Paola Kullock
Foto de Rodrigo Franco
Sexo

“No creo en el porno para mujeres”: Paola Kullock

La directora de “PK, escuela de sexo”, asesora y especialista en juegos eróticas, reflexiona sobre el sexo, el porno y dice: “Para recuperar el buen sexo, primero tenemos que recuperar la complicidad y el humor".

En pantalla, Annie Sprinkle, una sexóloga y actriz porno americana, comienza a quitarse la ropa y luego abre su vulva con un espéculo para hablar sobre la vagina. Otra noche, Annie Sprinkle aparece en la televisión envolviendo con papel film a otras personas, detallando que no hay una sola manera de aproximarse al placer corporal. Las imágenes son de Real Sex, una serie documental que Paola Kullock veía durante los 90. Le atraía la pedagogía y la naturalidad con la que Annie Sprinkle hablaba sobre sexo, hasta que un día pensó: “Yo quiero ser como esa señora”.

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Aunque a Paola la seducía la temática, la posibilidad de ver y conocer cuestiones que ella no escuchaba ni observaba en otros espacios, también le llamaba la atención que Annie Sprinkle no se adecuaba al estereotipo de belleza en Buenos Aires. Ese estaba representando en mujeres como Karina Mazzocco, por ejemplo, quien conducía otro programa orientado al sexo, De a dos. Esa fascinación inicial por Real Sex, acompañada luego por la lectura de revistas como Tema Privado, persiste más de 20 años después. Paola ya no es esa joven que veía los programas o leía los relatos eróticos y reportajes sobre las preferencias sexuales de las mujeres o la eyaculación. Ahora es la directora de “PK, escuela de sexo”, creada en 2005 para facilitar la vida sexual de las personas.

Ese camino comenzó cuando aprendió a hacer masajes y se especializó en masajes eróticos, entre mediados y finales de los 90. Ese trabajo lo llevó a la par de sus estudios en organización de eventos. Los masajes a hombres, con el tiempo, más que un servicio de atención se transformaron en un momento de aprendizaje. Movidos por las sensaciones y el silencio, ellos comenzaban a hablar, exponer preferencias, miedos y traumas. Paola tenía una aproximación íntima a deseos y temores que otros podrían experimentar, pero no se animaban a expresar.

De esos encuentros particulares pasó a atender parejas, asistiendo sus fantasías, como un vehículo para el placer ajeno. A su manera, Paola encontró lo que veía durante aquellas noches en los programas de sexo, pero sin una pantalla de por medio. Esas experiencias, de guía y observadora sexual, expandieron su interés inicial. Se aproximaba a las distintas caras de la intimidad, desde la pedagogía y análisis que percibió en la TV, comprendiendo que la gente no se besa de la cabeza a los pies, y que las parejas no se dan “matraca” toda la noche.

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Esa información nutría su quehacer. Eso, quizá, fue lo que atrajo a un muchacho que, durante 2003 ó 2004, probó una clase, luego otra y otra, hasta que Paola y él se enamoraron. Dejó dar los masajes y se tomó un año para aprender otras cuestiones, como el estriptis, con el objetivo de enseñarlo en la casa o locales donde coordinaran. Fue con él con quien compartió la idea:

–Ché, esto está para hacerlo en despedidas de solteras–, le dijo.
–Ay, ¿a quién le va a interesar hacer esto en su casa? ¿Una clase de sexo? Vos estás loca. No le va a interesar a nadie–, respondió el muchacho.

Dieciséis años después, Paola vive de eso, fue una de las participantes del libro 24/24: un día en la vida de 24 mujeres argentinas y tiene el suyo, Sexo: ¡Ponele ganas!

Antes de que la escuela comenzara, estudió distintas opciones para difundir su iniciativa. Un día puso un aviso en la revista Cosmopolitan y el teléfono comenzó a sonar: su primera clase de estriptis fue para siete alumnas. Su interés por este baile partió de su propia limitación: se percibía como una mujer osada para distintas cosas, pero cuando alguien le pedía que bailara de forma erótica se cohibía. Daba igual que pudiera moverse al ritmo de la salsa u otro género aprendido de forma académica. En la intimidad no estaba la guía del docente. Entonces, lo estudió para convertirse en “La profe”, como firma sus posts en Instagram.

