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Ilustración de @pacobullicio
LGBT+

Así es vivir la violencia LGBTfóbica en primera persona

“A mí me han llamado maricón para insultarme desde los 10 años y y lo han vuelto a hacer con 25, con peores consecuencias”.

“Estaba volviendo del trabajo y fui a casa de mi novio en autobús. Cuando bajé de la parada, me crucé con tres chicos y una chica; aunque yo llevaba la música puesta estaba escuchando todo lo que me estaban diciendo”, así comienza a describir Raúl la agresión homofóbica de la que fue víctima. Él tiene 27 años y vive en Madrid. Le explica a VICE que al tener los audífonos puestos “evité que me hicieran daño porque me dieron un zumbido con una bocina en el oído gritándome maricón”. Raúl siguió su camino, pero con miedo y mirando hacia atrás por si volvían a por él. 

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Pero esta no es la única vez que ha sido agredido. “Quedé con unos amigos para salir de fiesta y mientras estaba de camino a casa de uno, varios chicos comenzaron a seguirme. Eran un total de 5 o 6 chicos, que al principio pensaba que eran imaginaciones mías, pero no fue así. Durante el trayecto hacia la casa de mi amigo, algunos de ellos se dividieron para luego acorralarme y me empezaron a gritar maricón y a tirarme hielos. No podía escapar y salí corriendo con miedo”.

Las agresiones que ha vivido Raúl son parte de las 748 que se han registrado como delitos de odio desde que inició el 2021 hasta el 31 de julio, según las cuentas del Ministerio del Interior de España, en palabras del Ministro. El 2013 fue el año en el que se empezaron a contar en España los delitos de odio por orientación sexual o identidad de género, y al día de hoy la cifra asciende a 2.459 según el mismo Ministerio.

Las cifras en Latinoamérica son impactantes. Sin Violencia LGTBI, entidad que unifica organizaciones por los derechos humanos en el colectivo, elaboró un informe donde se muestran cifras que asustan. Entre el 2014 y el 2020, al menos 315 personas LGTBI fueron asesinadas en América Latina y el Caribe. Una cifra aterradora es el homicidio de mujeres trans en América Latina y el Caribe en 2019, que suma un total de 126. En plena pandemia se registró un total de 351 víctimas por estos motivos.

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En España, el asesinato que marcó un antes y después fue el de Samuel Luiz. El joven murió el 3 de julio del 2021, y a las horas de conocer tal hecho, miles de personas se congregaron en todas las ciudades de España contra las agresiones homófobas. 

Samuel murió a manos de siete personas al grito de maricón. Varios de los integrantes de este asesinato están en la cárcel y todavía sigue abierto el caso. Aunque aún hay muchos aspectos por cerrar, una cosa sí que está clara: fue un asesinato homófobo. 

Llegué hasta Raúl buscando en Twitter agresiones homófobas que la gente denuncia. Pero sus historias no son las únicas. El usuario @xcx_charles también vivió una violenta experiencia: El 12 de septiembre, cuando se despidió de su pareja dándose un beso, un señor les empezó a gritar. “Ha comenzado a decir que somos unos hijos de puta, que nos iba a matar, que nos tenía que dar vergüenza hacer eso en público, que hay niños delante, iba con su hijo (censuro su cara, creo que era menor)”, tuiteó y publicó un video del hecho. 

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Continuando la búsqueda de más casos, nos encontramos con Axel. Él es informático y activista en Arcópoli (Asociación que trabaja por la equiparación social y legal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales en Madrid) y hablamos con él a raíz del siguiente tuit que escribió: “La LGTBfobia es estructural y sistemática. A mí me han llamado maricón para insultarme desde los 10 años. Me han pegado de niño y lo han vuelto a hacer con 25, con peores consecuencias. He tenido que correr por la calle por miedo a no contarlo…”

“Estaba sentado en el vagón del metro mirando el móvil y de repente un hombre de unos 30 años que estaba unos asientos más allá se levantó y se puso delante de mí. Me gritó «maricón, hijo de puta» y me soltó un puñetazo en el ojo, rompiéndome los cristales de las gafas, produciéndome varios cortes en el pómulo”, describe Axel su agresión el domingo 16 de marzo de este año en Madrid. Me recalcó que nadie se acercó para ofrecer ayuda, “solamente un señor que me increpó preguntando qué le había hecho para que me pegara así”. Axel asegura que no hizo nada y simplemente fue agredido por ser gay. 

