A mis nueve años, mis padres tomaron una de las decisiones más importantes de mi infancia. Me dijeron que si me iba bien en mi torneo de karate, me llevarían a adoptar un perrito. La emoción que sentí al oír las palabras "adoptar un perrito" fue inigualable y hasta hoy es uno de los recuerdos más felices de mi infancia.Tuve a mi perro por dieciséis años y fue mi compañero fiel. Cuando estaba triste, cuando estaba feliz, o cuando simplemente no quería hacer nada, mi perro siempre me acompañaba. Lo nombré Ronny, por el futbolista brasileño Ronaldo.
Ronny murió por causas naturales hace un año. Ya era un perrito viejo y había comenzado a tener fallas respiratorias. Ese día que lo encontramos en casa sin poder respirar y llorando por el dolor fue uno de los días más tristes de mi vida. De hecho, al momento de escribir estas líneas todavía me cuesta trabajo revivir esos momentos.
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Perder una mascota es muy trágico, ya que de alguna manera terminan convirtiéndose en uno más de la familia. Contacté a algunas personas que sé que han pasado por situaciones similares para que me contaran sobre su experiencia.
Dalton, tumor en el hocico
Úrsula, neumonía
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Jamás nos imaginamos lo difícil que es mantener a una serpiente. Hay muchísimos cuidados, sobre todo con la alimentación. Cuando la alimentábamos, teníamos que dejarla descansar dos o tres días para que hiciera su digestión. Esto lo aprendimos por experiencia, ya que en una oportunidad empezamos a jugar con ella después de alimentarla y vomitó al ratón que se había comido. Fue muy desagradable esa experiencia.Desafortunadamente hubo una peor, que fue cuando Úrsula se empezó a enfermar. La empezamos a observar un poco rara: levantaba la parte anterior de su cuerpo colocándola vertical. La boca la mantenía bien abierta y tenía su tronco muy hinchado. La situación se nos salió de las manos y cuando decidimos ir al veterinario era muy tarde. Úrsula estaba sufriendo mucho y tenía los pulmones hinchados; sufría de neumonía. El veterinario recomendó que la dejáramos allí y que ellos se encargaban de ella.Hasta el día de hoy me siento un poco culpable, ya que solo quisimos tener a Úrsula porque nos parecía un animal exótico. La verdad es que no contábamos con que también sus cuidados iban a ser exóticos.—María, 24 años.
Jamás nos imaginamos lo difícil que es mantener a una serpiente. Hay muchísimos cuidados, sobre todo con la alimentación. Cuando la alimentábamos, teníamos que dejarla descansar dos o tres días para que hiciera su digestión. Esto lo aprendimos por experiencia, ya que en una oportunidad empezamos a jugar con ella después de alimentarla y vomitó al ratón que se había comido. Fue muy desagradable esa experiencia.Desafortunadamente hubo una peor, que fue cuando Úrsula se empezó a enfermar. La empezamos a observar un poco rara: levantaba la parte anterior de su cuerpo colocándola vertical. La boca la mantenía bien abierta y tenía su tronco muy hinchado. La situación se nos salió de las manos y cuando decidimos ir al veterinario era muy tarde. Úrsula estaba sufriendo mucho y tenía los pulmones hinchados; sufría de neumonía. El veterinario recomendó que la dejáramos allí y que ellos se encargaban de ella.Hasta el día de hoy me siento un poco culpable, ya que solo quisimos tener a Úrsula porque nos parecía un animal exótico. La verdad es que no contábamos con que también sus cuidados iban a ser exóticos.—María, 24 años.
Agatha, paro respiratorio
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Los veterinarios nos dijeron que su corazón estaba muy débil y que probablemente no le quedaba mucho tiempo de vida. Nos dieron medicamento suficiente para tres semanas y Agatha mejoró increíblemente; volvió a ser la misma gatita juguetona y alegre que siempre había sido. Pensamos que todo estaba bien, se terminó su medicamento y todo iba normal. Hasta que un mes después volvió a tener problemas para respirar, y esta vez vomitó mayor cantidad de sangre. Corrimos hacia el coche con ella en brazos, pero se empezó a descomponer, ya mucho peor que la última vez. A medio camino, su corazón dejó de latir. Recuerdo que mi papá apretó el acelerador desesperado para poder llegar, pero no se salvó. Agatha llegó muerta a emergencias. Trataron de reavivarla pero ya su corazón no dio para más. Nunca había visto a mi padre y a mi hermano llorar así, fue demasiado triste.—Adrián, 30 años.