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Paola Kullock por Rodrigo Franco

VICE: Todo ocurrió en un época que parece un poco más conservadora que la actual, aunque se sostienen algunos tabúes.

Paola Kullock: hay, pero pienso que, con la tecnología y la información actual, los tabúes son personales y no sociales, por lo menos en Buenos Aires. Son tus propios tabúes los que te hacen no investigar sobre si tal cosa existe o si se puede hacer o no. Ahora hay menos tabúes sociales, pero sí hay muchos tabúes personales.

Queda la sensación de que tu historia es bastante orgánica y que a la vez superaste distintas barreras.

Hay dos cosas que a mí me han permitido hacer este trabajo. Primero, no soy hermosa: aunque no lo creas, eso funciona para lo que hago. Segundo, no todo me salió bien: si hubiera sido la mejor del planeta no hubiera podido enseñarle nada a nadie porque no me habría equivocado ni habría podido entender por qué a la gente no le sale. Hay mujeres que dicen “yo, con el que estuve, siempre se le paró”. Bueno, a mí no. Eso hace que yo pueda empatizar, entender y tratar de ayudar a quien me lo plantea. Siempre tuve el don de hablar de sexo sin que la gente se ofendiera. Con la pandemia, a través de Instagram, comenzaron a salir un montón de profesionales diciendo “esto es nuevo”. No existe nada nuevo. Lo que cambia son las tecnologías que permiten que lo veas más o menos.

Pienso en las distintas mitologías y sus descripciones sexuales.

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Por supuesto. No inventamos nada. Josefina tenía sexo virtual con Napoleón cuando él le decía “no te saqués la bombacha cuando llego, quiero olerte de verdad”. ¿Me van a decir que yo o cualquiera inventamos algo? Las orgías de aquel momento son mucho más divertidas que las de ahora, que son demasiado políticamente correctas. Entre los swingers, por ejemplo, la homosexualidad masculina está mal vista. Y vos decís: “¿Me estás jodiendo?” Que me vengan a decir que sos liberal porque te acostás con mucha gente, ¡no sos liberal! Nos están vendiendo una sexualidad tan pacata, como la monogamia heterosexual, con otros lineamientos.

Hace un tiempo Erika Lust decía que lo que pasa en la intimidad no tiene que ver con las posturas políticas.

Estoy de acuerdo con eso. Sin embargo, se venden las películas de Erika como feministas y porno para mujeres. Con lo cual no coincido en lo más mínimo. No creo, ni estoy de acuerdo, en el porno para mujeres. No me parece bien porque si me dicen que hay porno para mujeres es lo mismo a que me digan “las nenas juegan con muñecas y los varones con pelota”.

¿Cómo si fuera una estigmatización?

Por supuesto. No existe el porno para mujeres. Existe el porno que a uno le gusta. “Las mujeres leen novelas románticas y los hombres de acción”. ¿Perdón? Ahora ocurre con esta idea de que “lo importante son tus deseos”. Genial. El único problema es que, cuando tenés sexo con otra persona, también son importantes sus propios deseos. ¿Qué pasa? Si para ti son importantes los tuyos y para mí los míos, ¿dónde nos encontramos? No hay encuentro. Son dos egoísmos caminando.

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En este punto entra el juego la comunicación, ¿no?

Es necesaria la comunicación y la aceptación de los gustos del otro porque los únicos gustos válidos no son los míos. Al otro le pueden gustar otras cosas y veremos si tengo ganas de hacerlas o no. Pero son tan válidas como las mías. La buena comunicación es entender que al otro le puede gustar otra cosa. Yo los llamo límites no profundos y no superficiales. Hay “nos” que son profundos, internos. Por ejemplo: Yo no me dejaría colgar de un árbol. Podés venir y decirme que la sensación de asfixia es maravillosa. Buenísimo. Pero no. Eso es un no profundo que puede no serlo para otra persona. Ahora, me decías, ponete una tanga roja y te digo “ay, no” porque puedo creer que mi cuerpo no es para ponérmela. Entonces, pienso: “Estoy con esta persona desde hace mucho tiempo. Le gusto. Me vio sin tanga un montón de veces. ¿Puedo decir que sí? Si a mí no me molesta, ¿puedo ser generosa?” En clases lo vemos. Si te pide que te la pongas y no va contra tu moral, ¡ponétela y déjate de joder!