En Arcópoli, asociación donde Axel es Vocal de Cultura, me explicó que han creado un proyecto específico bajo el nombre Observatorio Madrileño Contra la LGTBfobia. “Abordamos los incidentes de odio, como las agresiones. En concreto como servicios a víctimas se ofrece acompañamiento psicológico, asesoría jurídica y se acompaña a las víctimas, si así lo desean, en el proceso de la denuncia”, señaló. 

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La homofobia no solamente sucede a manera de agresiones verbales o físicas, también ocurre en el ámbito laboral, sanitario, jurídico o simplemente para alquilar un piso. Por ejemplo, en julio pasado saltó la noticia de un acto de discriminación hacia una pareja homosexual a la que no se le permitió comprar un piso en México

Estos sucesos nos recuerdan a los testimonios de transfobia que recoge el libro de Rubén Serrano No estamos tan bien: Nacer, crecer y vivir fuera de la norma en España. En esta publicación se cuentan experiencias de la comunidad trans sufriendo transfobia en situaciones cotidianas que ni imaginábamos. 

Rubén es periodista y un gran comunicador del colectivo LGTBIQ+. “Creo que para no caer en el sensacionalismo o en mensajes de odio es importante no hablar de las personas LGTBIQ+ desde la mirada [de la] monstruosidad, y no buscar las narrativas que no son importantes como explicar qué tipo de prenda llevaba, qué gestos hacía o cómo se comportaba, porque todo esto parece justificar la agresión, es decir,  no se comportan de una forma normativa”, reflexiona Rubén a la pregunta de cómo tiene que ser la comunicación en los medios sobre las agresiones homófobas. 

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Serrano hace hincapié en que es necesario ir más allá del relato policial. “Se tiene que contar más con el relato del colectivo y no tanto con el policial, porque todo el mundo sabe que no hay una cercanía y seguridad ante ellos. Hemos visto muchos casos de policías llamando maricón a una mujer transexual o una agresión homófoba por parte de un policía en Madrid”. A lo mejor es hora de cambiar el sistema policial y confrontar a dichos elementos que crean miedo y provocan que el colectivo prefiera denunciar en las redes sociales antes que en una comisaría. 

“No me contrataron como profesora en un colegio porque soy lesbiana”, nos cuenta Lydia, tiene 30 años y vive en Puebla (México). Ella pasó todas sus entrevistas, pero en el momento de conocer más sobre su vida al decir que vivía con su novia “el director se quedó callado y me comentó que no puede contratar a personas homosexuales por si los niños se asustan o los padres se quejan”.  

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Al igual que Lydia, Jorge fue discriminado por su orientación sexual. Él vive en Buenos Aires y en una revisión sanitaria vivió una situación muy desagradable. “Cuando solicité a mi urólogo una prueba para el papiloma, el doctor se negó. Su argumento se basó en mi bisexualidad y me dijo «es culpa tuya que te guste de todo, normal que tengas alguna enfermedad»”, detalló Jorge y contó que además de vivir ese episodio, en su casa no encontró ningún apoyo. “Mis padres le dieron la razón y me pidieron que escogiera un sexo que me gustara y que no era normal lo que hacía”. 

Para hablar sobre la manera de responder ante la ola de violencia homofóbica en España y Latinoamérica, contactamos a Orgullo Vallekano, una organización autogestionada que hace un trabajo en el barrio. 

Sus funciones están basadas en “canalizar denuncias junto con otros colectivos especializados, organizar concentraciones, manifestaciones o acciones de apoyo a las víctimas y al colectivo en general en la defensa de sus derechos y sobre todo en la ampliación de estos (Ley Trans y Ley estatal LGTBIAQ+)”, nos explican los integrantes del colectivo. 

Para Orgullo Vallekano la educación es muy importante. “Hay que reforzar la diversidad y el respeto en las escuelas. Desde las primeras fases del colegio, porque el acoso escolar por LGTBIfobia es el principal motivo del alumno para llegar a plantearse el suicidio y esto tiene que acabar ya”. 

Para comprender cómo puede mejorar la vida de una niña que sale del armario acompañada de educadores LGBTIQ+, hablamos con Raquel, quien vive en Bilbao (España) y tiene 12 años. Ella nos cuenta que todos sus amigos entienden por qué le gustan las niñas, “para mí fue muy fácil contar a mis padres que era lesbiana”. 

Los padres de Raquel no tuvieron que hablar con su hija. “Desde que es pequeña, siempre la hemos educado en la diversidad y cuando nos enteramos que incluirían charlas con expertos en diversidad sexual, sabíamos que ella no viviría homofobia en su centro educativo”, cita Sonia, la madre de Raquel. “No me puedo olvidar de esos educadores que me ayudaron también a comprender la nueva vida de mi hija y cómo puedo yo ayudar”, sentencia Sonia.