Los veterinarios nos dijeron que su corazón estaba muy débil y que probablemente no le quedaba mucho tiempo de vida. Nos dieron medicamento suficiente para tres semanas y Agatha mejoró increíblemente; volvió a ser la misma gatita juguetona y alegre que siempre había sido. Pensamos que todo estaba bien, se terminó su medicamento y todo iba normal. Hasta que un mes después volvió a tener problemas para respirar, y esta vez vomitó mayor cantidad de sangre. Corrimos hacia el coche con ella en brazos, pero se empezó a descomponer, ya mucho peor que la última vez. A medio camino, su corazón dejó de latir. Recuerdo que mi papá apretó el acelerador desesperado para poder llegar, pero no se salvó. Agatha llegó muerta a emergencias. Trataron de reavivarla pero ya su corazón no dio para más. Nunca había visto a mi padre y a mi hermano llorar así, fue demasiado triste.—Adrián, 30 años.
Chispita, atropellada por un auto
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Un día, luego de llevarla al veterinario para que le hicieran un corte de pelo, a mi papá se le escapó de las manos e inexplicablemente empezó a correr por toda la avenida. Chispita se paró en mitad de la calle por un momento y luego siguió corriendo. Mi papá no pudo alcanzarla y un auto que iba a una velocidad considerable se la llevó por delante. Cuando mi papá me llamó con la voz llorosa contándome lo que había sucedido, pensé que era una broma, pero cuando llegué al lugar donde quedaba el veterinario vi lo que había pasado.Fue una escena terrible. No dejamos ir a mi mamá para que no la viera muerta y con el cuerpo destrozado. Era una perrita que no conocía mucho la calle ni la sensación de estar fuera de casa; quizás no supo comportarse y de la emoción empezó a correr. El conductor no tuvo la culpa; Chispita se atravesó en medio de la avenida. La incineramos y los restos lo guardamos en una cajita en mi casa por mucho tiempo.
—René, 27 años.
Tutsie, hernia
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El caso más triste fue el de mi perrita, Tutsie —una mezcla de maltés y perro callejero—, ya que mis padres la regalaron a unos amigos después de un par de meses de tenerla, porque mi hermano y yo no le prestábamos la atención suficiente y no nos hacíamos cargo de ella. Recuerdo haberle tomado fotos, pero cuando nos las entregaron estaban veladas (sí, en la época donde aún abundaban las tiendas de revelado), así que hoy en día sólo recuerdo vagamente ciertos rasgos del animal. Unos meses después los amigos de mis padres nos informaron que la perrita había muerto a causa de una complicación por una hernia. Descansa en paz Tutsie.—Álvaro, 30 años.
***Lamentablemente Álvaro no pudo conseguir una foto de Tutsie, así que usamos una de referencia de su misma raza.
El caso más triste fue el de mi perrita, Tutsie —una mezcla de maltés y perro callejero—, ya que mis padres la regalaron a unos amigos después de un par de meses de tenerla, porque mi hermano y yo no le prestábamos la atención suficiente y no nos hacíamos cargo de ella. Recuerdo haberle tomado fotos, pero cuando nos las entregaron estaban veladas (sí, en la época donde aún abundaban las tiendas de revelado), así que hoy en día sólo recuerdo vagamente ciertos rasgos del animal. Unos meses después los amigos de mis padres nos informaron que la perrita había muerto a causa de una complicación por una hernia. Descansa en paz Tutsie.—Álvaro, 30 años.
***Lamentablemente Álvaro no pudo conseguir una foto de Tutsie, así que usamos una de referencia de su misma raza.