 No existe el porno para mujeres. Existe el porno que a uno le gusta.

Complicidad.

¡Exacto! Estamos diciendo “no” a un montón de cosas a las que podemos decir “sí”, por esto que decíamos recién de “lo importante son mis deseos”. No. Lo importante, si estás en pareja, también son los deseos del otro. Sin pretender cambiarlo ni decirle que “mis gustos son mejores que los tuyos”: simplemente, tus gustos y mis gustos no coinciden.

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Se trata de establecer normas claras antes que censurar, ¿no? 

Establecer normas claras que nos gusten a los dos. La gente cree que el sexo es esto, más esto, un cúmulo de cosas que, si faltan, no están teniendo sexo. La realidad es que una buena masturbación o una buena chupada dura menos que lo que esperás por un colectivo. Es necesario aprender que el sexo no es un checklist que hay que llenar.

Es común escuchar y leer sexólogas y especialistas que insisten en que el sexo va más allá de la penetración. Si insisten es probable que sea porque aún falta comprenderlo.

No lo tenemos en cuenta. Pero eso te lo dicen para que te dejes chupar. Ahí está la idea de “centrarse en uno mismo”. Yo les enseño a las mujeres que él te la puede chupar sin tener que devolverle el favor. Hay una falsa creencia de que si la otra persona no lo disfruta no estoy teniendo buen sexo. ¡Mentira! A veces podemos disfrutar de dar placer al otro. Empecemos a normalizar que podemos tener sexo breve, para uno de los dos, incluso, y que eso también es sexo. 

¿Qué valor tiene el autoconocimiento en la actualidad?

Creo mucho en el autoconocimiento; también creo que masturbarse da placer y no te conocés un carajo. Tenés que autoconocerte, saber a qué estás dispuesto y a qué no. Pero, también, es necesario aprender a pedir. Desde hace años hago la campaña del sí. Está la campaña del no, que tiene que ver con el consentimiento y está perfecta porque todo lo tenemos que consentir, si queremos hacerlo. Con la campaña del sí quiero decir que hay una diferencia abismal entre consentir y pedir. ¿Le explicas cómo te gusta? ¿Te entendés?

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Porque el placer no se puede sistematizar.

No se puede sistematizar pero sí se puede sistematizar. Yo enseño 10 maneras para masturbar. De esas, 4 le van a parecer excelentes; 3 les van a parecer buenas y de las otras tres dirán “esta porquería no me la vuelvas a hacer”. Pero tus 4 veces no son las mismas que las de Juan, las de Pedro ni las de Carlos. Cuantas más herramientas vos tenés, más fácil es ayudar a la otra persona. Por eso digo que sí se puede sistematizar.

Teniendo en cuenta que es una generalización y que en el medio hay matices, ¿es posible establecer un perfil del hombre latino en relación con el sexo?

El hombre latino, a pesar de que dicen que no, sí quiere que la pasemos bien. Sin duda. No sabe cómo porque las mujeres latinas –imagino que lo podemos trasladar a Latinoamérica– mentimos mucho, fingimos mucho. Entonces muchos hombres son malos amantes por culpa nuestra. Mientras yo te siga diciendo que tu torta de chocolate es lo más rico que probé en la vida, vos vas a seguir haciéndome torta de chocolate. Eso hacemos en el sexo. ¿Por qué? A través de los años el lugar donde teníamos poder era la cama. El hombre es crédulo en el sexo como nosotras somos crédulas en los vínculos. En la cama, el señor general dejaba de ser el señor general. Por lo tanto, aprendimos que si en la cama le decíamos que era el más maravilloso lo estábamos manejando. Podíamos obtener beneficios. Esto pasó a través de generaciones y generaciones. ¿El resultado? Empezar a obtener poder, el único que podían, desde ese lugar. Lamentable. El 95% de las mujeres alguna vez fingió un orgasmo para que él no se sintiera mal, para complacerlo. No creo que sea igual de machista un hombre centroamericano que uno argentino. Sé que son diferentes, por lo que me cuentan.

