catering di lusso
Ilustración por Juta 
Comida

Trabajadores de catering de lujo nos cuenta las peticiones más locas que han recibido

Falsos camareros que la lían, esculturas de hielo subidas de tono y novios a la fuga.
Giorgia Cannarella
Bologna, IT
MA
traducido por Mario Abad

Las empresas de catering de lujo tienen dos tipos de clientes: grandes corporaciones y banquetes de boda. Según me cuenta Ernesto, la primera regla de los eventos corporativos de alto nivel es que la gente no va ahí para comer; la comida es solo otra forma de ostentación. A veces las empresas incluso contratan a chefs galardonados con estrellas Michelin, pero dado que la cena de empresa media dura poco más de una hora, hasta los cocineros más pijos tienen que ir a lo simple.

Publicidad

Entonces, ¿es todo champán y caviar? “No podemos servir nada controvertido”, me explicó Ernesto. Y no se trata solo de una cuestión de gusto. Si sirves ostras o marisco y alguien enferma, “le echarán la culpa a la comida”, dijo. Por tanto, suelen recurrir a tres ingredientes básicos: la ternera, el venado y el cerdo, y a veces la pintada, que al parecer es “muy popular actualmente” en Italia.



Ernesto dijo que siempre está preparado para adaptar los menús a los requisitos nutricionales de sus clientes, como la intolerancia al gluten o la lactosa, aunque reconoce que a veces le llegan peticiones muy poco ortodoxas. Una vez, un tipo le dijo que no comía animales “que caminaran sobre dos pies”. Mucha gente finge ser alérgica a la cebolla simplemente porque no le gusta, y otros dicen ser intolerantes al gluten y “luego los ves bebiéndose una cerveza”. Hay ingredientes que es demasiado arriesgado servir. “Una vez, un famoso pastelero nos hizo un pastel para 250 personas”, dijo Ernesto. “Una pena que le hubiera puesto cacahuetes, porque tuvimos que tirarlo entero”.

Pero es en las bodas cuando la cosa se va de madre. La empresa de Ernesto ofrece sus servicios en fiestas extravagantes de las familias de la “elite internacional” que quieren casarse “a la italiana”. Dijo que sus clientes suelen ser británicos, indios, libaneses y rusos, que celebran sus banquetes de boda en sitios como el lago Como o la Toscana. La mayoría de ellos piden vino y comida italiana, aunque luego “todo el mundo quiere beber champán”.

Publicidad

Cuando le pregunto por las anécdotas más extrañas, Ernesto recuerda una boda en la que sirvieron un “bufé increíble y lujoso, con ostras, sushi y marisco”, pero nadie probó un bocado. Preocupado, Ernesto miró a su alrededor y se dio cuenta de que los invitados se habían desplazado al césped, donde se estaban poniendo finos de cocaína alrededor del camello de los recién casados. En otra ocasión, sus clientes le pidieron una “estatua de hielo de una mujer de tamaño natural”. Luego, el novio desfiló alrededor de la estatua mientras “le hacía todo tipo de cosas que no voy a mencionar”.

Ernesto dijo que en las bodas, el menú es más variado que en las cenas de empresa, aunque los clientes de las bodas “suelen seguir modas sin atreverse a innovar mucho”. Aunque lo principal es, como siempre, la ostentación: “El oro comestible es uno de los favoritos de los clientes”, dijo. A veces les piden la elaboración de platos compatibles con otras religiones. Si bien nunca ha tenido problemas con los platos halal, Ernesto asegura que elaborar comida kosher para tanta gente puede ser bastante complicado. “Debes comprar todos los ingredientes en tiendas especializadas y contratar a un rabino para que bendiga la cocina”.

Lo que nunca hay que olvidar es que el cliente siempre tiene razón. La empresa de Ernesto siempre procura satisfacer las exigencias más extrañas, excepto cuando estas les impiden trabajar. Una vez, para un banquete de boda les exigieron contratar a un actor que se infiltrara entre los camareros y “la liara manchando a los invitados y tirando cosas”. Aquella fue una de las pocas peticiones que tuvieron que rehusar.

Las situaciones más violentas son las cancelaciones de última hora. “Una vez llamamos a la novia porque no conseguíamos contactar con el novio, que tenía que confirmarnos el número de invitados”, recordaba Ernesto. La novia respondió diciendo que tampoco lograba ponerse en contacto con él y poco después canceló toda la boda. En otra ocasión, el novio se dio a la fuga con la mejor amiga de la novia. “Intentamos cubrir los costes en la medida de lo posible”, dijo Ernesto, “pero si has pedido decenas de kilos de bacalao de Alaska, no puedes devolverlo”.

*Se ha cambiado el nombre para conservar el anonimato.