evidentemente, no es el mismo caso de las mujeres que han sido históricamente presentadas como objetos sexuales).

Algo muy diferente pasa con las mujeres trans, que se encuentran excluidas estructuralmente de los sistemas educativos, laborales, sociales y culturales. Es decir, la referencia que las personas tienen de nosotras es en cuatro, con vergas en la boca y en el culo, diciendo que se nos vengan quién sabe dónde, gimiendo y chupando. Pero —todavía— no somos sus jefas, ni sus compañeras de trabajo, ni sus amigas, ni sus colegas de la universidad, ni estamos en cargos de poder en sus series o telenovelas, ni somos las novias de sus amigos y no hay muchas en la política. Su relación con nosotras está marcada por la calentura de venirse después de un día estresante de trabajo. No saben qué pensamos, ni qué sentimos, ni cómo vemos el mundo. Pero sí saben cómo gemimos, mientras les decimos "me encanta como haces eso, papi".

Publicidad

Eso, necesariamente, hace que las relaciones de poder parezcan estar siempre al servicio del que se masturba pensando en nosotras. Esa es la conexión inmediata que hacen cuando nos ven en la vida real: con esa única imagen que conocen de nosotras. No entienden que las actrices porno son actrices y que, por lo tanto, actúan. Que las mujeres trans en la vida real no somos como los videos en Internet o, al menos, no todo el tiempo. Que esa es una de nuestras muchas facetas.

Somos más que sexo y no es nuestra obligación cumplirles sus fantasías, manada de reprimidos.

***

Mati es la travesti peligrosa de la que tanto te advirtieron, síguela en su Twitter: @matigonzalezgil


*Esta es una columna de opinión, por tanto no compromete la postura de VICE Media Inc.