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“El hombre es crédulo en el sexo como nosotras somos crédulas en los vínculos”.

Además de ese comentario, ¿cómo sería el perfil de la mujer latina?

Acá tengo mucho más desconocimiento, pero te puedo hablar de la mujer argentina. Las argentinas son mujeres que se vanaglorian de sus orgasmos fingidos, que se vanaglorian de ser excelentes chupadoras, que se vanaglorian de cómo se le para al tipo que está con ellas, de que el tipo la tenga de 32x54; o sea, se vanaglorian del tamaño del hombre con el que están sin tener injerencia sobre eso. A la mujer argentina le gusta estar informada y quiere ser la mejor. En este momento, hablo en general, la gran fantasía del hombre es el trío; la de la mujer argentina es ser la inolvidable. Si no somos las mejores somos las peores. En el medio, la nada.

Esa polarización es algo extrapolable a casi cualquier área social de Argentina.

Sí. El hombre también quiere ser el mejor. Pero la mujer es… Hay una frase que usamos: “Cuanto más puta sos, mejor es”. Yo no estoy de acuerdo con ser una puta en la cama, aunque esté a favor de la prostitución. Ese es otro tema. Se piensa que cuanto “más puta sos”, entendido como mina dadora –capaz de dar placer al otro, concepto que yo no comparto–, mejores amantes son y más felices están. “Yo sé que lo vuelvo loco”. Sin embargo, para volver loco a alguien necesitas tener cierto control de lo que hacés y si lo tenés estás dejando de sentir placer.

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Has insistido en esa idea a través de los años: “Mas mujeres, menos putas”.

La prostitución es un trabajo tan respetable y bueno como cualquier otro. Estoy a favor de la prostitución y en contra de la trata de personas. Son cosas distintas. Partiendo de esa base, por más que a vos te encante tu trabajo, hay momentos en los que no te gusta. Cuando una mujer está trabajando como puta, hay días en los que no quiere chuparla, en los que quiere que se la chupen y no lo puede decir porque es su trabajo. Entonces, ser una puta en la cama tiene que ver con esas mismas características, con complacer al otro pero no recibir placer. Son dadoras. Fíjate que siempre se remarca que “él quiere”. Yo estoy a favor de mujeres deseosas y deseadas, que sean capaces de pedir, no solo de dar. Las putas no pueden hacer eso. Es válido como juego erótico, me parece genial. Sé dadora pero aprendé a recibir también, a pedir lo que querés.

¿Cómo cambia la experiencia sexual a medida que envejecemos?

En la vida sexual hay cuatro etapas. La primera, la llamo “Culo-teta”. Es la etapa de “qué linda estás. Sacate la ropa” y puedes coger veinte veces por día. Eso dura hasta los 27-28 del varón, específicamente. A esa edad cambia la sexualidad y pasa a ser “qué linda estás. Dejate la ropa”: pueden disfrutar de cosas más sensuales. A partir de los 36-37-38, empieza la etapa que yo llamo “De la cabeza”: te das cuenta de que todo lo que venías haciendo antes no alcanza y empezás a tener otro tipo de fantasía, mucho más morbo. Alrededor de los 50, cuando al hombre ya no se le para con tanta naturalidad, empezás a vivir la etapa que yo llamo “Coger con todo el cuerpo”, disfrutás de otras cosas. Uno va cambiando y lo hace de acuerdo a con quien se cruza. En la juventud se tiene la creencia errónea de que ya se probó todo.

Influye que el sexo no es un universo finito, sino todo lo contrario.

Hasta el mismo cuerpo de la otra persona influye. Si no pienso que el sexo puede ser enriquecido a lo largo del tiempo sería un embole. Por eso el sexo ocasional me parece aburridísimo y sostengo que los swingers no son los mejores amantes. Cambiar de forma permanente de persona no te hace mejor amante.

Porque la mejoría está en el conocimiento del otro, ¿no?

Exacto. El cuerpo y los gustos del otro se aprenden. El sexo está buenísimo pero la vida pasa por otro lado. Antes de perder el sexo, se pierde la complicidad y el humor. Para recuperar el buen sexo, primero tenemos que recuperar la complicidad y el humor. Después se ve. La complicidad y el humor sostienen la pareja.

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